Capitulo 1

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Fue un leve recuerdo, el apenas tenía unos doce años, cuando vivía con su amado maestro. Si mal no lo recuerda, esa casucha ubicada entre los rosales de piscis esos que si son profanados por un cualquiera podría regar su sangre sobre estos y de paso perder su vida. Ese día su maestro mantenía una fiebre elevada, su vista se hallaba borrosa y su rostro demacrado era mucho decir que ese despojo de hombre era un santo dorado. Como buen alumno y preocupado por quien fuese su "padre" salió de su morada dispuesto a buscar algo para que esté mejorará, tenía que ser rápido por qué ya divagaba nombrando a un tal Luko, valla el a saber de quién hablaba, bajo a rodorio para seguido atravesar el pueblo a alta velocidad, y dirigiéndose a un bosque a las afueras del pueblo. La gente decía que ese lugar estaba maldito, dios por que todo lo desconocido está maldito o endemoniado, que no hay nada mejor que hacer en ese tiempo que andar maldiciendo cosas por la vida, o quemar brujas. Respiro hondo para seguir adentrándose, si el lugar daba miedo a simple vista desde fuera si causaba una sensación de repeluz por todo el cuerpo, pero él era Albafica, a secas en ese momento pero Albafica el alumno de Lugonis de piscis santo dorado de atena, y por seguidilla el próximo a portar la armadura, y no dejaría que su maestro que en aquel momento se hallaba débil y con alusinaciones muriera postrado en una cama, como tal un guerrero muere de pie o no?, La oscuridad inundaba de extremo a extremo el bosque, la poca y nada luz que atravesaba las hojas de los árboles apenas dejaban ver un pequeño sendero trazado con unas piedras camino por este dudoso a donde llevaba. Y si al final los aldeanos tenían razón, ese muerto lugar llevaba a las fauces de una bestia mayor, y si ya estaba dentro de la bestia y ni cuenta se había dado.
No era momento de flaquear, no ahí, no cuando su maestro lo necesitaba con tal urgencia, tomo en sus manos el dije que colgaba de su cuello y lo apretó con fuerza rezando " no hay nada más fuerte que mi voluntad y todo a de vencer" repetía una y otra vez, su trayecto dentro de el bosque se volvía más aprisionante. Hasta, a lo lejos alguien silbaba, que demonios paso ahí, era idea suya tal vez un invento de su imaginación, cuando delante de sus ojos su imaginación se hizo real un chico de tez morena y cabellos azules vestido con las ropas del santuario salía de entre los árboles como si nada pasará y silbaba alegremente, se le quedó mirando, cosa que al muchacho de tez morena no le hizo gracia
-- que tanto miras - pregunto con disgusto el chico de azulados cabellos
-- perdón, es que no espere encontrarme con alguien del santuario aquí
-- a si, pues guarda el secreto mi maestro me prohibió salir del santuario por un mes
-- por un mes -- eso era nuevo para él, quien no podía abandonar piscis desde que nació, a no ser de que estuviera acompañando a su maestro, él no salía de su jardín, prácticamente era una flor más para este.
-- si, Kardia callo por las escaleras y este llego rodando hasta géminis - prosiguió
-- y eso que tiene que ver contigo, por que sales castigado en todo eso
-- bueno digamos que se tropezó con mi pie que justo se interpuso en su camino, y si cierto enano cuatro ojos no me hubiese acusado yo saldría impune -- comentaba como si nada de eso fuera su culpa -- y tú qué haces aquí ?- preguntaba más relajado
-- verás... Mi maestro enfermo y estoy buscando unas plantas para que mejore
-- y viniste tan lejos, estoy seguro que si hablas con el caballero de piscis el te puede dar algunas
-- el es mi maestro - respondió al chico que lo miro intrigado, claro él caballero de piscis era reservado pero nunca imaginó que escondería a su alumno
-- qué raro - le dió vueltas al rededor de el menor
-- que cosa? - preguntaba al chico que no dejaba de escudriñarlo con la mirada
-- no imagine que es santo se piscis tendría una alumna, digo tuviese a una chica como aprendiz
El rostro de Albafica cambio de tonalidad, ahora sí que no estaba seguro de que oía sus oídos, le dijo chica, lo veía como una mujer -- eres bastante linda, a todo esto -- y ahora que era lindo, su rostro enrojeció, nadie había alabado su belleza ni nada en su vida, no sabía cómo debía interpretar un cumplido y menos que responder ante este
-- gracias - dijo, nervioso -- pero yo soy un chico - aclaro
-- un chico - volvió a mirarlo esta vez desde abajo hacia arriba -- no te creo a que no tienes pene
-- claro que tengo -- le discutió al mayor -- es más si quieres te lo mue... - que estaba a punto de decir, su rostro de enojo cambio a uno de timidez, tapo su boca y dió la vuelta, prefería huir de ahí y buscar las estúpidas plantas por las que se hallaba en aquel lugar, antes de poder corre su muñeca fue sujetada y detenido evitando que este escapara
-- está bien, te creo no necesitas mostrarlo -- decía con tono burlesco -- te ayudaré a buscar esa flor solo dime cómo es y la buscaremos juntos -- su mirada de altanero cambiaba a una más tranquila y que sonreía de manera modesta, asintió con la mirada y aceptó la compañía del muchacho con quien estubo horas buscando sus plantas, entre risas y juegos al final logro pillar estás, y al terminar toda su aventura, su maestro quedó casi de lado, como si en ese momento solo importante ellos dos. Era la primera vez que estaba tan cercano a un chico de su edad y mas conversaban de manera alegre entre ambos, descubrió que él a diferencia suya era dos años mayor y que su maestro era el patriarca, aparte de como adoraba a ese hombre quien lo saco de las calles y le dió un hogar, enseño a leer y a defenderse, y sin contar lo más importante, le dió de comer. También le contó que antes de llegar al santuario asaltaba a gente en los caminos y por ello tenía sus ojos acostumbrados a la oscuridad, a la misma vez muchas veces le había roto uno que otro hueso cuando no alcanzaba a huir después de sus asaltos, y como lo agarraban a patadas entre muchos.
Era extraño a pesar de tener una edad cercana y de vivir en el mismo lugar el jamás paso por nada de eso, su maestro lo protegió de todo y todos, nunca nadie se le acercó, nunca nadie hablo con él aparte se su maestro llegaba hacer algo aburrido por qué cuando él no estaba, se encontraba solo en todo ese amplio lugar protegido y cercado por las rosas. Su rostro mostró una mueca de soledad fue hay cuando el mayor le prometió que cada vez que su maestro no estuviera, el iría a visitarlo a la casa de piscis, fue algo que lo dejo conforme y con un sentimiento enternecedor, su primer amigo con quien poder conversar, reír, peliar, jugar y hasta desquitar sus problemas.
Con el tiempo Manigoldo le traía cosas de la aldea, muchas veces dulces otras alguno que otro regalo.
Cuando se enteró que el chico todavía no aprendía a leer, el mismo como Sage le enseño a él, le enseñaría a Albafica. Creía que podía ser necesario por lo que Sage le mostró la magia dentro de esos libros y el quería enseñarlo a Albafica, no era como Degel para estar todo el día metido dentro de uno, pero de ves en cuando uno era divertido a parte los oradores llevaban años de no subir al santuario a contar historias así que tal vez las podía leer.
Las veces que veía a Albafica, notaba como este crecía y se veía más hermoso, aunque ya no le gustaba que le dijieran y alabarán su físico, su maestro le enseño que un guerrero no se vale por sus encantos si no por su fuerza, así que todo elogio que recibía de otros caballeros era rechazado pero los de el ya caballero de cáncer eran bien recibidos es más hasta se le veía más alegre cuando esté los daba.
Pero a pesar de que él menor reconocía que empezaba a sentir cosas hacia su compañero de armas, este le confesó que después de tanto tiempo había encontrado el amor, se emocionó, su rostro enrojeció no esperaba que Manigoldo fuese el primero en confesarse, y menos espero la tajada en el corazón que le dió, se había enamorado de su maestro, este sentía cosas por Sage. En un momento intento convencerlo que solo era admiración hacia quien lo cuido por años y dió un hogar, pero este solo negó con la cabeza y dijo que sólo cuando estaba con el sentía su rostro arder y su corazón palpitaba con tanta fuerza que sentía que saldría, es más le dijo que era la primera persona a la cual se lo contaba y solo por qué lo veía como su buen amigo y confidente.
Con el corazón en su mano regreso a la casa que compartía con su maestro quien día a día empeoraba, aún así no sabía que más hacer, cuando fue a descansar este se abrazo a su maestro y soltó una que otra lágrima que quedaron ocultas en la almohada a su lado, se había enamorado de quien lo veía como un amigo, de quien lo consideraba de confianza de quien no debió conocer desde un principio y aún así no podía, hacer nada para cambiar su vida.
Meses pasaron, su maestro sucumbió por fin, y la causa de esto, no estaba cien porciento confirmado pero todo apuntaba a que su sangre fue envenenada y nada más y nada menos que por Albafica, su propio veneno existente en su cuerpo acabo con la vida de quien lo crío como un padre de quien vivió toda su vida con él.

Su mente dibago, su maestro quien poseía un veneno tan poderoso, como para acabar con sus enemigos, sucumbió por el veneno de su alumno, su propia sangre logro acabar con la vida de su maestro, eso solo lograba sacar como conclusión, si su sangre fue tan fuerte como para dañar a quien le crío, el solo roce con alguien que no posea ningún tipo de defensa ante este sería condena de muerte también para esa persona, al final si él se acercaba a Manigoldo corría la posibilidad de lastimar de muerte a quien más amaba, no eso no era lo que el quería no era lo que deseaba y menos quería. Desde ese día apartó a todos eso incluía al italiano del cual se enamoró, no permitirá que por sus deseos egoístas su amado fuera dañado

Y si Dios me odia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora