Prólogo

63 7 1
                                    

El mundo estaba acabándose. Podía ver cómo la gente, poco a poco, moría a mi alrededor. Cómo algo tan valioso- la vida- se extinguía de una manera tan rápida, que era casi imposible creer lo que estaba ocurriendo. Al igual que una llama de fuego que es consumida por el agua, el mundo estaba siendo consumido por una gran oscuridad. Pero no era una oscuridad cualquiera, no señor. Era la oscuridad, que consumía todo lo que encontraba a su paso- vida y más vida, como si esta ya no tuviera importancia. Las personas gritaban buscando a sus seres queridos, lloraban desesperadas porque el mundo estaba acabándose. Todos corrían en diferentes direcciones, pero todos con un mismo destino en mente. Se oía retumbar por todo el sector, a través de los altavoces, el lugar hacia donde debíamos dirigirnos: la fortaleza que había sido construida unos años atrás, cuando nuestro sol y su luz empezaron a extinguirse.

Ese fue, para algunos, el primero de muchos sustos que vendrían más tarde. Para otros- para mí- era la señal que advertía que tuviéramos cuidado, porque estaban cerca. Un fuerte ruido me sacó de mis pensamientos. Una explosión en el edificio central, el más alto de mi ciudad, inclusive más alto que un rascacielos. Mamá, pensé. Empecé a correr hacia esa dirección, con toda la fuerza que mis piernas podían ofrecer. No era una tarea fácil, dado que la fortaleza se encontraba a mis espaldas y el edificio central se alzaba unos kilómetros al frente de donde me encontraba, lo que hacía que tuviera que empujar a través de la multitud de personas que venían ,en sentido contrario al mío, para llegar a mi destino. Espero que no sea tarde, pensé. Mientras me abría paso entre el océano de personas a mi alrededor, la desesperación empezó a penetrar mis pensamientos. De repente, un ruido ensordecedor silenció todo, haciendo que la muchedumbre se detenga por cuestión de tres segundos. Otra explosión, pero esta con mayor intensidad. La universidad local esta vez. Papá. La desesperación aumentaba. Sentí una vibración proveniente de mi muñeca. Mi reloj.

-¿Papá?- contesté, reconociendo su tono de llamada. La pantalla de mi reloj mostraba un holograma que revelaba la imagen de mi padre.

-¿Dónde estás?

-Me dirijo hacia el edificio central. Voy por mamá.

-Bien. Voy a buscar a tu hermano. Conoces la rutina, Laila-asentí- cuídate, y cuida a mamá. Nos vemos en la base, y recuerda­­­- la conexión se perdió.

De la nada, una última explosión tomó lugar. La más fuerte de todas. Al parecer, era cerca de donde me encontraba, porque salí volando por los aires. Perdí la conciencia. ¿Por cuánto tiempo? No lo sé. Cuando desperté, todo era negro. Todo era silencio. Todo era oscuridad. Había acabado.

Oscuridad CaóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora