Había algo sobre Toto, algo que el chino no podia definir con palabras, algo que lo hacía diferente, que lo atraía con una intensidad inusitada, con una contundencia que no podía negar.
Tenia que ver con esa carita hermosa de bebé, con esos labios obscenos, con esos rulos salvajes ,si,pero también se relacionaba con la frescura espontánea que emanaba de él, con ese desparpajo y despreocupación propias de un alma joven,libre y rara.
Fuera lo que fuera chino se sentía como un pendejo alegre y desinhibido cuando estaban juntos.
Se reían de boludeces, deliraban charlas por horas, gravitacionaban en sus espacios personales con una naturalidad casi inocente, siempre cerca, siempre rozandose.
En el momento al chino no le importaba pero después, lejos de la adorable influencia de la presencia de Lorenzo, el mayor se daba cuenta de que lo que había entre ellos era peligroso, era como estar al borde de la cornisa, con todas las ganas, y el miedo, de saltar.
¡Y claro que él no podía saltar!, la idea sola era un disparate.
El chino era un tipo grande, con una pareja estable,una vida bien constituida, el estaba enamorado de su mujer, mucho. Esos impulsos con ese pibe eran flasheos, delirios que solo podían ser intención, nada más, el lo tenia muy claro.
Y sin embargo ahí estaban, los dos tirados en un sofá, en ese hotel paqueto de ese lugar tan lejos de casa, en uno de esos viajes de promoción de el Ángel que parecía que nunca terminarían ( Carlos y ramon parecían negarse obstinadamente a dejar de yirar).
Era de madrugada y ellos estaban cansados pero contentos, con unas cervezas encima y el ruido de una lengua extraña en la tele de fondo, recapitulando las experiencias del día con todo esa gente extranjera a ellos.Se reían, chino ya no sabía ni de qué. Luego se hizo un silencio cómodo y toto pareció adormilarse, dejándose caer sobre el, reposando su cabeza en su hombro. Y chino imitó su gesto sin pensarlo, instintivamente, quedando con la nariz hundida en un montón de sus rulos ( que ahora estaban más cortos, Ricardo extrañó la maraña larga).
Se sentía aparatosamente confortable. Innegablemente bien. Y otra vez toda esa cordura que sabía que no podía saltar, que era una locura, se endormecia, enmudeciendo poco a poco.
Lo único que el chino podía hacer era hundirse en esos rulos y acariciarlos suavemente con la nariz,con su mejilla y un poco más sutilmente, con sus labios.
Toto se acurrucó más contra él en respuesta, con uno de esos movimientos casi infantiles que tenía a veces. Lo sintió suspirar y él se sintió inexplicablemente feliz.
Pensó que si no tuviera la mano ocupada con la botellita de cerveza la usaría para acariciar la del pibe, suavemente con los dedos, como quien no quiere la cosa. Chino se río internamente de esa vocecita que le decía, muy débilmente ahora como para ser tomada en serio, que ya era semejante viejo pelotudo para pensar esas cosas. No importaba.
Después de un rato chino pensó que Lorenzo estaba dormido.
Dejo la cerveza en la mesita de vidrio frente suyo, estirando su brazo aparotasamente para moverse sin alejarse de su amigo. Apartó la cabeza un poco para mirarlo. Y entonces le apareció esa sensación cálida en el pecho que él sabía se le traducía al exterior con una sonrisa idiota y con los ojos como corazoncitos. Chino se había percatado de esa cara involuntaria que se le pintaba a veces frente a toto, con sumo horror, mirando entrevistas de ellos. Lo peor era que muchas otras personas también parecían notarlo en los comentarios de YouTube u otras redes ( por suerte los delirios del "fandom" ,o como mierda le dijera toto que se llamara, no eran tomados en serios por casi nadie).
Lo bueno era que también a veces le parecía ver esa misma cara en Lorenzo, mirándolo a él.
Y es que ese pibe no podía ser tan lindo, en serio. Se veía casi etéreo con sus ojitos cerrados, sus labios tan llenos entreabiertos, su piel perfecta sutilmente sonrojada. El pendejo ya estaba en los 20, no era justo que se viera tan fresco y bello como un bebé. Tenia que ser genética, pensó el chino. La naturaleza lo ayudaba, posta.Una vez más Ricardo sintió ese impulso vertiginoso, esa idea que rondaba en su cabeza ( ya desde hacía rato), "¿cómo se sentiría besar esos labios?", pensó una vez más, mirando el objeto de su deseo con fijeza.