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Entelequia



El humo en sus labios se dispersaba lentamente, reflejando en su vacío entorno una soledad que no tardaría en ser erradicada por la gratificante presencia de quien se había vuelto tan indispensable en su vida, como si de un pequeño rayo de luz se tratara, evaporaba todos sus males y sufrir, justo como lo hacía la nicotina, sólo que esta se diluía y fusionaba con el viento de forma casi impecable, era bello de observar a su parecer, además de sentir como aquel chico castaño que le traía loco se asemejaba a uno de los mayores placeres de su vida, quería consumirle, muy lentamente, que jamás se acabase, poder sentir su esencia, su alma en sus labios, al besarle, y así soltar sin mucha prisa en medio de una neblina blanca lo que afectaba su calma, trayendo luego una paz impermutable que sólo Noir podía causar, era casi su don. A medida que pasaban los minutos no dejaba de sentirse nervioso, la hora se acercaba y realmente quería que todo estuviera de acuerdo a su plan, empezando por haber dejado una nota justo al lado de su cama dirigida para su chico, una carta quizás un tanto sencilla pero directa, aunque con pequeños detalles que consideró adicionar a medida que su mano se deslizaba sobre el papel, como un pequeño conejito que había dibujado rápidamente en una de las esquinas, además del "mon roi" que abarcaba todo el espacio.

 Quería referirse al menor con uno de sus motes favoritos, aún más en aquel día, donde pretendía tratarle como si de un mismísimo rey se tratase, aunque en su realidad, el chico no estaba alejado de ese concepto, tanto su personalidad como su bell...

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 Quería referirse al menor con uno de sus motes favoritos, aún más en aquel día, donde pretendía tratarle como si de un mismísimo rey se tratase, aunque en su realidad, el chico no estaba alejado de ese concepto, tanto su personalidad como su belleza eran factores que le dejaban embelesado, tan hechizado que apartar su vista de él era casi imposible, por ello fue todo un reto el haberse levantado temprano aquella mañana para escribirla y dejarla con cuidado sin despertar al castaño que tan plácidamente dormía.

 Quería referirse al menor con uno de sus motes favoritos, aún más en aquel día, donde pretendía tratarle como si de un mismísimo rey se tratase, aunque en su realidad, el chico no estaba alejado de ese concepto, tanto su personalidad como su bell...

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 las ganas que tuvo de quedarse junto a él, o de simplemente besarle fueron difíciles de contener, pero por el bien de su plan, debía partir pronto, organizar hasta los más pequeños detalles para que ese día fuera especial no era nada sencillo, la velada tenía que salir perfecta, su chico lo merecía, lo merecía más que nadie. Su mirada no dejaba de desviarse cada cuanto a la hora en su móvil, esperando impaciente a que el menor llegara, los segundos parecían querer torturarle tan lentos y eternos que sentía moriría de desesperación en cualquier momento, era increíble como podía sentirse tan nervioso, llegando incluso a pensar que existía la posibilidad de ser rechazado, o que el castaño decidiera no asistir a su encuentro, su mente intranquila no dejaba de idear escenarios positivos y negativos que terminaban generando una guerra que parecía no tener final alguno, su única salvación en ese instante y siempre sería la sonrisa tranquilizadora de su conejito, pero, en su paranoia, no estaba seguro de si la vería ese día.

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