Adiós

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Hoy me he dado cuenta de que el mundo es un lugar horrible en el que cosas horribles les suceden a personas que no se merecen sufrir tanto.

 Sin embargo, existen personas que son capaces de sobreponerse a su sufrimiento y ver el lado bueno, la luz al final del túnel, la salida. Estas personas están ayudadas por amigos y familiares que se preocupan por ellos, por personas que harían cualquier cosa por aliviar el dolor tomando una pequeña parte ellos mismos. Y eso está bien, porque gracias a eso estas personas logran reencaminar su vida y seguir adelante, ser felices. Son, sin duda, un ejemplo de superación personal que el resto debemos seguir, ¿no?

Pero, mientras que hay algunos que logran avanzar, hay otros que se quedan atrás, que se caen y no tienen a nadie al que le importen lo suficiente como para parar a ayudarles. Hay personas que, aun solas, sin ningún tipo de apoyo más que el de sus propias fuerzas, siguen y siguen luchando por ellas mismas. Estas personas, que no tienen tiempo para hacerse fotos y publicarlas para que todos las vean, que no tienen a nadie que grabe su esfuerzo ni que le dé palmaditas en la espalda cada vez que da un pequeño paso al frente, pronto son olvidadas. Nadie les recuerda cuando deciden rendirse, cuando la lucha es demasiado larga y dura como para continuarla sin un amigo que cubra tus espaldas.

Cuando estas personas se rinden, cuando saltan de una azotea o compran cinco cajas de ibuprofeno con la esperanza de que no duela, se les llama cobardes. Se juzga siendo conscientes tan solo del final del trayecto, se ignora el modo en el que, como aquellos que lo consiguieron, han luchado hasta que sus ojos se quedaron secos y sus manos agrietadas por el esfuerzo. Pero no lo consiguieron así que, ¿a quién le importan? Tan solo son lápidas al final del cementerio. 

"Si no hay nadie llorándoles es porque debían de ser personas horribles". "Se suicidó porque nadie le quería". "Pues era guapa, es una pena". 

Y al cabo de un mes todos les han olvidado. ¿Por qué? Porque nadie subió las fotos de ellos dándolo todo para levantarse del suelo, con lágrimas en los ojos y sangre en las rodillas, a una red social en la que, una vez la foto estuviera subida, una panda de hipócritas daría un "like", dejaría un comentario diciendo algo como: "Mucho ánimo" o "Eres una bella persona, con todo lo que te esfuerzas sin duda el mundo te recompensará", "Te mereces que te pasen todas las cosas buenas que existen", para luego seguir con su vida y no volver a acordarse. Porque en ningún momento tuvieron el apoyo que se necesita para sobrevivir en las dificultades. El apoyo que todos, independientemente de nuestra situación, necesitamos. 


Por eso hoy, consciente de que forma parte de este segundo grupo, sabiendo que nadie llorará por mi, sabiendo que nadie lo ha hecho nunca, digo adiós. Me despido, sin embargo, no de las personas que me ignoraron y se ríeron de mis lágrimas, sino de las plantas que me dieron oxígeno que respirar; de los animales que se cruzaron en mi camino, inocentes, desconocedores del mal que guarda este mundo; de las montañas y paisajes, de todas las cosas hermosas que he podido presenciar; de los sonidos de la naturaleza, los pájaros y el agua chocando contra las rocas al bajar hacia el mar. Me despido porque no sé si volveremos a estar juntos y, aunque me apene esta sensación, aunque sepa que seré conocida como una cobarde, aunque sepa que esto solo me convertirá en otra lápida al final del cementerio, cualquier cosa es mejor que un segundo más de sufrimiento.


¡Adiós!


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Cartas De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora