Capítulo 2.

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Cerré los ojos molesta cuando el chirriante sonido del despertador se coló en mi cabeza despertándome de mi agradable sueño. Juro que un día lo tiraré por la ventana y sonreiré mientras lo observo desaparecer. Menos mal que es viernes y mañana no tendré que levantarme temprano para asistir a otro monótono día de instituto. Aparté de mala gana mis cálidas sábanas azules y me levanté de la cama. Odio madrugar, y más en invierno.

 Diez minutos más tarde me encontraba envuelta en una toalla delante del espejo, la ducha me había despejado y ya no me movía como si fuera un zombie. Recogí mi pelo castaño en una coleta alta  y me vestí con un sencillo jersey verde y unos pantalones vaqueros. Mi mejor amiga Diana no tardaría en llegar. Eché un último vistazo a mi ordenada habitación antes de ponerme unas botas marrones y bajar las escaleras.

 El silencio reinaba en la cocina, únicamente el ruido de los coches y el silbido del viento al pasar entre los árboles parecían hacerle frente. La casa estaba completamente vacía. Mi madre pasaba la mayoría del tiempo trabajando en el hospital y mi hermano se había independizado hace ya un par de meses. Estaba sola, pero ya me había acostumbrado. Justo cuando guardé las llaves de casa en el bolsillo trasero de mi mochila escuché el grito de Diana desde la puerta. 

-         Como lleguemos tarde juro que te mato Helena, me da igual que seas mi mejor amiga –vociferó-. Sal ya.

Me coloqué rápidamente la mochila sobre los hombros y obedecí sus órdenes, encontrándomela con los brazos en jarras y con una mirada iracunda que se suavizó al verme salir. Diana era la típica adolescente malhumorada que siente que el mundo la odia, y por eso, ella odiaba a casi todo el mundo. Pero aún así era mi mejor amiga desde que se mudó a la casa de al lado hace diez años. Lo más llamativo de ella, aparte de su crispada personalidad, era su corta melena pelirroja que encajaba a la perfección con su piel pálida y sus ojos color café. Estaba bastante por encima de mi metro sesenta y cinco, y era todo curvas. No tenía nada de esas chicas pecosas y bajitas que te describen en los libros y aparecen en las películas. Comencemos a hablar sobre el fin de semana mientras caminábamos hacia el instituto. Diana iría a la fiesta que Colton Parks, un chico que está más desesperado por conseguir a una chica que un hombre en un desierto por conseguir agua, organizará en su casa aprovechando que sus padres estaban de viaje. Mientras que yo me quedaría en casa con la cabeza metida entre las páginas de un buen libro. No soy ninguna pringada, es solo que las fiestas de Colton no son de mi agrado. La última a la que asistí acabó con dos chicos con la nariz rota y llenos de moratones. Hablando de moratones, yo tenía uno y bien grande en mi brazo derecho gracias al frenazo que dio mi hermano ayer. Shawn prefirió tomarse a broma la situación, pero a mí no me hacía mucha gracia el hecho de que casi nos estrellamos contra uno de los chicos más peligrosos de mi instituto. Por no hablar de que ahora también pensaba que mi hermano y yo estábamos juntos. Puag. 

-         ¿Qué tienes ahora? –preguntó Diana mientras intercambiaba el libro de matemáticas por el de biología.

-         Lengua –respondí haciendo una mueca. La asignatura sería una de mis preferidas de no ser por la profesora Martin, la típica mujer cincuentona que está tan metida en la Edad Media que parece no enterarse de que estamos en pleno siglo XXI. 

-         ¡Suerte entonces! ¡Nos vemos en el descanso! –gritó mientras se alejaba por el pasillo rumbo a su próxima clase.         

Yo hice lo mismo, apreté el libro de lengua contra mi pecho y comencé a caminar devolviendo el saludo a algunos conocidos. La clase daría comienzo en menos de un minuto y yo aún tenía que ir al segundo edificio, más me valía darme prisa si no quería llegar tarde.   Cuando me encontraba a tan solo un par de pasos de la puerta del aula, recordé que había dejado mi carpeta en la taquilla. Genial, adiós a llegar a tiempo. Martin no te permitía entrar a clase si no llevabas todo el material, por lo que prefiero un retraso antes que perderme su ‘maravillosa’ lección entera. Volví sobre mis pasos casi corriendo, me faltaba el aire. Me apoyé sobre la taquilla para recuperar el aliento antes de abrirla y coger mi carpeta. El timbre había sonado hace un par de minutos y los pasillos estaban prácticamente vacíos. Respiré profundamente antes de cruzar el patio y subir las escaleras a trompicones. Solo llegaba tarde cinco minutos, con un poco de suerte la profesora se habría caído debido al peso de su gran moño y tampoco habría sido puntual. Di un traspiés y casi me di de bruces contra el suelo al ver a Derek Hyde apoyado en la pared justo al lado de la puerta del aula. Tenía la mirada perdida en el techo del edificio, en una postura relajada. Parecía no importarle llegar tarde, ya estaría acostumbrado. Lo ignoré por completo y alargué mi brazo dispuesta a abrir la puerta, pero una mano con un par de cicatrices en los nudillos se me adelantó. Dejó la puerta abierta para mí y entré a clase seguida de él, sintiendo las miradas de todos los compañeros en nosotros dos. 

-         Retraso para ambos –murmuró la profesora Martin sin ni siquiera apartar la mirada de la pizarra, en la que ya estaban escritos un par de ejercicios. 

 Murmuré un lo siento y me senté rápidamente al lado de Lucas, mi compañero en esta clase. Saqué una hoja y un bolígrafo nerviosa, y comencé a apuntar todo lo que la profesora decía. Prefería mantener mi atención en esto en vez de en los varios pares de ojos que me miraban con curiosidad. 

Cold as fire (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora