Le escuché llorar.

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Recuerdo perfectamente que a la temprana edad de diecisiete años uno de mis primeros trabajos era cuidar a los hijos de mi vecina. A simple vista eran una familia como cualquiera, pero siempre consideré extraño que el hijo menor no tuviera permiso para salir a jugar fuera con su hermana.

Al principio pensé que la razón más lógica se debía a que el niño podría ser enfermizo y su madre, preocupada, le prohibía salir. Más tarde descubrí que no todo era tan lógico.


Los primeros dos meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos, además de que no me surgió ningún problema más allá de los que los propios niños podía ocasionarte: Despertarse a las tantas de la mañana porque han tenido una pesadilla, levantarse para ir al baño o tener un "accidente" en la cama.

Mis normas eran claras y precisas: Acostar a los niños entre las nueve y las nueve y media de la noche, ayudarlos a dormir en caso de tener pesadillas, interactuar con ellos para que no se sientan solos, nada de azúcar antes de cenar y dormir... Lo típico, vamos.

Sin embargo, la última noche me quedé completamente dormida en el salón mientras esperaba a que los padres volvieran tras la cena de empresa. No serían más de las dos de la mañana y ya hacía horas que los niños estaban en la cama y no me habían llamado en toda la noche.

Todo estaba en completo silencio y cualquier sonido se podía percibir si eras de sueño ligero, y agradezco de serlo porque gracias a eso pude salvar mi vida.

Esa misma noche escuché que alguien caminaba torpemente dentro del salón, y aunque mi primer pensamiento era que uno de los niños iba a irse al lavabo, mi intuición me hizo saltar las alarmas por algo que no iba bien.

Abrí los ojos pero no lentamente pese al cansancio, sino los abrí de par en par por lo que tenía delante de mis propias narices: La hija del matrimonio la tenía delante mía con un cuchillo en la mano y una expresión de tristeza.

Asustada ante la situación le dije a la menor que soltara el cuchillo y ella, con voz apagada, me dijo "Escuché a tu bebé llorar y pensé que si lo sacaba de ahí dejaría de hacerlo". Finalmente soltó el cuchillo y la llevé a su cama, con el cuerpo temblando.

¿Mi sorpresa? Estaba embarazada y yo no me había dado ni cuenta de eso. 

Nunca volví a cuidar a esos niños porque de no ser que suelo tener el sueño ligero, posiblemente habría muerto desangrada en el sofá de aquella casa.

¿Mini-historias? de terror/suspense.Where stories live. Discover now