Libro de cuentos.

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— Sang Lang. ¡Sang Lang! — Llamó Xie Lian contrariado, meciendo al inconsciente Hua Cheng quién dormía plácidamente sobre la tarea de escritura, la cual se suponía que debería estar haciendo en ese preciso momento.

Después de muchos gritos y preocupaciones, al final Hua Cheng abrió su ojo perezosamente, tallando el mismo mientras bostezaba cansado.

— ¿Ge ge? —

Xie Lian suspiró, tomando asiento a un lado de su querido demonio.

—  ¿Qué haré contigo? Ni siquiera avanzaste los personajes básicos que te dejé.

Los brazos de Hua Cheng estaban extendido sobre el desastre de papeles arrugados y desordenados. La pluma de escritura ya había caído al suelo junto a la tinta. Xie Lian recogió los pergaminos y les dio unos cuantos vistazos, notando que lo poco que Sang Lang había copiado parecía estar bien y comparado con la tarea anterior esta había pasado de ser un cero a un uno.

— Pero estaba cansado y es aburrido no estar con ge ge durante todo el día. — Cruzó sus brazos sobre la mesa y recostó su barbilla entre ellos, sin siquiera molestarse en fingir emoción ante su avance.

— Sé que te prometí estar hoy, pero surgió un...contratiempo. — Murmuró lo último por lo bajo. Al instante se sintió bastante avergonzado por las promesas que se vieron interrumpidas por problemas celestiales.

Eso sumado a las constantes oraciones de todos sus seguidores apenas le dejaba tiempo para descansar, aunque no era como si quisiera hacerlo tampoco. Todo el tiempo libre que tenía era dedicado al cien por ciento a Hua Cheng, ya fuera supervisando sus clases de escritura o haciendo una que otra cosa desvergonzada cuando ambos estuvieran extrañándose por mucho tiempo.

En estos momentos Xie Lian sintió su corazón encogerse ante la queja de su amado. Sin saber qué hacer, simplemente tomó las manos ajenas, para desconcierto del demonio.

— He sido irresponsable con Sang Lang. ¿Hay algo que pueda hacer para compensar mi falta?

Cualquier cosa que pidiera sin duda lo concedería como compensación, aunque el pensamiento de "dar algo" sonaba muy fantasioso.
¿Qué podría necesitar Hua Cheng en esa enorme mansión en la que residía, en la enorme ciudad que le pertenecía?

Al instante en que pensó mejor sus palabras; se sonrojó, agachando la cabeza hasta ver sus pies.

Hua Cheng al observar esto no pudo evitar sentirse realmente entretenido, dejó fluir una risa cantarina que atravesó todo el santuario Puji. Xie Lian cubrió su rostro con ambas manos, sintiéndose un poco más pequeño de lo que era.

¿De qué te ríes? ¡Sang Lang, no es gracioso! — Gimió aún más apenado, intentando acallar la risa cubriendo la boca de Hua Cheng con ambas manos.

Mas su risa tan solo se intensificaba con los segundos, sintiéndose bastante complacido de evadir las manos de Xie Lian. Luego de un rato de jugar de esa forma, tosió suavemente y habló:

— Perdonaré a ge ge si me lees la segunda historia del pequeño libro que encontraste hace mucho.

¿Pequeño? ¿Libro? ¿Qué libro?
¿Se refería a "ese libro" del que prometieron nunca volver a hablar?

...¿Acaso buscaba torturarle?

Xie Lian tosió, volteando la cara hacia la pared, y fingiendo no haber oído tal petición.

— Sang Lang... ¿Es en serio?

Hua Cheng asintió.

— Es la única cosa que quiero, aparte de su alteza, claro.

Caperucita blanca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora