capítulo uno

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Es complicado.

Claro que lo era. Tenía una idea vaga de lo que debía de hacer, pero todo terminaba resumido en que había actuado sólo con el corazón, por unos simples segundos había dejado la lógica de lado. Los engranajes en su cabeza habían funcionado sólo para esa situación en específico; fue rápida y precisa, pero ahora probablemente sería un caso difícil a tratar. Sus manos sudan y siente como los pensamientos en su mente dan vueltas, así como ella misma en la habitación al no saber qué decir con exactitud.

Mikoto Uchiha mira la cuna donde descansan ambos infantes. La niña duerme sin ninguna preocupación y eso le alivia. Sabe que será complicado conseguir una respuesta positiva, pero se veía en la necesidad de darle cobijo a aquella niña desamparada que había sido desechada como un simple trapo sin valor. Un nudo se forma en su garganta otra vez y se ve en la necesidad de aguantar el llanto, no lo desea, piensa qué tan difícil debe ser apenas nacer y tener una vida con complicaciones donde todo aquel que conoces te abandona. Respira con profundidad tragando todo su llanto y fragilidad, encerrando estos en lo más profundo de su ser, tanto así que no permitiría que estos salieran a flote durante aquel lapso tan crucial. Lo que no pudo evitar fue llevar inconscientemente sus dedos a rozar sus labios y sus dientes se encargaran de hacer desaparecer sus uñas debido al nerviosismo. Todo saldrá bien. Se repetía en su mente una y otra vez.

Un balbuceo llega a sus oídos y sale de su ensoñación, donde la pequeña se remueve algo incomoda mientras frunce ambas cejas. Es tan pequeña como para tener pesadillas, pero por lo que ha pasado, la cree capaz de tenerlas.

Por fortuna, Mikoto está allí. Está allí para Hinata. Así justo como no estuvo para el hijo de Kushina. El peso en sus hombros aumenta y no diferencia si hizo aquel acto noble por la propia niña, o por la culpabilidad de no haber podido hacer más por el hijo del cuarto Hokage. Kushina fue su amiga, y aún recaía en su conciencia no haber podido hacer mucho por su hijo que se había vuelto huérfano a tan poco de nacer. Según los rumores el zorro había sido extraído por un usuario del sharingan, y ella siendo una Uchiha tendría denegado poseer la tutela del niño.

Suspira con pesadez buscando sacar todo lo que la atormenta, pero al final una sonrisa genuina adorna su rostro preocupado cuando ve a Sasuke despertar de su profundo sueño. La Uchiha observa con delicadeza como su hijo se muestra confundido y brevemente molesto por la extraña aparición de alguien más en su cuna. Es gracioso como parece darse cuenta de que la niña está usando su ropa, pero aún es muy pequeño, así que no tarda en tomar la mano floja de la niña que duerme para llevársela a la boca y masticarla.

Mikoto ríe en silencio y adora la imagen que contempla. Su pecho se siente cálido y retoma los ánimos disueltos. Sus nervios siguen allí, muy presentes para su gusto, pero está segura de que podrá hacerlo, de que obtendrá una buena respuesta. Así que con afecto, acaricia suavemente la mejilla derecha de Sasuke quien no tarda en tomar su mano comenzando a balbucear cosas que ella no entiende.

—Lo sé, ¿te agrada Hinata?— sus ojos reflejan conmoción y termina por pasar sus dedos con delicadeza por los finos cabellos azulinos de su hijo menor — Será tu nueva hermana.

No recibe una respuesta como era de esperarse. Su hijo sólo se toma el tiempo para reír y volver a molestar a la intrusa en su cama. Mikoto se queda tranquila con la reacción del niño, dentro de ella llegó a pensar que Sasuke terminaría por llorar y no podría calmarlo, sin embargo, se lo había tomado demasiado bien.

Pero no todo podía ser miel sobre hojuelas. Pronto la puerta de la habitación se deslizó en un sonido rápido que hizo que su corazón diera un brinco. El corazón de Mikoto iba a una velocidad alucinante y un temblor en sus manos se hacía presente. No necesitó escuchar su voz o verlo, con sus pisadas sabía que se trataba de su esposo: Fugaku. No le importó, así que se mantuvo firme dándole la espalda, haciendo que la tierna imagen de sus hijos le dieran la fuerza necesaria para enfrentar al hombre y salir victoriosa. Se estaba tomando demasiadas dificultades. Por dios, es sólo mi esposo. Pensó fuera de sí, pero Fugaku no se trataba de cualquier hombre, para empezar; era un Uchiha.

𝗘𝗡𝗘𝗠𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora