una noche en el bar

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La oscuridad cubre el firmamento llenándolo de estrellas, aunque éstas se han convertido en un acto de fe debido a la nata de ebriedad que duerme en el cielo. La música ya tiene algunas horas que resuena entre sus paredes, los clientes del lugar apenas han empezado a llegar, las chicas se preparan esperando que la velada les traiga algo de dinero extra a sus bolsos.
La Dj está inspirada, auxiliada por su consola toca una y otra canción hilándolas con ritmo y suavidad, o estridente extravagancia.
Una mujer de tersa y brillante piel morena sube al escenario y su cuerpo se mueve candente, sus curvas se acentúan confundiéndose con la noche, con el movimiento de un felino, Sus manos son suaves y delicadas pero se aferran con fuerza a las barandas que se sujetan del techo.
La noche es grave, el recinto oscuro; apenas un poco de luz, una luz tenue y azul, se proyecta sobre ella, sobre su piel morena y su sudor de cristal.
Una canción comienza con los acordes de un bajo, con la voz del cantante que habla de ella, de su eterna delgadez.
Es su canción preferida, con la que le gusta desnudarse, mostrar su piel y ver lo estúpidos que todos se ven al contemplarla, al verla sonreír.
Sus ojos son un abismo, se cierran un poco, se vuelven un misterio impenetrable mientras observa a cada uno de los presentes, mientras sus pies se mueven agiles y sencillos; sus caderas agitan el mar y quieren destrozar la fuerza de los hombres, la resistencia, el orgullo. Su cuerpo es libre, el pelo lacio y negro es lo único que está atado con un cordón rojo.Se mueve como las hojas del viento, como un murmullo en las nubes, y es el sonido del bajo el que se le enreda en la piel; piel morena que hace soñar .
Es su espalda la que se curva, la que se levanta al compás que ella ordena. Es la dueña del mundo y, ante los ojos de los que la contemplan, nadie lo niega.
Sus pies descalzos caminan seguros,Se agacha junto a él, lo provoca, le muestra su desnudez, le coquetea, mueve las piernas acercándose cada vez más.
Él trata de tocarla, ella gira y se aleja con el movimiento de una sirena.
Su delgada sonrisa es maliciosa, son sus ojos, su cuerpo, piel y aroma una invitación a pecar. La canción agita las notas, avanza su ritmo mientras los sonidos se liberan de las bocinas. Ella se detiene, coloca los pies al fondo de la escena. Desliza los dedos entre sus caderas y la última prenda que la cubre; la acaricia despacio sin poder dejar de sonreír con altivez, como una reina mira a los condenados a muerte, como la canción que amenaza con terminar sus acordes. Y sucede lo esperado, lo ansiado: desliza sus manos y la prenda cae junto a ella; a sus pies queda mientras la oscuridad la envuelve, la cubre totalmente a la vez que el silencio hace del bar su morada.
No hay ruido, no hay luz, sólo sombras que cubren el cuerpo de mujer. Coloca la prenda en su lugar, la media luz nace de nuevo. Con calma se calza unas zapatillas y recoge el sostén que dejó abandonado a media canción. Mueve la cabeza de un lado a otro, sonríe fingiendo timidez. Se mueve traviesa por la pasarela hasta el borde y como casi siempre, al terminar el baile, baja despacio los escalones directo a la barra en lugar de salir rumbo a vestidores. Camina cadenciosa y altiva volviéndose a colocar el sostén que hace rato dejara caer y que arrancara más de un suspiro, un sueño y una ilusión, a cada uno de los presentes. Su cuerpo agitado y con sudor no deja de ser admirado y deseado en ningún momento.
—Dame un tequila, Sunny —ordena recargándose serena sobre la barra. La Dj reinicia la música, los embelesados hombres y mujeres parecen salir del trance en el que quisieran vivir por siempre, y continúan bebiendo torpemente de sus vasos.
Ella mira de reojo a su alrededor, apenas 5 clientes se dividen las mesas del lugar y piensa que no vale la pena hacer más por el momento, que ya vendrán otros. Pero aun así frota sus muslos entre sí, serpenteando la cadera una y otra vez; caderas y muslos que, con furtivas miradas, no pasan desapercibidos para nadie.
Sunny sirve un trago y a punto está ella de tomar el vaso cuando una mano, tapándolo, se lo impide.
No voltea a verla, pero ya sabe de quién se trata aun antes de escucharla decir:
—Sólo deberías de beber agua, Yuri, lo sabes. —Apártate, Taeyeon.
—Sabes lo que pasará si el jefe se entera de que estás tomando sin ser invitada por un cliente.
Además el trago no es para ti. —¿Y a él qué le importa? A mí no me vengas con historias de monstruos y hadas. ¿Cuál de estos “clientes” pidió tequila para tomar? Te aseguro que ninguno; lo quieres para ti, lo robas para ti —sonríe con sorna.
—Los días que comienzas a beber sin que alguien te pague los tragos, terminas mal, tirada por cualquier lugar, tendida en un sillón, desnuda sin importarte el mundo.
—Como si el mundo tuviera importancia. No me interesa nada, no me interesas tú. Deja que tome mi trago y no te golpearé, Taeyeon.
Élla retira su mano y con un gesto burdo de su cara, Sunny quita el shot del lugar, apenas unos centímetros, y con una actitud casi divertida, lanza unas palabras: —A veces me distraigo con facilidad, ya no sé si es la edad u otra cosa, o si nada más ya no le hallo importancia a este trabajo. Así que dime, Tae ¿quién te pidió el tequila? Taeyeon entrecierra los ojos y no se mueve un milímetro.
Yuri la mira con frialdad y sin más su mano se estrella contra la mejilla de Taeyeon . Un hilillo tenue de sangre se dibuja en el lugar del golpe. Se lo limpia con la mano, lo observa un poco, mira la mano de yuri, nota que su anillo le queda lánguido sobre su dedo anular, provocando que el chatón que sostiene una gema azul gire libremente, lo cual le propinó la rozadura en su cara. —Lindo anillo, aunque creo que te queda un poco grande. Si quieres lo mandaré a ajustar por ti,para ti. Conozco a alguien que se dedica a eso, trabaja bien. Y el día que te lo entregue lo colocaré en tu dedo con mi boca.
Ella se desliza los dedos por entre su cabello lacio, después la observa con esa mirada que Tae ha aprendido a interpretar muy bien.
Acto seguido le muestra su dedo anular donde lleva calzado ese anillo de oro que luce con orgullo desde hace mucho tiempo.
—Es hermoso, justo como tú —le dice Taeyeon a ella señalando su mano con la mirada. “Su delgadez hace juego con sus manos” —piensa.
Con su izquierda libera el anillo y lo cambia al dedo medio.
Taeyeon sonríe.
—Se te ve mejor de esa forma, Yuri, así, cuando me muestres tu dedo, admiraré la sortija con gusto, y no pensaré que lo haces porque estás enojada conmigo.
Ella lanza una mueca que simula ser una sonrisa… —Púdrete, Taeyeon. … y se aleja insolente con rumbo a los vestidores.
—Vaya que es de carácter, ¿verdad? —
comenta Sunny, acercándose al lugar donde está Tae.
—Sí, un orgullo de piel morena.
Demasiado arrogante.
—Y a la vez un poco violenta —la mira en complicidad—, tú sabes.
—No, no lo sé, ¿de qué hablas?.
Repentinamente una canción swing penetra el lugar con sus melodiosos acordes. Las miradas de Sunny y Taeyeon se clavan en la chica que maneja los controles de sonido y luces, quien por el micrófono, y dirigiéndose a ellas, anuncia con cierto sarcasmo en la voz:
—¿Qué quieren, chicas? La fiesta debe de animarse un poco.
—¡Quítala, hyoyeon! —ordena Sunny.
  La chica ríe y hace caso omiso de la orden.
De entre las cortinas sale una chica de cabello castaño y corto, ataviada de un corsé y lencería azul marino tornasol lleno de encajes. Con mirada desafiante a la cantinera, grita sin mirar al la  Dj: —¡Esa es mi canción! No te atrevas, hyo.
-Dios! —resopla Sunny  detrás de la barra—.
Espero que no termine tan mal como la última vez.
—¿Cuándo Fanny tiró las copas y botellas de los clientes? Sólo hubo un par de heridos, nada importante, apenas unas gotas de sangre. No te quejes —le anima.
Mira con un gesto irritado a Taeyeon, ella parece divertirse con las cosas que están sucediendo.
Sunny se retira y la mesera toma furtivo el trago que le sirviera para el
falso cliente, y lo bebe de golpe.
Hyoyeon eleva el volumen, Tiffany se planta en la pista y la fiesta comienza.
Canta y grita la canción los asistentes sonríen y tratan de seguirle el ritmo a su cuerpo, con timidez mórbida de sus miradas.
Fanny los mira divertida, los invita a bailar cantar ninguno lo hace pero todos muestran sonrisas nerviosas. Dentro del privado del dueño del lugar, el hombre regordete refunfuña algunas palabras, se molesta con la actitud de la chica, sabe que esa canción, esos sonidos y gritos indican que podría haber una fiesta alocada que haría que todo se saliera de las normas del establecimiento, que las chicas beberían de los tragos de los clientes sin esperarse a que ellos paguen por las bebidas que se cobran para ellas, que el inmobiliario podría resultar dañado y que todo lo terminaría pagando él.
Con brusquedad gira la perilla de su puerta y saca medio cuerpo.
—¡Tiffany, ven! —ordena lanzándole un grito a la chica que se divierte girando en su eje y siseando las caderas a un ritmo más sensual de lo que la música dicta. Ella lo ignora.
—¡Tifanny, te digo que vengas! —vuelve a gritar,vuelve a ser ignorado. —¡Ttiffany! —Tercer intento, logra al fin que ella lo mire coqueta y desafiante.
Le manda un beso de su boca maquillada de rojo carmín. Él, a punto de destartalarse por la ira, vuelve a gritar, aunque su voz esta vez tiene otro objetivo:
—¡Hyoyeon, quita esa canción!-   hyo, agacha sumisa la cabeza y hace lo que se le ordena.
Casi como un acto reflejo acaricia su mejilla derecha, donde surcan varias cicatrices deformando un rostro antaño deseado por hombres y mujeres.
Una andanada de silvidos  inunda el lugar.
Fanny se incorpora.
Su actitud indica que algo malo podría pasar.
—¡Ven acá!
—Es mi canción, no tienes derecho…
—¡Claro que lo tengo! Soy el dueño de este lugar, soy el que te contrató, soy el que te puede despedir.
—Eres el que le ordenará a  que vuelva a poner mi canción —exige con cinismo. —¡Estás loca! ¡Ven aquí ahora mismo!
Ella hace una mueca de enfado o enojo o tal vez diversión, toma por el cuello una botella de cerveza de una de las clientas que observa la escena expectante.
—¿Me vas a obligar?
—Yo… —habla—. “¡Dios, no de nuevo!” —piensa.
—Dime loca otra vez…
—Yo… —se muestra dudoso, su semblante gira, su cara tiembla, sus manos buscan el umbral para asirse a él
—. Es que debes comprender…
—¡Comprende esto! Con fuerza y gracia lanza la botella que apenas es esquivada por el hombre para estrellarse en la pared y salpicar el lugar con vidrios y cerveza.
La puerta se cierra de un golpe y se escucha el click de la cerradura.
Acto seguido, pronuncia el nombre de la Dj…
—Hyo… …y vuelve la misma canción a modularse en el lugar.
Ella sonríe y atisba a sus pies a la mujer que dejó sin su bebida.
Baja despacio de la pista sin apartar la mirada de sus ojos, se recarga en los hombros de la clienta, ella recorre la silla para que ella pueda acercarse más.
Fanny agita su cabello , corto hasta casi rozar sus hombros, su piel blanca resplandece en la oscuridad. Dobla las rodillas con sutileza y se monta sobre las piernas de la mujer, quien no sabe si tocarla o no.
Sus manos sujetan la cara de la mujer, los dedos le rozan la piel, sus manos llevan un anillo en cada dedo excepto en los meñiques.
Todos son plateados, algunos son simples, algunos llevan insignias en ellos.
Su boca se aproxima coqueta hasta la de ella
—Parece que desperdicié tu bebida,espero que no te importe.
—No, claro que no.
—¿Me perdonas por eso?
—Sí, claro, no hay problema —Trata de disimular los nervios que juegan a entorpecerlo todo.
—¿Y qué va a pasar ahora? —susurra.
—N-no sé —sonríe exaltada. Ella se acerca a su oído y le murmura:
—¿Vas a pedir más? ¿Pedirás para mí? Tengo sed.
—¿Quieres… quieres beber conmigo?
—su cara se ilumina, sus manos se inquietan, tiemblan.
Por un segundo su corazón se detiene, por un instante su aliento deja de fluir.
Ella le exhala su respiración en la oreja, su voz apenas ronca es candente y misteriosa.
—Sí.
Las manos de la mujer  se aferran a los muslos de Tiffany como el moribundo lo hace al último hálito de vida, y las cervezas no pararán de servirse en su mesa por el resto de la noche.

rosa y azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora