Parte 4

1.4K 228 37
                                    


El viejo cementerio, situado en un bosque repleto de árboles frondosos, nunca antes pareció tan lúgubre y terrorífico, como en este momento; Taeyong recordaba a la perfección su aspecto desolado, más no oscuro. Cuando hace dos años, Yuta y él visitaron por primera vez el suelo santo, era Halloween. Una fogata se creó allí mismo, con una cena poco convencional y poco saludable, con comida chatarra y refrescos enlatados en abundancia, pero el ambiente era de lo más animado, pues las pintorescas risas reinaban en el lugar, especialmente la de Taeyong, quien no se contenía cuando Yuta decía algo gracioso.

Tan extraño como sólo puede sonar una fogata a las veintitrés horas y en un cementerio abandonado, pero así fue como disfrutaron la noche. Al inicio, Taeyong quería demostrarle al japonés que era totalmente capaz de ir a un cementerio en la noche del treinta de octubre sin sentir temor, a pesar de ser un chico bastante asustadizo. Pero, a la vez creía fielmente que los monstruos o los fantasmas no existían realmente, sino que eran producto de la ávida imaginación humana, por esa parte era un poco escéptico. Y tal vez, en aquella ocasión no sintió miedo y pensó que finalmente había logrado superar sus ridículos miedos, pero estaba acompañado en todo momento con la persona que consideraba la más especial en su vida, aún lo hace.

Ahora era diferente, estaba enteramente solo. O eso parecía.

El bosque, tan extenso como sólo puede serlo, era apenas iluminado por la débil luz de luna, opacada por el cielo nublado, de nubes cargadas de agua y una lluvia a punto de desatarse. Este podría ser el perfecto lugar para extraviarse, si no conocías el camino de regreso. Taeyong lo conocía, así que siguió el largo sendero cubierto en algunas zonas por maleza crecida, hasta llegar a donde las lápidas permanecían inmóviles.

Y esperó un rato.

Luego escuchó unas pisadas, seguidas por una voz masculina a sus espaldas.

—Taeyong, viniste.

Se giró y pudo ver la sonrisa esplendorosa de Yuta.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó directo.

—Lo dije antes, ¿no? Nos vamos a divertir.

—Aún no me entra en la cabeza cuál es tu idea exacta de diversión. Sólo dime dónde está Doyoung y qué hiciste con él, o me veré obligado a llamar a-

Yuta resopló. —Tenía planeado un juego muy divertido, pero si me amenazas con llamar a las autoridades, me temo que no podrá ser y por ende, no voy a estar muy contento que digamos.

—Yuta —comenzó, antes de soltar una larga exhalación—, por el bien de lo que sea que tengamos nosotros dos, ayúdame a dar con Doyoung y después te podré ayudar a ti... ¿No quieres eso? Sé que hemos estado teniendo momentos difíciles, pero podemos superar esto, juntos. Sólo si me ayudas.

—Estoy perfectamente bien, ¿por qué no puedes entenderlo? ¡Me siento genial!

—¡Es que no me suenas perfectamente bien! ¡Entiéndeme a mí, por favor! —dio unos pasos hacia el otro, acercándose un poco más. Pronto acortó la distancia—. Me preocupas mucho, Yu —y dicho esto, selló sus labios en un dulce beso.

Beso que Yuta correspondió, desde luego. Movió su boca ferozmente contra la de su amante, hambriento de él, hambriento de todo.

El coreano habló, luego de que hubo terminado el contacto. Su voz, apacible. —Te quiero, déjame ayudarte.

El otro negó. La distancia entre los dos pudo haber continuado siendo casi nula, pero Yuta lo alejó. —Vamos a jugar —sentenció—. Tendrás que buscar a Doyoung tú solo, si tanto quieres encontrarlo. Cuando lo hagas, no puedes perderlo de vista, te lo advierto. Si lo logras, déjalo irse y vuelve aquí, y asunto arreglado.

L'appétit︱YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora