PENSANDO SOBRE LA MARCHA
LÉELO CON UN CARAJILLO EN MANO A PODER SER SIN CAFÉ Y UN ECO DE CHARLESTÓN.
Después de tanto tiempo apetecía escribir. Lentamente emborrono estas hojas en blanco, de aquella libreta sucia y gastada que conociste. El trayecto del tren, como no, es un viaje del alma, ¿qué tendrán los trenes que te alejan del espacio pero no del tiempo, que al subirnos a ellos creemos que empezamos de cero? Necios pensadores de poesías. El tren tiembla y me hace perder la razón. Ya no te escribo a ti, o tal vez sí. Pienso a ratos que todo aquello que sucedió, tan inverosímil, fantástico, anecdótico, solo fue una larga y amarga canción cuyas notas vuelan cuando quieren por mi cabeza. Yo, la típica de hojas que vuelan a mi cama tan despistada porque está a mil cosas a la vez; aquella persona, la misma, la que se dio cuenta de que su libro estaba incompleto. Una sola hoja, media, media nota del vals que bailábamos.
Esa media hoja de aquel libro no estaba, recuerdo que la dejé precisa y exactamente en un rincón de aquella mi estantería roja, a rebosar de figuras, documentos, papeles y más papeles. A la izquierda junto a los cómics. No escribo esto porque busque alguna respuesta a todo lo que sucedió, incluso es mejor ser presuntos ignorantes a ciertas preguntas. La belleza fría del asombro es peor que la amargura ardiente de la incertidumbre. Y ahí estaba yo, buscando algo que nunca encontraría, al menos en este mundo. Pasaron dos o tres días, la verdad que después de la frustración que supone perder algo en lo que has trabajado, me tomé un descanso e intenté sin mucho esfuerzo recomponer aquella media hoja. Después de esos días encontré, justo en el mismo lugar donde desapareció, esto:
''Sabes que el mundo está lleno de infinitud, el azar lo gobierna, pero ojalá que encontrar el límite que separa la razón para hallarme junto a la decadente moneda, cara o cruz, de la vida. ''
Atte: Argo.
Todavía lo recuerdo, esas palabras le hicieron cosquillas a mi mente adquiriendo un significado más profundo. Recelosa por la presunta nota que creí que me habían dejado por error.
Fui a comentarle qué significaba eso. Mientras iba de camino me dio tiempo a observar más detenidamente la hoja de papel, pero ya no era papel. Fruncí un poco el ceño, reduje la velocidad hasta pararme totalmente en el primer peldaño de la escalera tosca y crujiente de nuestra casa. Revisé la nota, o el trozo de metal más bien, con las mismas letras. Pasé mi mano por encima, lo olí e incluso mordí y efectivamente ya no era papel. La verdad es que no le di muchas vueltas en aquel momento, hay veces que no es necesario encontrar una explicación para seguir. A veces solo hay que observar y sonreír como un niño ante las posibilidades que escapan de la rutina. En aquel tiempo estudiaba en la escuela, la verdad que lo escogí un poco al azar, después de dar tantos tumbos por la vida, de un lado a otro, de idas y venidas me quise, de algún modo, centrarme en algo que me llamaba la atención, como todos los demás.
Ya que sostenía el pequeño trozo de metal se lo enseñe a mis compañeros de piso y les pregunté por su opinión. No les dije que antes era un papel, a veces es mejor vivir en una locura experimental que en una realidad teórica y nada práctica, porque lo que has experimentado está ya hecho, las palabras se convierten en humo; estas palabras también lo son. No me contestaron gran cosa, como temía, ni siquiera se interesaron y me volví a la habitación sin dejar de observarlo. Era ya de noche y tenía que levantarme temprano por la mañana para entregar unos trabajos. Pensé que aquel trozo de metal con aquellas palabras no era mío, ni de nadie de aquella casa, por lo tanto, la única forma que había para que estuviera ahí, si realmente estaba, sería que se hubiera teletransportado o que hubiera un hueco en la realidad que dejase entrever cosas que aparentemente no vemos. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Tenía las manos frías, en pijama y con los ojos rojos de puro cansancio. Estaba intentando descifrar aquellas palabras. Quizás alguien estuviera intentando hablar conmigo, pero ¿por qué conmigo?, si no poseo un ápice de poder o influencia en la sociedad para que tuviera algún tipo de interés por mí. Decidí dejarlo justo donde lo había encontrado, en la parte izquierda de mi estantería roja llena de papeles, libros y documentos. Di unos pasos hacia atrás, expectante por si pasaba algo asombroso, pero nada. Caí rendida en la cama. Con las piernas cruzadas me quedé un rato en silencio. El metal relucía y golpeaba las paredes de la estantería. Con una luz tenue pero interesante. Chasqueé los dedos de las manos y de los pies al tiempo que bostezaba y me estiraba, acto seguido apagué la luz de la lamparilla que tenía en la mesita.
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Pensando sobre la marcha
SpiritualNuestro cerebro es el escenario donde se crea la realidad del mundo en el cual vivimos. Viajamos entre la frágil linea que divide el tiempo en presente pasado y futuro, en algunas ocasiones difícil de limitar.Intentamos crear la lógica de las cosas...