XXV - Epilogue

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Dieciocho meses después

Hay un fuerte olor a alcohol en la oficina y Brian lo puede notar aún cuando su puerta se halla cerrada. Jenkins le ha enviado algo de comida de la fiesta. Es fin de año, y ahí siempre lo celebran hasta el amanecer.

Pero hace ya bastante tiempo que Brian no lo hace. Su estado de ánimo no ha sido el mejor desde hace ya varios años y pretende seguir así hasta la muerte.

O eso cree.

Tiene un punzante dolor de cabeza desde que se levantó por la mañana y aunque se ha tomado demasiadas pastillas para su organismo, sigue doliendo.

Y joder, le arde algo.

Jenkins ha parado de insistir en el momento en el que Brian se ha tambaleado, y eso es algo que el rizado agradece míseramente.

Su cordura no está bien, y lo sabe, pero prefiere pretender que todo está bien frente a los demás.

El sólo pensar lo que están ideando sus demás compañeros le enferma, porque puede o no que sea cierto. ¿Si quiere creer que “Roger está vivo”?

Es una total ridiculez.

Porque él lo vio morir, justo entre sus brazos…

—¿Tienes muchos locos que atender hoy?

De repente el ambiente se torna divertido, por lo que Cynthia ríe con ganas.

—Sólo a unos cuantos, ¿por qué?—termina de reír. Se miran fijamente hasta que la pelirroja vuelve a hablar.

—En mi casa, a las nueve. ¿Puedes ir?

No dice nada más y se marcha, dejando a Cynthia con una leve sonrisa en el rostro. Tornando sobre sus talones, mueve los pies hacia su destino inicial, puesto que Sydney la había parado para tener una pequeña “charla”, que en realidad terminó en una quedada para un cita casual.

Cuando llega recuerda sacar la tarjeta de acceso antes de estar completamente frente a la enorme puerta de hierro. Pasa la tarjeta por el identificador y éste enciende una luz verde, dándole paso. Cynthia empuja la puerta a la par en la que una franja que se transforma lentamente en un cuerpo que corre hacia la delgadez llamada colchón y se encoje allí, como un conejo asustado.

—Brian… Ya hemos hablado de esto. No debes ocultarte de mí, soy tu amiga y lo sabes.

—No es a usted a quien le temo, señorita Cynthia—responde con la cabeza aún presionada contra el colchón, en un acto de pereza.

Cynthia toma asiento en la silla más cercana que ve, ya que es la única, y lo mira con atención. Cuando Brian levanta la cabeza el silencio abunda de manera rápida.

—¿Soñaste con él otra vez? ¿Soñaste con Roger, Brian?

—No. Estaba en mi oficina… después de lo ocurrido.

Después de lo no ocurrido, quiere corregir Cynthia.

Porque nunca pasó realmente.

—Cuéntame, Brian—pide.

—Estábamos en el puente.

Es lo único que sale de sus labios, pero Cynthia lo comprende de manera inmediata.

—Comprendo… ¿Hablaron de algo importante?—vuelve a cuestionar.

Brian vacila haciéndose para atrás en su lugar y se dedica a mirar el suelo con ese constante tic en su ojo derecho. Luego, levantando la cabeza en alto y aún con los ojos fijos en el suelo, pregunta;

—¿Dónde está?

Cynthia suspira sencillamente rendida.

Ha fallado.

Otra vez.

—¿Dónde está quién, Brian?—pregunta aún sabiendo la respuesta.

—Roger… ¿¡Dónde está Roger?!—se altera de repente, causándole un pequeño susto a la doctora.

—Ya hemos hablado de esto, Brian… —entonces se levanta, dispuesta a marcharse de su lucha fallida, como ya ha hecho otras veces—Está muerto hace años, Brian, tú lo hiciste.

Él la mira como si no hubiese entendido una sola palabra de lo recién dicho y ríe.

Ríe tan fuerte que los enfermeros que pasan por los alrededores lo escuchan y miran en dirección a la puerta extrañados. Pero su risa rápidamente se torna en un llanto masivo.

—¿Qué… Qué hice?—pregunta totalmente quebrado, más para sí mismo que para la doctora.

Cynthia decide que es hora de marcharse, por lo que aparta la silla y saca la tarjeta que había usado para entrar en primer lugar.

—Llenaste tu estómago con las almas de inocentes. Ahora te toca pagar el precio.

Y se marcha.

Cynthia había intentado incontables veces sacar a Brian de la jaula del león, pero no contaba con que, en realidad, Brian es el león.

Recuerda cuando se lo asignaron. Fue hace ya… ¿dieciocho meses? Ha perdido la cuenta. Fue aquel día en el que recibió la terrible noticia de que se encargaría de Hannibal Lecter como Sydney lo llamó la primera vez que Cynthia le habló de las grandez “hazañas”.

Aún recuerda su rostro cuando le contó cómo descuartizó y comió los restos de su supuesto novio.

«—Por amor.» había confesado cuando le hacían el interrogatorio policial. Por supuesto que nadie comprendió a qué se refería exactamente.

Lo mandaron allí con la esperanza de que alguien se sacara la verdadera confesión.

No funcionó.

Tal vez porque en estos años no ha conseguido tener la confianza suficiente para realmente hablar con alguien, o tal vez porque Brian May es demasiado inteligente como para revelar su crimen.

Sea como sea, Cynthia se ha rendido.

Brian no pretende alejarse del dolor que le produce el acto cometido por su propia sombra. Y eso es algo que a Cynthia la exaspera, porque sabe que no lo puede arreglar. Recuerda a la perfección algo que Brian había murmurando y que posiblemente era la causa de tal cometido.

Roger ignoraba placeres.

ƎΛOꞀ ꞞƎ ⊥Ꞁ

Killer Queen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora