✿Nature Boy✿

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Él era sólo un niño. Un niño que viviría para siempre. Y estaba solo en un planeta deshabitado.

Nació de las memorias del planeta, hecho con la imagen de los seres que una vez lo pisaron, pero con los recuerdos y sabiduría de hace millones de años. Creado con el propósito de proteger y prevalecer la vida de la Madre Naturaleza, teniendo la capacidad de escuchar a las plantas y hablar con ellas.

El mundo llegó a su fin cien años atrás, cuando la Naturaleza decidió que era momento de reclamar su territorio perdido y extinguir las especies que presentaban un peligro para ella. Sucedió más rápido de lo que todos esperaban, incontrolablemente empezó a crecer volviéndose indestructible y echó a dormir a cualquier animal y persona que viviera en el planeta. Luego reclamó sus vidas enredando sus cuerpos en los grandes y gruesos troncos de cada árbol para alimentarse de ellos sin ningún sufrimiento.

Los insectos fueron los únicos que se salvaron pues estos habían sabido respetar la flora alrededor.

El pequeño apareció poco después del incidente. Con cabello rubio, ojos negros, labios rosados y piel canela delicada. Su nombre fue susurrado por el viento: Taehyung. Al principio no fue problema para él hacer su trabajo, ni el acostumbrarse a sus habilidades. Fue dotado con el dos de la vida, podía hacer florecer las flores y madurar los frutos casi instantáneamente y devolverles la vida a aquellas flores, árboles e incluso insectos ya muertos.

Pero con el paso del tiempo y conforme los fantasmas de los animales y personas le hablaban, comenzó a  decaer. Se sentía terriblemente solo.

En un comienzo la curiosidad brillaba en sus ojos al escuchar los recuerdos que paseaban por aquella jungla eterna, observando sus costumbres cuando consiguió verlos y maravillarse de sus distintas formas y colores. Hasta que la comparación con ellos fue tanta que extrañaba un mundo que no había vivido.

Quería poder hablar con las personas, reír con ellas, pasear con ellas, amarlas. Quería saber cómo se sentía el pelaje de un león, que tan rápido corrían los leopardos, jugar a la pelota con un perro... pronto hacía su trabajo por obligación, ignorando la voz de su madre cuando sus hojas caían al suelo. Rondaba sin rumbo con la cabeza gacha y se escondía en las cuevas lamentándose de su inmortalidad. Llorando por aquello que nunca podría conseguir.

Un día mientras deambulaba por una de las tantas cuevas que exploraba cayó por un hoyo cubierto de piedras y llegó al lugar más fantástico que había descubierto en su siglo de vida.

Un cementerio de cristal.

O así decidió llamarlo. En grandes montañas de hielo se encontraban congelados aquellas criaturas que escuchaba a diario. Animales de todo tipo. No los mató, solo los congeló, pensó. Un brillo apareció en sus ojos, tal vez podría descongelar uno, o dos, o varios y jugar con ellos.

Con pasos alegres exploró aquel lugar viendo con emoción aquellos que se cruzaban frente a él cuando podía verlos. Pronto los animales que conocía desaparecieron de su vista y otros gigantescos aparecieron. A estos también los había escuchado, en menor frecuencia y nunca había podido verlos, pero en su memoria los rastros de estos animales aparecían hasta lo más profundo. Dinosaurios.

Continuó su camino llegando a un punto muerto donde ya no había más hielo ni luz, solo pequeñas colaciones de luz exterior. Con sus pies desnudos pudo sentir el pisar de algo duro, fuerte y... fresco. Helado. Volteó hacia abajo buscando que era y se encontró con un hueso alargado, no muy grueso. Siguió con la mirada todo un rastro de huesos en el suelo hasta toparse con el gigantesco esqueleto de un animal que no lograba identificar. Su esqueleto era muy diferente, y aun cuando podría tratarse de otro dinosaurio algo en su interior le decía que era una criatura totalmente distinta.

Una idea creció en su cabeza, muy riesgosa y con pocas probabilidades de éxito. Sus poderes de resucitación tal vez podrían funcionar, pero si se trataba de un cuerpo muy grande -y vaya que lo era- el efecto duraría un máximo de 42 horas si es que funcionaba. Y luego estaba el hecho de que se metería en un gran lío si lo revivía y este devoraba parte de la flora en el planeta, pero ¿qué más podría hacer? Estaba solo y necesitaba un amigo.

Sin pensarlo más acercó sus manos a la cabeza del esqueleto activando sus poderes en su máximo nivel. Sus venas se marcaban haciendo la ilusión de piel azul verdosa y mientras los huesos se juntaban encajando entre sí, algo extraño pasaba, la cueva empezó a temblar. Piedras caían del techo, pero éstas nunca tocaban el suelo, se mantenían suspendidas en el aire, flotando.

Se concentró más en terminar la reconstrucción del cuerpo utilizando toda su energía buscando acelerar el proceso hasta que sus instintos le hablaron frenando de golpe e hincándose en el suelo tratando de controlar su respiración, había quedado agotado. Abrió los ojos lentamente al escuchar un gruñido grave muy cercano encontrándose así cara a cara con la bestia que había despertado. Un dragón.

Cayó de espaldas al sentir la penetrante mirada del contrario, lo examinaba manteniendo su guardia en alto. El miedo que creció en su pecho de manera rápida se disipó poco a poco conforme se hundía en las orbitas de sus grandes ojos. Examinó su cuerpo un poco, era gigantesco, apenas y cabía en ese espacio -si no había derrumbado la cueva era porque se encontraba agachado, si se enderezaba lo más probable era que chocara con todas las paredes rocosas posibles hasta tumbarlas-. Su piel era de un color café, pero se mezclaba con el verde, verdaderamente hermoso de apreciar. Sus alas permanecían escondidas en algún punto de su espalda, el pequeño rubio supuso que era por lo estrecho del lugar.

El dragón comenzó a olfatearlo, al principio con desconfianza acercando lentamente su nariz a la cabeza del niño, luego bajó la guardia, destensando su cuerpo mostrándose totalmente inofensivo -en lo que cabía de entender-. Se incorporó lentamente buscando acercar su mano y acariciarlo. La extendió sin prisa, rastreando una señal negativa en el contrario, pero este no hizo nada. Con una luz verde en su mente tocó el puente de la nariz sintiendo la rugosa piel del animal, avanzó más arriba justo encima de los ojos explorando delicadamente. La gigantesca criatura en señal de gusto inclinó su cabeza pidiendo por más, el rubio lo complació.

De pronto, el dragón se inclinó hasta tocar el suelo invitando al niño a subirse sobre él. Emocionado lo hizo agarrándose de dos filosos huesos de los tantos que salían de su cuerpo, sin embargo, no se esperaba lo que sucedería después. Flexionó su cuerpo tomando impulso y sacó sus alas derrumbando las paredes laterales al extenderlas, el sacudeo que esto ocasionó asustó a Taehyung que se aferró con más fuerza a la espalda del dragón y este, tomando impulso, alzó vuelo.

El moreno cerró sus ojitos totalmente asustado mientras las sacudidas que ocasionaba el ser alado se incrementaban. El viento acariciaba sus oídos y enchinaba su piel provocándole frío encogiéndose en su lugar. Cuando el vuelo se tornó tranquilo, abrió los ojos. El atardecer le saludó proporcionándole una vista aérea de la tierra que tanto cuidaba y del cielo que tanto admiraba. Era hermoso. Completamente etéreo.

Una lágrima se escapó de sus ojos; un siglo de vida en ese cuerpo, más de miles de años consciente y, no obstante, parecía que nunca se detuvo a disfrutar aquello que lo rodeaba. Nunca apreció la belleza del mundo desde todos los puntos de vista de cada individuo.

Lloró muchísimo esa noche, como todas las anteriores, sintiéndose un tonto y con un gran vacío sabiendo que el dragón al que llamó Green estaría con él sólo por unas horas más. Lloró tanto hasta que sus ojos se hincharon y adquirieron un color rosado, notablemente irritados, secándose mientras se cerraban buscando dormir. Pero en ese hoyo de sombría soledad en el que se encontraba el dragón se acercó, lo abrazó. Con una de sus alas cubrió su pequeño cuerpo brindándole calor y protección. Extrañado y con el corazón afligido buscó su mirada. Green también lagrimeaba. En sus ojos también brillaba la tristeza, conocía su destino. Estaba consciente de que sólo eran él y el niño. No había más criaturas de ninguna especie. Y sabiendo que había una cuenta regresiva persiguiéndolos -atormentándolos- se aferraron al otro, aguardando lo inevitable.

The Last Of His Kind -Kim Taehyung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora