Epílogo

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Jaemin

Tráfico, tráfico y más tráfico, en definitiva, odiaba el tráfico. Cuando salía de la clínica solo quería llegar rápido a casa, desvestirme y quedar hecho una ameba en el sofá. Pensé que quizás hoy era un buen día para pedir comida a domicilio, algo tan grasoso que le hiciera daño permanente a mi intestino delgado.

Pero el universo había estado en mi contra desde que tengo uso de razón. Las calles estaban más llenas que nunca, la música sonando a través de los auriculares apenas cubría los demás sonidos artificiales. Cuando era pequeño también detestaba escuchar el motor de los autos, el barullo de las personas, el resonar de alguna obra en construcción. Eso no había cambiado, pero ahora debía recordar que era un adulto y, por mucho que así lo quisiera, no podía hacer un berrinche en medio de la vereda. Ojalá pudiera.

El celular comenzó a vibrar dentro de mi bolsillo trasero, pero lo dejé pasar al divisar el cuerpo alto y delgado esperando fuera de la cafetería. Corrí hacia el hombre bien vestido y él se quejó al recibirme entre sus brazos.

–¿Seguro que estás comiendo bien? –pregunté, palmeando su abdomen plano.

Mark se rió de mi ceño fruncido.

–No necesitas preocuparte, Min –dijo, revolviendo mi cabello. –Creí que no vendrías.

—¿Y perderme un café gratis? Soy Na Jaemin, por favor.

—Un día dejaré de esperarte y te cobraré cada café que has tomado de mi billetera —bromeó, conduciéndome dentro del local.

—Hyuck tampoco ha llegado, ¿por qué te enojas conmigo?

Tomamos asiento en una pequeña mesa cerca del ventanal que tenía impreso el nombre de la cafetería. Mark se apoderó del servilletero y la nuez de Adán se movió en su garganta.

—¿De verdad crees que puedo enojarme con él y salir vivo en el intento?

—¡Oh, por favor! Hyuck es un osito de felpa, solo... es más inteligente que tú.

—Es más inteligente que todos. ¡Auch!

Levanté la mirada para ver un par de dedos pellizcar las mejillas de Mark. Hyuck me entregó una sonrisa cargada con la energía del sol, lo que era una bendición en un día nublado como este.

—Espero que estés hablando bien de mí, cariño.

Mark se frotó las mejillas y corrió la silla a su lado para que Hyuck tomara asiento.

–Si no dejas de hacer esas cosas, las personas empezarán a creer que me maltratas en casa.

Hyuck se encogió de hombros.

–Nunca pensarían eso de mí. ¡Soy puro amor!

Asentí, porque había una regla implícita en el estatuto del mejor amigo sobre apoyarse el uno al otro incluso en las cosas más ridículas. Por un segundo los observé sin decir nada más, pensando que habíamos crecido bien. Aun me costaba ver a estos dos actuar como una pareja. Para la sorpresa de todos, Hina se rió de sobremanera cuando ellos se lo contaron, entonces golpeó a Hyuck en la cabeza y le dijo: «¡Lo sabía! Sabía que en realidad te gustaba y solo fingías odiarlo».

Intuición de mujer, supuse.

Tomamos un rico café, les conté sobre mis planes para Navidad y ellos sobre los suyos.

—Oye, Min... ¿No tienes que ir por Jiho? —preguntó Mark, mostrándome la hora de su reloj.

—¿Qué?... ¡Oh, diablos, ya es tarde! —Me levanté de golpe, dejando un poco de dinero sobre la mesa, sin contarlo siquiera, porque Mark pagaría lo que me faltase. Desventajas de ser el de mejor sueldo entre los tres. —Aún no me acostumbro a esto. Bien, me voy. Hyuck, te llamaré después.

Red - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora