—Ya lo sé, Lupe, pero que sea la princesa no le da derecho a hacer lo que quiera —continuó Juliana en el teléfono.
Se suponía que era el cuarto día de clases y Valentina todavía no se dignaba a aparecer en la biblioteca. Juliana ya casi había perdido la paciencia, porque parecía que la princesa la tenía para bromas.
Lupe y ella habían pasado por mucho para poder llegar a Asmad. Se habían mudado al principio del verano para poder buscar un lugar donde vivir. Su madre se había esforzado en encontrar un trabajo que pudiera pagar la renta. Juliana había estado dispuesta a dejar todo atrás, solo por conseguir un trabajo que le daría a ella y a su madre un poquito de estabilidad. Y le enojaba mucho que fuese en vano. Porque sí, sentía que era en vano.
Llevaba cinco días en el palacio y no había dado ni dos minutos de clases. De hecho, apenas había visto a la princesa una sola vez.
—Juli, un poquito de paciencia —le pidió Lupe.
—Es que ya la tuve, Lupe —recalcó—. El primer día, me deja esperando más de una hora, ¿para qué? Para cancelar las clases. El segundo día también cancela las clases y el tercero y ahora me deja más de cuarenta minutos esperando...
—A ver, Juli —la interrumpió su madre—. Escúchame... Estás ahí para trabajar. Es la familia real, tú sabías a lo que ibas, ¿no? Y que estas personas son así. Que son privilegiados y que hacen lo que les da la gana, porque toda la vida los han complacido en todo.
—Ya, pero Valentina —osó a llamarla por su nombre—, tiene, ¿cuánto? Veintitrés años. No siete.
—¿No te dijeron que está enferma? ¿No fue eso lo que te dijo la señora Silvina?
—No sé si creerle. Porque Silvina dice que está enferma, después dice que está bien, y después que está enferma de nuevo. Y Renata, la repostera, me dio indicios de que era puro cuento.
—Ten paciencia, Juli...
—Ma...
—Juli, lo siento, pero tengo que seguir trabajando, todavía me faltan habitaciones que ordenar. Hablamos después, ¿bueno?
—De acuerdo.
—Te amo.
—Y yo.
Cuando eran cerca de las seis de la tarde y Juliana estaba recogiendo sus cosas para largarse de allí, los ojos claros de Valentina aparecieron en la entrada de la biblioteca.
Traía un cuaderno y lo que parecía ser un estuche con lápices en las manos. Más una sonrisa sutil, como si quisiera disculparse sin palabras, pero Juliana no estaba contenta y no iba a fingir que lo estaba o que le daba igual la situación. Ni siquiera cuando esa carita de ángel la estaba mirando con esa expresión que habría convencido hasta al mismo Satanás de beberse un vaso con agua bendita.
—Buenas tardes, princesa —saludó, por puro protocolo.
—Lo siento —fue lo primero que dijo, al mismo tiempo que se acercaba a la mesa donde Juliana estaba metiendo sus cosas en su bolso—. He estado un poquito enferma.
—¿Qué tenía? ¿Gripe?
—No, es que... —no terminó la frase.
De acuerdo. Sí tenía cara de haber estado enferma. O sea, las ojeras debajo de sus ojos y la palidez de sus mejillas no mentían. Quizás era cierto que había estado enferma.
—No se preocupe —dijo Juliana, volviendo a sentarse en la silla de la esquina.
Valentina se sentó enfrente y puso el cuaderno sobre la mesa.
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A tres segundos de ti | Juliantina AU
FanficJuliana tiene dos misiones en el palacio de los reyes de Asmad; enseñarle español a la Princesa Valentina y respetar las reglas de la familia real. Pero el universo es travieso y sabrá hacer de las suyas para alterar su planes. Ignorar esos ojos col...