—2019.—–¿Es que no lo entiendes? Tú eres lo que necesito. Tú eres lo que quiero. ¿Por qué no aceptas que te gusta un hombre? JiMinnie... Yo-entiendo si no quieres demostrarlo en público, pero por favor, no me hagas esto. Ya no soporto esto, ¿Entiendes? Hace tres malditos años que estamos juntos en un departamento. Hace tiempo comenzaste a dormir conmigo y cuando lo hiciste me sentí la persona más feliz del mundo. Pero, ¿Sabes qué? Necesito más que eso. Necesito que todo lo que me dices en las noches se cumpla. Necesito que en el día también seas así, me basta con un simple "te quiero". Estoy malditamente cansado de tu indiferencia hacia mí. Me voy, JiMin. Ya no soporto esto.– Sin más que decir, tomó sus bolsos y salió de ahí sin siquiera cerrar la puerta, dejando a JiMin perplejo y herido, con lágrimas en sus ojos y un suéter de YoonGi en sus manos.
Él ni siquiera sabía a dónde iría. No quería molestar a sus padres, y vivían lejos. Tenía poco dinero y no llegaba a pagar el boleto de un tren al menos.
–Maldito... Cabeza hueca.– Suspiró y se sentó en la parada de autobuses. Tendrá que ir en autobús y luego caminar hasta la casa de sus padres.
Todos los pequeños momentos se fueron por un caño. Estaba herido, no soportaba más guardar sus sentimientos.
Extrañaría a JiMin, pero era lo mejor.
Debía alejarse de lo que le hacía mal.
Sin poder soportarlo, dejó los bolsos en la banca y sobó el puente de su nariz intentando no llorar. Cuando el primer sollozo se escuchó, cubrió su cara con sus manos y lloró como nunca lo había hecho. Estaba herido, tenía frío y hambre y tenía miedo. Miedo del futuro. ¿Qué se supone que haría ahora? No puede cambiarse de universidad y el dinero no es suficiente para tener otro departamento. Tampoco tiene otros amigos a quienes pedirle alojamiento por un tiempo.
Está muy asustado.
¿Y cómo va a superar a su niño? Ese enano que se escurría en su cama en la noche y lo abrazaba con fuerza, contándole cómo estuvo su día y acariciando su cabello.
El viejo autobús llegó. Sus ansias incrementaron. El autobús frenó. YoonGi caminó hacia él.
–¡YoonGi!– Estaba por subir el primer escalón cuando un enano de cabellera negra saltó hacia él, haciendo que pierda el equilibrio y ambos cayeran al suelo.
–No te vayas, YoonGi. Por favor. Lo lamento, lo lamento tanto. Lamento no haberte hecho sentir querido. No te-no te vayas...– Sollozó negándose a separarse del cuerpo de su mayor, sin importarle que hayan caído en la tierra húmeda.
–Jóven, ¿podría subir de una vez?– Interrumpió de mala manera el conductor.
–No voy- no voy a subir. Disculpe.– Respondió con un hilo de voz por el nudo en su garganta. El hombre de cabellera blanca arrancó y se fue, dejando a los jóvenes solos y tirados en el suelo.
–Realmente... Viniste a buscarme.– Musitó y abrazó con fervor el cuerpo contrario.
–Vamos a casa, Yoonnie. Por favor. Necesito hablar contigo y necesito que vuelvas a casa.– Sorbió su nariz. Estar ahí no era molestia ya que eran altas horas de la noche y eran contadas con los dedos las personas que pasaban por la calle.
Se levantaron del suelo, tomaron los bolsos y caminaron en silencio hacia el pequeño departamento, el cual estaba a unas cuatro cuadras.
La cabeza de YoonGi era un lío. ¿Qué estaba haciendo? Él sólo está siguiendo lo que siente, no está pensando.
Minutos después llegaron. Dejaron los bolsos otra vez en la habitación y cambiaron su ropa por una más cómoda: polerones y pantalones de pijama.