La niña del vestido celeste.

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Tenía doce años cuando me pasó una de las cosas más curiosas que puede experimentar una persona a lo largo de su vida.

Una noche de junio, mi madre me mandó a comprarle una revista que vendían a un par de cuadras de distancia de nuestra casa. Como de costumbre, yo asentí y me marché junto con mi mp3.

Mientras caminaba, podía apreciar que las calles estaban desérticas y que no pasaba ningún coche, pero lo que más destacaba ahí eran las luces de una tienda de electrodomésticos: Las luces parpadeaban frenéticamente, alumbrando y oscureciendo el interior de la tienda.

Como niño curioso que era me acerqué para mirar, y aunque en el fondo sabía que no había nada interesante o raro en esa tienda tenía la sensación de que algo iba a pasar.

No pasaron más de cinco segundos cuando alguien tiró de mí hacia uno de los lado y, acto seguido, pude ver como el cristal mostraba una rotura: Una de las hélices del ventilador del techo salió disparada contra el cristal y un pequeño trozo sobresalía. 

Tenía la respiración agitada, el corazón me latía con mucha intensidad, y aunque mostraba una expresión de terror ésta desapareció al ver a mi salvadora: Una niña de no más de seis años de edad que vestía con un harapiento vestido de color celeste, una gorra de baseball y unas sandalias rotas.

Agradecido por la rapidez de la menor pregunté por su nombre y ella sólo ladeó la cabeza hacia un lado, como si no entendiera lo que le estaba preguntando. Me presenté e hice un gesto con la mano, señalándola.

La niña sonrió dulcemente y pronunció mi nombre con la misma suavidad que sientes cuando alguien te habla con mucha ternura, similar a cuando tu abuela siente ese amor que sólo los propios abuelos saben expresar.

Sentí calor por sus palabras y aun esperando a escuchar su nombre, simplemente ella se marchó calle abajo mientras la escuchaba reírse con animosidad. 

Con el tiempo la veía en algunas ocasiones, inmutable con el paso del tiempo, y siempre me salvaba la vida fuera cual fuera la gravedad de la misma.


Actualmente tengo casi treinta y cinco años, estoy casado y tengo dos niños mellizos. Lo confieso, la sigo viendo alguna noche al mes a través de la ventana o en la habitación de mis hijos, como si custodiara el jardín de mi casa o a las personas más vulnerables; y aunque a mi esposa nunca se lo he confesado por miedo a que me tome por un loco o que, simplemente, estoy bromeando, esta niña nunca se a marchado de mi lado.

A veces no sé si sentir miedo por tal fenómeno o alivio, pero desde que ella está cerca siempre he eludido la muerte en varias ocasiones. Y, aunque esto pueda sonar contradictorio, alguna vez me he preguntado si esto conllevará un precio en el futuro.

¿Mini-historias? de terror/suspense.Where stories live. Discover now