Veinte minutos...

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Un miércoles de lo mas normal. Tan cotidiano y desagradable como cualquier otro en mi vida. Había estado por siete horas encerrado en una pequeña oficina, archivando los documentos del señor Bennet. Únicamente con una hora de comida para cumplir con mi jornada laboral. El "hermoso" horario esclavo de la mayoría de los mexicanos; ocho horas de mi vida que se iban en esa penosa rutina la cual despreciaba tanto y solía llamar trabajo. Pero la cuál en lo personal consideraba que tenía más parecido con un centro de detención.

Como cualquier otro día al concluir con esta. Me aliste para salir lo más rápido posible de aquél báratro, guarde los cambios realizados en los archivos, apague el PC, me coloqué mi abrigo y me dispuse hacia al elevador. Al salir del edificio reparé en el hecho de que llovía a borbotones.

—Otra muestra más de lo miserable que es mi vida— pensé. Dado que no llevaba paraguas no podía avanzar más allá de la acera. Así que me resguarde bajo la marquesina del edificio. Al voltear a mi derecha observe que a no más de treinta metros se encontraba una chica frente al escaparate de una tienda de ropa, llevaba puesto un vestido azul celeste, zapatillas abiertas, tenia el cabello a la altura de los hombros; era color avellana claro, realmente no recuerdo su rostro, pero estoy seguro que era hermosa.

Quizá debería ir a por ella, llegar como un príncipe azul, le prestaría mi abrigo, me miraría con unos ojos color canela, de esos que tanto me gustan. Estaría muy agradecida conmigo. Conversaríamos sobre lo fuerte que estaba lloviendo. Ella mencionaría que no esperaba tener tanta suerte  de encontrar a alguien tan amable, puesto  que había tenido un pésimo día. Yo sonreiría, le diría algo tranquilizador y mencionaría que yo era el afortunado al encontrarme a una chica tan hermosa como ella. Seguramente se sentiría súper halagada, tanto que me invitaría un café para agradecerme.

Había una cafetería a dos cuadras de allí, iríamos a ella al cesar la lluvia, conversaríamos hasta la noche, perderíamos el sentido del tiempo. La acompañaría hasta la entrada de su casa. Seguro viviría cerca de allí, no nos tardaríamos mas de veinte minutos a pie, y al estar en la entrada de su casa se despediría con un beso en la mejilla. Sutil pero cautivador.

Poco después ya en camino a mi apartamento recibiría un mensaje de ella, me agradecería y mencionaría que le encantaría volver a verme, y yo al verlo, soltaría una leve mueca parecida a una sonrisa.

Tendríamos varias citas posteriores nuestro primer beso sería en el cine. Mientras Bradley Cooper estuviera cantando al público en un musical de mala calidad, yo probaría sus labios sabor naranja, y un sábado al estar en el portal de su casa me pediría que entrara. Haríamos el amor toda la noche. El aroma de el frangipani, el jazmín y nardos inundaría mi olfato.

A mis padres les fascinaría, seguro que es educada y de buena familia, quizá podríamos ir todos juntos a la rivera, comer algunos mariscos, embriagarnos, y ya por la noche mientras todos estuvieran dormidos, ella y yo nos escabulliriamos, daríamos la vuelta por la costa y a luz de luna prometernos amor eterno.

Renunciaría a mi trabajo y escribiría algunos artículos para una revista. Con el tiempo me darían mi propia columna, de esa forma tendría más tiempo para estar con ella. Viviríamos momentos increíbles, reiríamos tanto, comeríamos tanto, y disfrutaríamos tanto.

La llevaría a Italia, y deambulando por un viñedo de esos que hay por doquier, me detendría abruptamente, metería mi mano en el bolsillo, sacaría una pequeña caja y me arrodillaría lentamente, ella estaría llorando de felicidad con manos en boca, y antes de que siquiera pudiera yo pronunciar alguna palabra se abalanzaría sobre mi.

Nuestra boda sería majestuosa ella llevaría un vestido blanco no tan deslumbrante pero si muy hermoso, yo; un traje negro bastante clásico y al día siguiente estaríamos en Porto Alegre probando la Feijoada, con una botella Graham's Port en mesa brindando por nuestro futuro

Tendríamos nuestras peleas, claro, alguna que otra insignificancia, ella se pondría celosa por alguna chica que conociera en el supermercado quizá, discutiríamos y al final simplemente la abrazaría y le diría que todo estaría bien.

En dos o tres años tendríamos nuestro primer hijo, seguramente tendríamos dos, ¿como habría de llamarlo?. Hay tantos nombres, tantas posibilidades.

Y entonces...

La lluvia cesó, observe el reloj. Había estado por veinte minutos perdido en mis pensamientos. Voltee una vez más hacia la chica y sólo vi como retomaba su camino, no la volvería a ver, y yo al día siguiente retomaría mi rutina.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2019 ⏰

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