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«Carril al imperecedero "nosotros"»

La noche resplandece en una lluvia de fluctuantes estrellas color índigo, reflejadas a través del espejo que continúa apartándome del glacial exterior y un sin fin de calles abandonadas en apatía. ¿O se trata verdaderamente de lágrimas escurriéndose en el melancólico lienzo de mi rostro? Aquel desafortunado trozo de papel que reside cubierto en mantas de agonía, invisibles al desgarrador escrutar ajeno.

Ruego a favor por un mísero acto compadeciéndose de mí..., acallándome la incesante soledad que se esfuerza en otorgar resguardo a la desamparada alma que soy. 

Empiezo a cansarme de las falacias... No, no estoy bien. No estoy bien, no estoy ni remotamente bien... ¿Podrías volver, por favor? Estoy somnoliento, solo quiero dormir un poco ahora... Pero el tren está partiendo, porque ya no podemos esperar más.

Un hombre con traje de terciopelo negro me ha dicho que iremos al "limbo." ¡Apresúrate, por favor! El camino está desvaneciéndose como vapor mediante las ventanas, señal de que no hay vuelta atrás en los rieles.

Y sólo sé llorar, llorar en el asiento. ¿Por qué? Me habías prometido que siempre estaríamos juntos... Pero está bien, sé que nunca habrías roto una de nuestras promesas. Yo esperaré por ti, tanto como sea necesario... Esperaré por ti en el abundante río de pétalos enrojecidos, quienes se desbordan en el débil esfuerzo de un cincel rozando mis muñecas.

El hombre me ha dicho que el viaje será largo, que debería dormir... Sus fríos dedos envueltos en latex acarician ínfimamente el borde de mis cejas y por inercia, cierro los ojos. Yo le hago caso, sintiéndome tranquilo... No te preocupes, cariño... Cuando vislumbre la luz nuevamente, ya habremos llegado al destino de ambos. Y estaremos juntos, regalándonos viejas memorias de una estrella fugaz en la cama que solíamos compartir.

Ya he sucumbido al sueño cuando una respiración nace en la tristeza, es el hombre cuyo nombre desconozco. Él se dedica a contemplar la aflicción de mis antebrazos, un desastre en escarlata.

Pero no te preocupes, ¿sí? Estoy sonriendo, porque siento a nuestros corazones entrelazarse como antes en la implícita oscuridad... Puedo ver otra vez, tu precioso rostro, tus labios rosas como flores de cerezo... Tu voz arrullando mis sentidos, alegando que ésta vez no volverías a irte..., no pasa nada, jamás dudé de ti.

Siempre supe que volveríamos a encontrarnos.

Y estoy tan feliz.

Ahora que la gélida brisa desnuda un cuerpo enredado en grises sábanas, manchadas de opaco vinotinto. Un gentil líquido gotea en sus pálidos dedos, en la mano que cae hermosamente a un borde del colchón.

Sentado a su costado está él, mirando la escena. No necesita ponerle un nombre, ni buscar explicaciones a tal acto, desde un principio lo supo también.

"Ya no tienes por qué suplicar misericordia, ni sufrir más. Tu doliente existir fue culminado y con ello, tu abatimiento... Descansarás en el irrompible sueño de un amor que jamás te sería devuelto."

El latex azabache se fundió en la violácea extensión de piel que conformaba su cuello, llevándose esa última castidad que aguardaba en el fondo de su inconsciencia.

"Lástima que tu corazón haya muerto, y no roto como el de otros."

El hombre desfiguró su indiferente semblante en desasosiego, viendo el recuerdo que elaboró para apaciguar la ida del chico.

Quizás oír su risa luego de breves sollozos, al tiempo que lo admiraba entregarse al "amor de su vida" en añoro, sí calaría en el abismo del verdugo.

Hasta la eternidad.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2023 ⏰

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