LA MEJOR DE TODAS

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 El jefe asoma su cabeza una vez más, se asegura que todo está en relativa calma, los clientes con sus sentidos embotados por el alcohol y las chicas, o por las chicas y el alcohol ese momento para ellos no existía nada más. Con un gesto llama la atención de Taeyeon, con otro más le pide que entre con él a la oficina. Tae obedece.
Entra, cierra la puerta detrás de ella y sin más se sienta frente al destartalado escritorio.
El jefe sirve sendos vasos de licor y le alcanza uno a ella. —¿Hay algo que  necesite? —pregunta Tae perpleja ante el acto de “bondad”.
Antes de contestar nada,  da un profuso trago a su vaso.
—Esa mujer está loca —señala a la puerta.
—¿Tifanny? No, sólo quiere divertirse, pasarla bien.
A fin de cuentas de eso se trata, ¿verdad? ¿O a qué otra cosa vienen los clientes a este lugar? Ella  sabe divertirse y eso les gusta a los hombres que se sientan para olvidar por unos minutos el tedio de sus vidas. —Ya me cansé de todo este juego, siempre sale algún tipo herido —señala con voz grave.
—Exageras, sucede muy poco y nunca ha sido nada que unas vendas no pudieran arreglar, además siguen viniendo, y siempre los tipos a los que enfurece la buscan.
Es como una droga.
—Te lo digo, está loca, absurdamente loca.
Un día de estos creo que me va a matar.
—Vaya drama que haces por algo sin importancia—ríe.
—¿Eso crees? Ésta no es la primera vez que me arroja botellas, ¡y no sería la primera vez que tengo que quitar las esquirlas de los vidrios de mi piel! —crispa los dedos con enojo.
Tae cambia su semblante, ahora su rostro se muestra severo. Se incorpora de su silla un poco, mirando fijamente el regordete hombre frente a él.
—Sabes que si quieres la puedes despedir.
Da un trago más a su vaso, Taeyeon lo mira sin emoción.—¿Sabes el motivo del porqué estás aquí? Es decir, ¿por qué te contraté?
—Porque soy la mejor en esto.
—¡Ja! —lanza una risa socarrona—. ¿La mejor qué? ¿La mejor mesera? Cualquiera puede servir una copas, sobre todo si a quienes le sirven no les importa lo bien que los trates mientras tengan sus tragos en sus mesas.
¿La mejor saca borrachos?, ¿la mejor guardia de seguridad? Claro que no, ¿crees que no sé que tú también bebes de mis cervezas y mis licores? En más de una ocasión te he visto salir casi al borde de la embriaguez —el aludido sonríe complacido y con sorna—.
No, Tae, distas mucho de ser la mejor.
Los mejores no están aquí, están en bares lujosos donde las chicas se pasean entre clientes con corbata, y donde los pasillos están tapizados de billetes verdes, donde hay galerías iluminadas de colores limpios y brillantes, salas con sillones, salones privados con puertas y camas con sábanas limpias, lugares que están llenos de clientes día y noche, y son gente que no escupe a la mitad del lugar. Y sobre todo, las chicas saben quién es el jefe y lo respetan.
—Las chicas de aquí te respetan, y en cuanto a los clientes sólo te digo una cosa: borrachos son borrachos y el alcohol igual destila por las paredes en el lugar en el que estén.
—Pero borrachos con clase que saben gastar y comportarse.
—¿Comportarse? Ni siquiera sabes lo que dices; son tipos que se ahorcan con sus corbatas, son títeres de oficina que anhelan salir a media calle y quedarse tirados por la ebriedad, que les gustaría sentirse libres, sin miedo, sin necesidad de nada en el mundo. ¿Qué pasa cuando aflojan su corbata?, ¿cuándo el alcohol los hace reír y comportarse como los tontos y peleles que en verdad son? Te lo diré: se convierten en cualquiera de los tipos que están allá, en tu “sala”, sentados en tus “finos” muebles de plástico y acero, de terciopelo roído, gastado y sucio. Y entonces anhelan ser lo que no son: sentirse jóvenes y creer que el mundo les pertenece, que ya no sufrirán, que serán conquistadores de mundos y mujeres… justo como cualquier perdedor en el mundo, justo como…
—¿Cómo quién? ¿Cómo tú? ¿Cómo yo? ¿Cómo estúpidos y simplistas obreros o patrones? —De un trago vacía más de la mitad de su vaso—.
Hablas mucho, sólo hablas y nada más. ¿Crees que eres la mejor? ¡Por favor! Cuántas veces te he visto sangrar en una pelea, cuántas tirada sobre tu sangre.
No, tú no puedes con este empleo, tú no estás hecha para esto. Sin embargo admiro tu tenacidad y terquedad. ¿Te hubiera gustado que dijera valentía? No eres valiente, eres terca, tan terca que no puedes ver cuando ya te  derrotaron, tan terca que no ves la sangre que se vierte de tu boca, de tus encías abiertas.
Puedes estar derrotada sobre tu sangre, sí, pero tu terquedad te hace levantarte y continuar una y otra vez. Eso te lo concedo: jamás te he visto perder una pelea, a excepción de la vez que aquel tipo te mando al hospital —su mirada se clava con sorna en la de ella—. Cuando vio que ya no respondías, te escupió y se alejó. Eso sí, con su propia sangre pululándole en el rostro, tambaleándose a casi un instante de desplomar su maltrecho cuerpo; pero lo vi, vi la lástima en sus pupilas: él no te mató por lástima.
—¡Qué quieres! —dice exasperada, levantándose amenazante de su silla.
El jefe dio unos pasos atrás ligeramente desconcertado, llenó su ,vaso otra vez y volvió a beber.
—¿Sabes por qué estás aquí? Sus miradas se cruzaron tratando de adivinar lo que cada quien tenía en mente, y Taeyeon  por fin lo descubría en sus ojos.
Con falso triunfalismo vuelve a colocarse en su asiento, no puede evitar un ligero gesto de alegría.
—Tiffany… —se recarga plácidamente.
—Sí. Esa mujer vino a solicitarme trabajo. Fue ella la que vino a mí, no al contrario. Al inicio era muy tranquila, sí, pero sólo bastaron dos noches, ¡dos, maldita sea!, para que comenzara a alocarse.
Para que mostrara ser lo que es. Tiempo después me habló de ti, me recomendó que te trajera al bar.
Me embrujó con esa voz de ángel en desgracia, con esos ojos grandes que lanzan sortilegios de luz y profundo color, y te hacen hacer lo que ella quiere. Caí en sus hechizos, y las botellas comenzaron a quebrarse en mi puerta.
Taeyeon  se incorpora nuevamente, mostrando más agudeza en la conversación. Sus ojos se afilan, la voz se le engrosa, sus manos se apoyan en las rodillas.
—La pregunta sigue.  igual: por qué no la corres.
El jefe vacía su trago de golpe, toma la botella y temblorosamente se sirve más licor. Los cristales tintinean al trémulo contacto entre sí.
—Si ella te lo pidiera… tú serías capaz de…  Taeyeon lo mira desconcertada por unos segundos, acto seguido lanza una fuerte carcajada, toma su vaso y bebe contenido de un trago.
Se levanta dirigiéndose a la puerta y sin mirar atrás dice: —Tal vez, Jefe, sólo tal vez.
—¡Taeyeon! —grita deteniendo su salida, pero no voltea—. No eres más que una simple mesera, yo soy tu patrón, y te lo aseguro: algún día servirás mis bebidas bajo el sótano del Diablo.
—No —voltea de reojo—; tú serás quien sirva las copas, yo estaré brindando con alguien más.
Cierra la puerta tras su partida y el hombre obeso la mira con temor por unos instantes.
Poco después bebe un sorbo de su licor.
—Es una tonta, la tiene hecha su títere. No es más que una simple y pequeñita mujer —refunfuña.
Se acerca a la puerta, mira el pomo de la cerradura como si fuera un preciado tesoro. De un movimiento gira la perilla más pequeña para encerrarse en su privado. Vuelve a su lugar, se deja caer en el sillón y finaliza su trago rápidamente. Mira el vaso vacío, mira la botella a medias, alarga su mano y los cristales tintinean por un rato más.

rosa y azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora