Hoy es mi primer concierto y estoy bastante nervioso.Cuando era pequeño lloraba durante horas cuando no me salía algo bien.
Si me equivocaba en una nota o me salía mal, me enfadaba con migo mismo muchísimo.Ahora me río de mi, aunque intento estar lo más tranquilo posible, quedándose en intento, por que el tembleque de mis rodillas y el sudor frio no me lo quita nadie.
Esta va a ser mi primera aparición en público, con todas las palabras de la ley, es un certamen para jóvenes promesas, y si consigues pasar unas ciertas pruebas te ganarás un pase directo a Manhattan School of Music,saltandote las audiciónes previas que conceden la escuela.
Me he decidido por interpretar, la última rosa del verano, por Heinrich Wilhelm Ernst, un verdadero desafío que llevó practicando un torpe mes y medio.
Ya lo se, debería de escojer una pieza que conociese mejor y ya la tubiese dominada, pero esta me llama de tal modo que me da las fuerzas justas como para presentarme como un completo cara dura ante los jueces.Llevo en este auditorio desde las 7:30 de la mañana, el único auditorio en todo el estado, por lo que esta abarrotado de gente.
Llevo mi esmoquin perfectamente planchado sin ninguna arruga, agradecimientos a mi abuela,mi violin está afinado y mis nervios están a flor de piel.En una esquina hay una chica agarrada a un violonchelo llorando, mientras que la que parece su madre la consuela, a dos sillas de mi hay un chico arrancandose pelos de las cejas, lo que da un poco de grimilla y aparto la mirada.
Mis padres, mis hermanas y mi abuela están sentados en las butacas esperando mi pequeño debut y yo estoy detrás de bastidores esperando a que digan mi estúpido nombre.
Me levanto de mi asiento y voy a una maquina de bebidas que hay justo enfrente mía, saco una moneda de mi pantalón y la meto en la ranura, pido una botella de agua que me trago en menos de dos segundos.
Esta acción me relaja un poco pero aún así estoy nervioso, además de mencionar que soy uno de los últimos de la lista alargando este horrible sufrimiento.
Pasa por lo calculo una hora y media, en la que me he dedicado a andar de un lado para otro y escuchar la pieza en mis auriculares, y no es hasta que dicen mi nombre que extrañamente me relajo.
-Nathaniel Clark.
Sigo a la chica que ha dicho mi nombre, con mi violin en mano.
Paramos a un lado del escenario por detrás y puedo ver a mi familia hablando entre ellos, el auditorio es enorme y hay muchísimas personas por no añadir el imponente jurado que está en primera fila.
La chica me da el paso y entro en escena.
Allá voy.
Deseadme suerte.