Hacía frío

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Estaba oscuro, se escuchaban ruidos y pisadas que a veces se encontraban con algún que otro charco a lo lejos. Simplemente una pequeña línea de luz dejaba insinuar la dimensión de la caja donde se encontraba. Hacía frío y notaba cómo unas gotas de agua gélida empezaron a caerle en la cabeza y resbalarle por el hocico. Se arrinconó lo máximo que pudo en una esquina y se acurrucó hasta llegar a encontrar un trozo de cartón medianamente seco por el momento. Y sin darse cuenta, se quedó dormido escuchando las pisadas ir y venir.

En la calle una madre y su hijo, que volvían a casa compartiendo paraguas, de repente su caminata se vio interrumpida porque el pequeño insistió en pararse a mirar en el interior de una caja de cartón mojada y apartada del andén. Al acercase pudieron observar más detenidamente que la caja tenía una especio de movimiento muy leve, tanto que ni el viento podía causarlo, y en el exterior unas letras escritas con rotulador negro y apenas visible por el color marrón del cartón mojado que decían: NO TENGO HOGAR. La madre aún no estaba del todo segura de lo que podría encontrarse si llegaban a abrir la caja, a lo mejor se trataba de una especie de broma o ya era demasiado tarde para lo que fuese que estuviera ahí dentro pero, para el niño no fue así, sin apenas pensárselo dos veces y menos aún esperar que la madre gesticulase palabra alguna o le diese tiempo a echar hacía detrás al pequeño, abrió las solapas empapadas de la caja. En su interior, una bola de pelo negra y blanca estaba en una esquina con la cabeza entre las patas y lo poco que se podía ver de sus ojos, cerrados.

- ¡Es un cachorrito! -Gritó el niño de la emoción. – ¿Mamá, mamá podemos llevárnoslo a casa?

- No sé cielo, papá también tendría que estar de acuerdo. -Respondió mientras frunció el ceño.

- Venga... Por fa... Si tenemos que esperar a que papá salga se habrá ido... o algo peor con el frío que hace. – Replicó el niño mirando a su madre fijamente con unos ojos de tristeza que en ese momento solo el cachorro que había dentro de la caja podría igualar.

La pequeña charla hizo que el cachorro que se despertará. Al principio se sintió desubicado, toda la oscuridad que le envolvía ahora era una escena iluminada con dos rostros que le miraban mientras hablaban entre ellos. No sabía muy bien lo que estaba pasando, pero el hecho de que la oscuridad a su alrededor hubiese desaparecido y ver que ya no estaba solo, fue un incentivo más que suficiente para abandonar la posición en la que estaba y acercarse a esas dos personas demostrando su alegría, pero sin darse cuenta de que lo hacía.

- Mira mamá... Le gustamos, nos está pidiendo que nos lo llevemos con nosotros a casa.

- Pero si lo hacemos ¿Quién lo sacará cada día? ¿Y le dará de comer? ¿Y lo llevará al veterinario cuando se ponga malo? – Le echó en cara la madre.

- ¡Yo mami! Te prometo que siempre lo cuidaré y lo querré – Muchas veces los "siempre" solo duran un tiempo, y en este, nadie dice que no fuese lo contrario.

- Cielo, por mucho que queramos llevárnoslo, vivimos muy lejos y no tenemos en que llevar a este pequeñín. – La madre no se daba por vencida en esa lucha que ya sabía que ni de lejos tenía las de ganar. Y así fue.

- Yo mismo lo llevaré en brazos hasta casa, lo pondré dentro de mi abrigo. – Le respondió mientras ya bajaba la cremallera de su abrigo para coger al cachorro y ponérselo entre el suéter y el anorak.

- No me hace gracia la idea, pero, se te ve convencido. Nos lo llevamos a casa, además no me sentaría bien si después de estar aquí lo dejamos en esa pobre caja pasando frío. Pero con unas condiciones; primera, has de llevarlo tú hasta casa sí o sí. Segunda, si al llegar a casa tu padre dice que no nos podemos hacer cargo, le buscaremos otro hogar. Y tercera, te has de hacer cargo de todo lo anterior que me has dicho antes, será responsabilidad tuya.

- ¡Lo haré!

- Pues adelante, cógelo, a ver si tampoco te muerde.

El pequeño cachorro que seguía en la caja sin entender muy bien lo que estaba pasando se percató de que una de los dos rostros se había puesto muy feliz y sin saber el por qué tenía que ver con él, lo notó. Cosa que hizo que su cuerpo se olvidase de que estaba entumecido por el frio y empezó a moverse de la manera que un perro te demuestra su felicidad.

El niño se acercó con miedo y emoción por partes iguales al cachorro que en esos momentos ya estaba moviendo la cola. Al ver la reacción del pequeño animal el hijo consiguió que la emoción venciese un poco al miedo por unos momentos. Le acercó la mano como le enseñaron hace poco, por debajo del nivel de la cabeza y siempre de frente. No creía que le fuese a morder, pero la posibilidad estaba ahí, hasta que el hocico frío y húmedo de del cachorro se topó con la mano del niño, ahí desaparecieron por completo todas las posibilidades que causaban ese miedo que quedó ahogado en las babas del primer lametón que recibió del cachorro.

Esperó sentado sobre sus dos patas traseras que se olvidaron del frio y la humedad del cartón para ver cuál sería el siguiente movimiento del que se le acababa de presentar hace unos instantes. Para su asombro el niño le puso una mano en cada costado debajo de las patas delanteras y lo elevó. Por un momento se quedó al mismo nivel que el del rostro que lo estaba mirando con una sonrisa de oreja a oreja y espacios entre los dientes, después sin apenas mover las manos de donde estaban lo agarró de tal forma para que pudiese quedar boca arriba una vez estuviera entre el pecho del niño y su abrigo, cerró un poco la cremallera para protegerlo del viento y madre e hijo continuaron su camino.

La oscuridad volvió para el cachorro, pero era diferente, la dejaba ver un rostro que tenía una sonrisa grabada en él. El frío desapareció para convertirse en un calor que ya daba compañía, y el ruido de los pasos se transformó en uno de los sonidos más relajantes que había escuchado, el ruido de otro ser cercano. 

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⏰ Last updated: Mar 15, 2019 ⏰

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El perro de la cajaWhere stories live. Discover now