luna & solis.

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Luna siempre se sentía de esa manera. Como si quisiera escapar. No estaba segura de las razones, simplemente quería correr y esconderse.

Le sucedía alrededor de Solis. Todo el tiempo.

Lo amaba, estaba convencida de que lo amaba. Amaba absolutamente todo de Solis. Lo había hecho desde el momento en que lo vio por primera vez. Si ella pudiera, estaría con él por toda la eternidad. No lo creía posible algunos días.

Verán, Solis era un Dios. Lo tenía todo y él sabía lo que quería y cómo lo quería. Siempre buscaba la perfección. Eso asustaba a Luna porque ella estaba lejos de ser perfecta.

Él la amaba, estaba convencida de que la amaba, solo no la amaba de la manera correcta. Y Solis no se daba cuenta de ello. Eran simples gestos, simples frases, o simples comportamientos en él lo que lo delataban. Solis había sido así toda su vida, él confundía muchas cosas con el amor.

Pero a Luna no le importaba. Ni siquiera a pesar de su insistente impulso de querer huir, siempre se quedaba a lado de Solis, soportando su actitud, intentando ser lo que buscaba, intentando tan duro que terminaba fracasando.

No podía ser perfecta. Cada vez que lo intentaba se decepcionaba a sí misma, y aunque Solis no lo admitiera, él también lo hacía.

Con el tiempo ella comenzó a actuar diferente. Seguía siendo Luna, ¿pero tal vez ya no se sentía como Luna? No sabía explicarlo, no le gustaba la persona que era, a pesar de que Solis dijera que ella era la misma de siempre.

Solis también se contradecía demasiado. Él decía que no quería controlarla ni que cambiará, pero siempre estaba intentando decirle qué hacer y cómo actuar.

Luna ya no lo entendía. Se comenzaba a preguntar si alguna vez lo hizo.

Lo amaba. Estaba convencida de que lo amaba, pero ya no se amaba a sí misma cuando estaba con él.

Solía amar a la persona que era antes, con toda esa locura e impulsividad. Había perdido todo eso. Incluso Solis se lo dijo una vez: "Cuándo te conocí por primera vez, ame toda tu locura. Te quedabas despierta toda la noche, bailabas alrededor y te vestías como una señorita".

A ella también le encantaba su ser maníaco, siendo honesta. Deseó tener su locura, su diversión, su alegría de vuelta. No sabía cómo lograrlo.

Solis, a su manera, intentaba ayudarla, pero nunca lo conseguía. Luna no tenía el corazón para decirle que él era parte significativa del problema. Simplemente lo quería demasiado. Él se veía tan complacido consigo mismo intentando hacerla sentir mejor, aunque fueran por cortos periodos de tiempo.

Él nunca consideró cambiar por ella. No lo culpaba, era un Dios al fin y al cabo.

Luna estaba en una encrucijada. Solis la hacía sentir tan bien y tan mal al mismo tiempo... Se preguntaba porque no simplemente terminaba con él.

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