El cohete sobrevoló la zona denominada ParteOscura del planeta. Después
de cinco minutos el cohete se estabilizo en lo alto de la atmosfera dejando a
los ocupantes tiempo para que se incorporaran de sus asientos. Nil no estaba
muy seguro si quería bajarse de ese cohete, por poco estable que fuera. A
través de la ventanilla pudo observar hectáreas y hectáreas de terreno
calcinadas. El mar besaba las orillas de una bahía que parecía intacta a la
explosión. Si no fuera por el paisaje oscuro y desolado pensaría que
estuviera en el paraíso.
Una voz que salía de un altavoz le obligó apartar la vista de la ventanilla y
centrarse en desabrocharse el mecanismo de seguridad. Las otras nueve
personas parecían que se les hubiera congelado la sangre y tuvieran que ir
despacio en todas sus tareas. La voz volvió a dar otra orden. Nos trataban
como si fuéramos robots a los que hay que hablar por frases cortas y
órdenes directas. Esta vez nos forzaron para que nos pusiéramos un
paracaídas.
-¿Para qué necesitamos uno de estos?- preguntó Nil a la pared- ¿No vamos
a...?
Antes de que pudiera acabar la frase, la compuerta se abrió dejando paso a
una larga caída hacia el mar.
-Si queréis volver a pisar la Tierra y salir de este horrible lugar- Nil puso
los cinco sentidos centrados en el altavoz- tenéis que traernos la esfera
roja.
-¿Qué...?- en un segundo el suelo se inclinó haciendo caer al vacío a todos los
esclavos.
El miedo y la adrenalina se apodero de cada molécula del cuerpo de Nil. Rodó
por la rampa hasta que cayó en una nube de Cronos. El viento y el frio
abrazaban su cuerpo haciéndole tiritar mientras buscaba desesperadamente
la palanca para abrir su paracaídas. Antes de tirarlos podría haberles
explicado cómo funcionaban los paracaídas, si quería que salieran con vida.
La playa estaba cada vez más cerca y él tenía menos tiempo para pensar
cómo podría salir de allí con vida. No sabía que le ponía más nervioso, si los
gritos de los demás pasajeros o que algunos consiguieran abrir su
paracaídas. Las nubes terminaron, ahora no se interponía nada entre Nil y el
agua. Cada vez cogía más velocidad y el ruido del viento chocando contra su
cuerpo se hacía más intenso.
Apretó la mano contra su mochila y pudo tocar algo que parecía una palanca,
pero sin control, empezó a rodar en el aire sin poder estabilizarse. Abrió los
brazos y las piernas en forma de estrella pudiendo así coger equilibrio y
estirar de la palanca. Una fuerte fuerza salió de su mochila pegándole un
fuerte estirón hacia arriba. Aunque consiguiera abrir el paracaídas antes de