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"Adicto al dolor, tu exceso de frío y de calor me están destruyendo, me estás convirtiendo en algo que yo no soy. Lo vuelvo a sentir, despiertas la peor versión de mí, me miento y me juro, me enfermo y me curo. Que oscuro mi amor... por ti."

Adicto al dolor- Camila.

Cuando pequeña solía escuchar escondida detrás de la puerta las numerosas y emocionantes historias de amor y magia que mi madre le leía a mi hermana todos los días antes de dormir, era algo simple y emocionante para mí, el colarme por el largo pasillo evitando feroces monstruos que querían evitar mi ágil y valiente escape para poder escucharlas. Todo empezó por accidente y se convirtió en una costumbre, amaba escucharlas y vivirlas en mi pequeña y fantasiosa mente. Idealizaba con cada narración un mundo mágico donde todo era posible, donde el príncipe iba al rescate de la débil e indefensa princesa capturada por un vil y horroroso dragón negro de cuatro... ¡No! Cinco cabezas, y cada una de ellas escupía distintas sustancias destructivas haciendo más peligroso pero emocionante el rescate.

Aquellos momentos, antes de dormir, eran la mejor parte del día pues, podía salir de la realidad y vivir la emoción de la aventuras. En cada cuento narrado por mi madre me veía como la protagonista, aquella considerada una belleza, inigualable y deseable.

Y me gustaba. Me fascinaba el imaginar que alguien arriesgase su vida por mí y me jurase amor eterno.

Experimenté la fantasía de toda niña, al desear a mi príncipe azul porque creía en el amor, era inocente a tal punto de la exageración, algo que fue creciendo conmigo y me llevó a la perdición, una perdición de la que temo pero me encanta. Aquella que me destruye pero me hace ser, esa que aunque me lastima, me hace bien. Pero no un bien saludable, es un bien que me atribuye la adicción; la adicción de ser tocada por sus grandes y venudas manos.

En el transcurso de mi adolescencia lo conocí y me sentencié a la primera mirada, sus ojos oscuros y su tenue sonrisa, simplemente, me atraparon, me hicieron nada y a la vez todo. El tiempo pasó y él se sumergió en mí, capturó mi ser, y sin verlo venir, me vi atada, corrompida y necesitada en la oscuridad de esta subterránea y desolada habitación.

Moví mis manos hacia delante pero el límite de la gruesa cadena cortó mi movimiento, mis muñecas aprisionadas estaban enrojecidas y dolían como nunca, mis puños cerrados se tensaron ante el ardiente y picante dolor del fuerte latigazo proporcionado en mi espalda, la cual se acerqueó inmediatamente. Múltiples gotas de sudor se escurrían por la mayor parte de mi cuerpo, mis ojos blanquearon de golpe mientras retenía mi labio inferior con fuerza al sentir el duodécimo latigazo en mi espalda.

¡Saz!

Trece.

¡Saz!

Catorce.

¡Saz!

Quince.

¡Saz!

Dieciséis.

¡Saz!

Mis piernas temblaron haciéndome caer en el frío y duro piso, mi cuerpo rígido se mantenía alerta en espera del siguiente golpe.

— Has sido una chica muy mala.— me encogí, toda mi estructura reaccionaba con solo escuchar su voz. Sus pasos hacían eco en el vacío sótano, el agua bajo su calzado salpicaba levemente, mojándome más de lo que ya estaba.

— H-Haneul...— sorbí la nariz y mantuve la vista en el piso—. Y-Ya no... ya no más, por favor.

—¿Por qué hago esto?

— Han...

— ¡¿Por qué estoy haciendo esto?!— sentí las lágrimas recorrer mis mejillas, mi labio inferior vibraba.

—Porque me amas...— sollocé.

— Ponte de pie- ordenó.

— P-Por favor...

— No me hagas esperar.

Obedecí a su mandato, me sostuve fuertemente de las gruesas cadenas para no caer una vez vuelvo a sentir el ardor en mi espalda, las lágrimas brotaban con lentitud al igual que las gotas que surcaban dolorosamente todo mi cuerpo.

Sentí su amor con cada golpe. La agonía y el dolor que me proporcionaba eran inigualables pero esa era su manera de amarme, de reclamarme como suya, de hacerme sentir única y especial como una vez lo deseé en mi infancia porque si, Min Haneul, es el príncipe azul que tanto esperé.

¡No más! ¡basta, detente!— sus manos siguieron golpeando el bate contra su cabeza una y otra vez, la sangre se deslizaba por el piso hasta la alfombra.

Limpió su mejilla con el torso de su mano.

¿Crees que ahora sí se calle?

Déjate caer en la oscuridad de los recuerdos, toma todo lo que creas cierto y vuelve a ser el demonio que conocí.

No me conoces, no sabes quién soy ¡deja de meterte en mi vida!

Conozco tus delirios, tus pecados, tu pasado, tus penas y tus placeres. Cada tramo de tu piel, lo que te hiere y a lo que temes. Te conozco mejor que nadie.

Sus manos se pasearon con seguridad por cada tramo de mi piel, sus labios besaron los míos, ahogando cada uno de mis gemidos provocados por las centradas y ásperas estocadas que me ofrecía con los movimientos de su cintura, poco a poco me hacía tocar el cielo con las manos. Me apresó en él y me hizo perder la conciencia de mi misma. Mi mente envuelta en la niebla del placer, mi cuerpo extasiado y servido a su merced.

Advertencia:

Esta historia contiene fuertes escenas de sexo, violencia, sadomasoquismo, vocabulario ofensivo, necrofilia y relaciones incestuosas.




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⏰ Última actualización: Mar 22, 2019 ⏰

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Adicto Al Dolor || Adaptación||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora