El estrés invade mi sueño. Busco la calma que podría haber quedado de aquellos tiempos en los que aún habiendo dificultades conseguía hundir mi cuerpo en el colchón, y tranformar la cama en un barco que se deja llevar por el tenue movimiento de las olas del mar.
En mi garganta he atado demasiado fuerte el nudo que hoy impide atravesar la barrera para llegar al descanso en su máxima plenitud...
No paro de pensar en el día de mañana sin aprovechar este momento de silencio, aunque, en mi interior no hay silencio, es más, al estar vacío se oye con un eco estremecedor cada pensamiento. Todo aumenta al estar vacío, todo.