Prólogo

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El mundo. Este se ha convertido en un punto insignificante comparado al

resto del universo Antes los humanos hacían vida dentro de él, trabajaban

en él, luchaban en él, pero sobretodo lo destruían. Lo que respecta al resto

de los planetas la mayoría ni les prestaba atención, ya tenían suficientes

problemas en un planeta como para habitar otro más. Pero a pesar de todo,

la tecnología avanzaba, las maquinas cobraban vida, la medicina evolucionaba,

los transportes se volvieron aéreos, el universo cada vez era más pequeño,

las personas se volvieron simples objetos que producían muchas monedas,

los más fuertes e inteligentes se apoderaban de todo y los más pobres cada

vez caían más en la pobreza y en la desgracia.

Un milagroso día descubrieron un planeta el cual también estaba habitado.

Todo el mundo, lleno de euforia, esperaba la respuesta de los alienígenas a

la llamada de la Tierra. Para nuestra sorpresa, cuando contestaron en un

idioma irreconocible, los extraterrestres tenían la misma apariencia que

nosotros. Eran idénticamente iguales que los humanos, la misma fisonomía,

mismas células, mismos órganos... Durante siglos se creía que si se

encontraba vida en otros planetas serian o superiores o inferiores a

nosotros, pero nunca se creyó que podrían ser iguales.

Durante años estuvimos comunicados con ellos, intercambiando avances

tanto tecnológicos como científicos. Nosotros estábamos mucho más

avanzados en armamento, pero ellos nos superaban en medicina. Hasta que

un día, los dos planetas eran prácticamente iguales en conocimientos y

decidieron hacer un viaje, donde se reunirán las personas más importantes

de cada planeta en una nave aparcada en medio de ambos mundos. Todo el

acontecimiento se televisaba. El "oleotelevisor"-la televisión del futuro-

mostraba como las dos naves se acercaban y se unían. Dentro de ellas

estarían el presidente de asuntos exteriores, la persona más importante de

cada continente y la persona más rica de la Tierra, Theon. En la nave

alienígena no teníamos ni idea de quien iría. Todo parecía ir como se había

planeado, pero una acción fuera del guion también quería ser protagonista

en ese día. Cuando ambas naves se iban a separar, una gran explosión cobro

vida y destruyo un cuarto del planeta alienígena, nombrado Cronos, dejando

bajo ella un gran manto oscuro de cenizas.

Nadie sabía que provocó esa explosión, pero ahora Cronos era mucho más

pequeño y no podían habitarlo todos los extraterrestres que existan, así que

propusieron que se quedaran en la Tierra los que no podían vivir en Cronos,

hasta que se reconstruyera su planeta. Durante años han ido apareciendo

más naves alienígenas, han ido infiltrándose entre nosotros, han ido

ascendiendo al poder; han ido dominando a los humanos. Cuando nos quisimos

dar cuenta ya era tarde. Lo que los cronianos querían no era reparar su

planeta, si no invadir el nuestro. Y lo consiguieron.

Durante años hemos sido esclavos de ellos, nos hacen trabajar para ellos,

ser sus sirvientes en vez de los robots, ser sus amantes, su mano de obra,

su diversión... Y para una actividad más.

Una vez al mes reclutan a diez personas, de entre quince y cuarenta años, y

los envían a la parte oscura de Cronos. Nadie sabe para qué hasta que llegan

allí y ninguno nunca ha podido decirnos que les hacen allí porque nadie

regresa.

Para elegir a los reclutados es fácil. Con la lista de todos los posibles

candidatos hacen un sorteo y arrestan a los elegidos. Hace un día se hizo el

sorteo, pero casi nadie lo ve o no le presta atención. No sabes a quien le ha

tocado hasta que lo averiguas cuando entran en tu casa por la noche,

verifican que eres tú con un escáner de pupila -que por cierto escuece

mucho- y te meten en una nave atado por las muñecas. El trayecto es largo y

al final de este sólo puedes ver que te van a lanzar al espacio. Junto a ti

nueve

personas también son transportadas al cohete, todas ellas

desanimadas y sin esperanza de escapar. Cuando el cohete despega

desprende un ruido espantoso que parece que te vaya a explotar los

tímpanos y acto seguido, cuando atravesamos la atmosfera, tu cuerpo se

sumerge en el asiento y tus tripas te suben hasta la garganta. Después el

trayecto es normal, todo lo normal que puede ser que te envíen esclavizado

a un planeta donde nadie sale con vida, hasta que llega el aterrizaje.

Antes he dicho que nadie sabe nada de lo que ocurre después del sorteo,

porque nadie vive para contarlo. ¿Cómo lo sé yo? Seguro que ya lo sabes.

Porque yo estoy dentro de ese cohete.

Tiralda y la civilización perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora