Capítulo 10

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El cielo se hallaba repleto de nubes, que avanzaban hacia la derecha gracias a los primeros vientos del otoño. Todavía no bajaban las temperaturas, aún parecía verano. En ciertos momentos, contemplamos fragmentos muy azules y los rayos del sol a lo alto.

El primer mes de nuestro último año de preparatoria se fue en tan solo un parpadeo. No estaba siendo lo suficientemente responsable en los estudios como debía; en mi vida sobraban las distracciones. Moon-jae era la principal de ellas.

Sentado sobre el suelo polvoriento de la azotea, con él recostado y apoyando la cabeza en mis piernas, observamos el cielo sin decir ni una palabra. Todavía sudábamos, las camisetas de nuestros uniformes permanecieron desabrochadas como nuestros pantalones.

Esos últimos días, cuando teníamos relaciones dentro del instituto, solíamos extrañar mi cama, que utilizamos todo el verano cuando no hubo clases por las vacaciones. Visitó mi hogar dos o tres veces por semana, sin avisar, todo con tal de que no perdiéramos nuestro hábito.

Sin embargo, nunca conocí a sus padres ni fui a su casa. Los míos lo conocieron, pero jamás se los presenté como mi novio. Ambos inventábamos que venía a jugar videojuegos conmigo, en la consola y la TV de mi habitación; la excusa más popular y simple que existía.

Colocábamos el seguro de mi puerta, encendíamos el televisor y la consola, subíamos el volumen casi al máximo. Dejábamos que el inicio del juego se quedase en la pantalla por largo rato, repitiendo la misma tonada mientras nosotros jugábamos a otra cosa bajo las sábanas.

Aunque hubiesen pasado meses de sexo constante, jamás me aburrí. Tampoco lo rechacé ni una vez en todo ese tiempo, ni siquiera después de encontrarme muy atemorizado por las cámaras de nuestra institución. Había algo en Moon-jae que me enloquecía, que me libraba de la inseguridad. Y que Moon fuese tan permisivo y hasta retorcido, provocó que yo rebasara ciertos límites que antes me eran impensables.

Él quería que lo nuestro se limitara únicamente a mi habitación y los lugares sin vigilancia del instituto. Muchos sabían lo que éramos, unos cuantos más lo que hacíamos, pero jamás nos hicieron preguntas y nosotros tampoco hablábamos de eso.

—¿Algún día saldrás del closet? —pregunté, sin dejar de mirar el pasar de las nubes sobre nuestras cabezas.

—No necesito salir de ningún lado —contestó con la misma calma—. Tampoco tengo por qué darle explicaciones a la gente. Solo vivo y soy.

Me gustó su contestación, por eso la guardé en mi memoria. Era como su lema de vida en la adolescencia. ¿La seguiría empleando pasados ya seis años? Ser vecinos tan cercanos de apartamento, pero tan lejanos en cuanto a nuestra interacción, confirmó mi interrogante.

Lo miré desde mi sitio, curioso por saber sus pensamientos. Me pidió que me moviera porque obstaculizaba su visión. Tenía más interés en el cielo que en mí. Y no fue nada más en aquel momento, sino siempre.

—Solo vivo y soy —repetí en voz baja, alzando de nuevo el rostro.

Nuestras pieles se enfriaron pronto. Ese día fue el último donde tuvimos relaciones, a plena luz del día, lejos de otras miradas. Un avión muy lejano pasó con lentitud, inclinado hacia arriba porque seguía en el despegue.

—Lo único diferente entre nosotros es la apariencia, porque somos tan humanos como cualquiera. —Raramente me hablaba de sus pensamientos y perspectivas—. Seres que respiran, comen, tienen una vida...

Entrecerraba los ojos, hablaba con lentitud.

—Seres que aman —completé.

Esa última semana, Jonah me confesó que le parecía extraña mi relación con Moon. Nunca nos vio juntos por el instituto, mucho menos melosos uno con el otro. Yo no hablaba mucho de él porque carecía de anécdotas que no girasen en torno al sexo. Francamente, era un desconocido para todo el mundo, hasta para mí.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora