solo un chico adolescente escribiendo sobre amores imposibles a las 3am

63 3 0
                                    

Ayer te vi.

Nos encontramos por casualidad y decidí saludarte.

Tu cara lo dijo todo. Estabas sorprendida de verme ahí.

Y logré notar un brillo familiar en tus ojos.

Me solías mirar de esa forma cuando éramos niños y me sonreías con las mejillas sonrojadas, tratando de ocultar los ojos rojos e hinchados de tanto llorar por las noches.

Recuerdo que te gustaba contarme tus problemas.

Tal vez veías algo bueno en mí, que te decía que te podías fiar de que no le contaría nada a nadie.

O tal vez solo necesitabas desahogarte.

Fuera como fuera, me gustaba estar ahí para ti, asintiendo con la cabeza e intentando hacerte reír mientras tus ojos brillaban y parecía que te olvidabas de todos los problemas.

Pero tus ojos y esa forma de verme no eran míos.

Estabas enamorada de alguien más. O al menos eso decías.

Éramos niños jugando a ser adultos.

Recuerdo el día que te dije que me gustabas. Te llevé aparte y te lo confesé de frente.

Tus ojos brillaron y tus mejillas se sonrojaron y una sonrisa sincera brotó en tus labios.

Ternura, te daba ternura.

Me dijiste algo, pero hasta el día de hoy no estoy seguro de qué haya significado eso.

No eres como las otras chicas.

Yo era bueno descifrando a las chicas, pero nunca pude descifrarte a ti.

Y tú.

Tú eras buena olvidando.

A veces pienso que estoy condenado a enamorarme de la gente que es buena olvidando.

Pues con el tiempo dejamos de hablar y tomamos caminos diferentes.

Te vi pasar por muchos brazos, y yo también pasé por unos que otros labios.

Tal vez tratando de encontrar algunos que se parecieran a los tuyos.

Tal vez tratando de encontrar unos ojos que me miraran como los tuyos.

Porque en el fondo supe que nunca íbamos a estar juntos.

Ayer te vi.

Pero no eras tú.

No eras la niña que lloraba por las noches y se secaba las lágrimas antes de ir a la escuela.

Ni la niña con la que solía compartir los recreos.

Ya no eras débil ni frágil.

Pero seguías siendo dulce.

Y tus mejillas se seguían sonrojando de la misma manera que lo hacían cuando éramos niños.

Y el brillo en tu mirada estaba intacto.

Había pasado tanto tiempo que incluso había empezado a olvidar la sensación que me producía tu mirada.

Había empezado a olvidar que antes de todo fuiste tú.

Y que siempre estuviste ahí, en algún lugar de mi corazón.

Te habías emocionado de verme, querías detenerte a platicar pero las circunstancias nos lo impideron.

Debías volver a trabajar.

Te dije que te textearía un mensaje más tarde y me despedí.

Volteaste un par de veces en mi dirección mientras me iba.

Querías hablar conmigo, y por alguna razón eso me hizo sentir bien.

Cuando llegué a casa no te escribí.

Esperé a que lo hicieras tú.

Y lo hiciste.

Te habías sorprendido de que nos encontráramos y querías ponerte al tanto.

Nos escribimos un par de horas hasta que me dormí.

Por la mañana respondí tu último mensaje y, tal como la noche anterior, no tardaste en responder.

Me ponía contento hablar contigo. Pensé que esta vez podríamos entablar una relación de amistad estable.

Pero siempre fuiste buena olvidando.

Y las chicas que me gustan tarde o temprano se aburren de mí.

Te conté que había pensado en ti y que quería darte un detalle.

Pensé que sería un lindo gesto.

Pero tal vez te asusté.

Y lo entiendo.

Tú eras un ciervo, y a los ciervos no te les puedes acercar haciendo ruido y con movimientos bruscos.

Simplemente te quedas quieto y esperas a que, con suerte, el ciervo se acerque a ti.

Me habías dicho que hace mucho tiempo que no tienes pareja.

Y en el fondo tal vez me duela que te hayas vuelto tan fuerte.

Parece que eres capaz de seguir tu vida por ti misma y no necesitas de nadie.

Parece que has crecido lo suficiente como para darte cuenta que lo más importante en tu vida eres tú.

Y que tu bienestar no debe depender de los demás.

Recuerdo que yo te dije eso cuando éramos pequeños.

No sé si lo recuerdas, porque eras demasiado buena olvidando.

Pero tal vez me equivoqué.

Y no soy lo suficientemente listo como para seguir mi propio consejo.

Tal vez yo necesito de ti.












Vomitando galaxiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora