Única Parte

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Quizá en algún momento de la noche su cerebro se había desconectado debido al alcohol o quizá había tenido un accidente y en este momento se encontraba en un estado semiconsciente, sufriendo de alucinaciones. Sí, tenía que ser eso. No había otra razón lo suficientemente cuerda que pudiese explicar lo que Sehun veía en aquel momento.

La música resonaba en el lugar, causando un vaivén de vibraciones que azotaban espectacular mente al objeto de su atención. Sus movimientos no solo eran ágiles y precisos, sino que además se movía con la gracia digna de una bailarina de ballet. Era totalmente hipnótico. Cada giro, cada movimiento con sus brazos y cada onda generada por sus caderas eran quizá el más poderoso afrodisíaco que alguna vez hubiese probado.

Su boca se sentía sedienta ante las provocativas muestras de piel canela. Aquel crop top ponía su imaginación a volar cuando se levantaba, permitiéndole ver la estrecha cintura del chico y también cuando caía, exponiendo aquella clavícula que quería morder y chupar hasta el cansancio.

Sus pies se movieron casi por inercia, acortando la distancia con cada paso. Necesitaba estar más cerca, necesitaba sentir que respiraban el mismo aire y por un fragmento de segundo así fue. Se encontró frente a frente con la mirada avellana y su respiración se detuvo, como si no fuese digno de compartir el mismo espacio que aquel chico. Sin embargo, su ensoñación fue cortada abruptamente ante la visión del hombre de sus fantasías corriendo despavorido.

- ¡JongIn!, ¡JongIn, espera!

Los gritos parecían no funcionar mientras corría detrás de él. Si alguien le hubiese dicho que vería a su socio –y amigo- en medio de un club gay de mala muerte y bailando así, se abría reído por horas. Kim JongIn había sido el chico más serio y heterosexual que había conocido en su vida, incluso había tenido alrededor de tres novias desde que se conocían.

Su ropa, su actitud, su porte... era un completo opuesto al copropietario de KiOh, la empresa que fundaron juntos al salir de la universidad. De no verlo o vivirlo, jamás lo hubiese creído.

Sus piernas se enredaron y tropezaron con el duro cemento a medida que agarraba el hombro de JongIn, llevándolo consigo al suelo. Las patadas y manotadas no tardaron en llegar a medida que el chico intentaba liberarse. Oh, tan solo si alguien decidiera pasar por allí en aquel momento estaría tan jodido.

- JongIn... Jong... ¡Detente ahora, joder!

La voz de Sehun salió casi en un gruñido mientras lograba sentarse a horcajadas sobre JongIn, tomando las manos del chico para apresarlas sobre su cabeza.

- Demonios, a veces puedes ser un dolor en el culo ¿No es así? ¿Qué estás haciendo aquí?

- Sehun... Solo déjame ir, por favor.

- Ni de coña. Tenemos que hablar.

- Esto no te incumbe. ¡Déjame ir!

- Vendrás conmigo a casa. No planeo dejarte ir aquí como si nada.

- ¡No quiero, no quiero!

Su corazón se rompió ante las pequeñas gotas de cristal que se deslizaban por las mejillas del moreno. Nunca había visto a JongIn llorar antes y ciertamente no es algo que deseara repetir. Cuidadosamente, Sehun le libero las manos y se levantó del suelo para ayudarle. JongIn se había reducido a sollozos mientras él le rodeaba la cintura con los brazos.-

- Respira, Innie. Respira. Te llevaré a casa y todo estará bien.

El silencio reinó durante el viaje de regreso a casa y si bien aquello no le gustaba a Sehun, era preferible a que JongIn continuara llorando. En ningún momento le soltó. Quería que se sintiese seguro y protegido entre sus brazos hasta descubrir qué demonios es lo que había pasado con su amigo.

Call me KAIWhere stories live. Discover now