—¡Adiós, mamá! —gritó el pequeño Sebastián antes de entrar al colegio.
Primer día de clases de segundo grado. Sebastián corrió durante todo el recorrido desde su casa hasta la escuela, pasando entre el montón de gente que ocupaba las calles de la ciudad sin parecer importarle. No parecía cansarse a pesar de llevar apenas una hora de despierto, pues él era todo lo contrario a lo que el resto indicaba de sí mismos mediante sus miradas quejosas y somnolientas. Lucía fresco como una lechuga mientras la adorable brisa de los últimos días del verano lo saludaba. Estaba emocionado, su chispa parecía explotar incluso al compararlo con la actitud de otros niños de su edad. Por fin vería a sus amigos después de casi tres meses de unas largas, casi eternas, y quién no diría, aburridas vacaciones.
Sin embargo, para Sebastián no habían sido aburridas. Sebastián amaba pasar tiempo con su mamá.
Ella pasaba la mayoría del tiempo trabajando, yendo y viniendo por las interminables calles de la ciudad, tomando taxis, metros, recorridos largos que parecían no tener fin. Pero día a día se alegraba de llegar a casa y ver a su pequeño de ocho años allí, mirando la televisión recostado en el suelo, comiendo galletas, esperando a su madre.
Quizás podía estar cansada, bostezando a cada segundo, con dos grandes ojeras volcadas en su delicado rostro, pero nada de ello superaba a la felicidad que le daba ver al pequeño Sebastián.
—Adiós, hijo —los ojos castaños de la mujer comenzaron a derramar algunas lágrimas al dejarlo en la entrada de la escuela—. Ten un precioso día.
El niño volvió a despedirse desde la distancia, regalándole una sonrisa a su mamá. Sebastián era muy decidido. Jamás le tenía miedo a nada, razón por la cual fue de los pocos niños de su edad en entrar por su cuenta al colegio en lugar de ir de la mano de papá y mamá, lloriqueando y pataleando, rogando por no regresar a clases.
Ella estaba más que contenta con la actitud de su hijo y, segundos después de verlo entrar al compás que otros niños pasaban al lado de ella junto a sus estresadas familias, marchó a un remisse que había parado en la calle para ser trasladada a su trabajo.
A su agobiante, largo, y hasta quizás, duro trabajo.
“Escuela Secundaria Número 57, “Higher Abraham Bell”.
Directora: Horlacher, Amalia Constantina.”No era fácil manejar a cientos de adolescentes rebeldes el primer día de clases. Los primeros dos grados eran los únicos en ser conformados por criaturas pacíficas y aún aniñadas. A medida que los jóvenes iban creciendo, también se elevaban las formas de faltarle el respeto. Y eso, a Amalia, le parecía estresante. Como los cigarrillos. El olor a tabaco y el humo molesto se expandía por el ambiente desde los espacios más recónditos del establecimiento, haciendo entrar en ataques de asma a aquellos alumnos que no podían soportar aquel consumo desde lejos. No era sorpresa que el primer día de clases los alumnos más rebeldes hubiesen insultado a Amalia, tratándola de “vieja bruja” por solo ir a dónde ellos y obligarles a apagar los cigarros enfrente de ella, no sin antes ser también obligados a entregarle sus “municiones” y encendedores a los que jamás veían de regreso.
Los insultos le molestaron en sus primeros días trabajando en aquel lugar, pero tiempo después se preguntó a sí misma: “¿qué más podía esperar de una escuela secundaria?”.
Tanto sus amigos como sus conocidos le llamaban “loca” por haber elegido, entre tantas opciones, la escuela que tenía el peor reconocimiento de la ciudad. Sacarla a flote no era tarea fácil. Hasta ella misma se consideraba como tal, todas las mañanas, al ver su reflejo en el espejo del baño. Su rostro siempre amanecía igual que cuando se acostaba a dormir. Ojeras profundamente oscuras, labios pálidos y frágiles cual hielo, ojos hinchados dejando de lado la belleza que sus orbes enseñaban. Tampoco se podía olvidar de su cabello. Sus mechones rubios despertaban con espanto, ella bromeaba que lucía igual a Medusa cada mañana hasta que los dientes de su cepillo lograban espantar a las “serpientes de oro” que adoraban tomar su cabeza por las noches.
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Relatos de los Últimos Atardeceres [Spin-Off saga Almhara].
RandomUn noche, tan solo en una simple noche, una voz ronca y un par de ojos tristes les dio la bienvenida a un mundo el cual nadie jamás imaginó su existencia. Almhara, Tierra de Muertos, hogar de las almas que buscan descansar en paz y esconderse de las...