Capítulo 1

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Recuerdo el primer día que la vi llegar al barrio «la unión» de Santa Rosa de Cabal. Un barrio marginal ubicado a la orilla del rio San Eugenio. Desde su fundación en los años 80, había sido plagado de envidia, chisme, odio, delincuencia, homicidios, y personas deshonestas. El barrio siempre estuvo habitado por personas de estratos sociales bajos. Dado que se podían obtener casas y alquileres a precios muy asequibles para la mayoría de la población de bajos recursos de Santa Rosa.

Un barrio que contaba con pésimas calles, nunca habían sido pavimentadas, calles llenas de basura. Las casas estaban mal construidas por sus mismos habitantes. Esto se debía a la falta de recursos. Tenían que construir sus casas con los materiales más baratos.

Estaba habitado por personas de todas las edades. Lo único que tenían en común, era su falta de recursos. Personas muy pobres que apenas podían comer dos veces al día, tenían muy bajos ingresos. En este barrio había muchas «tienditas» en las que se fiaba a la mayoría de las personas, principalmente pan, harina y cerveza. Estas personas preferían dejar de llevar comida a la casa, por el simple placer de disfrutar unas cervezas con los amigos, dejaban la alacena vacía. Esto no era lo único que se fiaba en el barrio. Tenemos las drogas, muy consumidas por los jóvenes del barrio, las drogas eran muy populares entre los jóvenes. Debido a que las podían adquirir de forma fácil en cualquiera de las múltiples «ollas» (lugar donde se venden todo tipo de drogas ilegales. En estos sitios suelen recibir muchos medios de pago como: electrodomésticos, joyas, objetos robados o cualquier cosa que tenga valor). Casi todos los jóvenes del pueblo se dirigían al barrio para comprar y consumir drogas. Era el sitio perfecto, precios bajos, buena calidad y sus padres no los veían, ¿qué más se podía pedir?

Pues aquí viene lo mejor. Las llamadas «ollas» estaban ubicados en un sector del barrio llamado «la planta» (este nombre fue dado en honor de una planta de sacrifico que funcionaba en el barrio hace muchos años). Allí se comercializaba la mayoría de la droga del pueblo. A este lugar acudían jóvenes de todos los estratos sociales. Desde los jóvenes más pobres, que hacían lo que fuera para poder drogarse, vendían las cosas de su casa que tenían algún valor monetario o llegaban hasta el punto de trabajar para las mismas personas que los llevaron a la adicción.

Aquellos jóvenes no tenían la culpa de estar perdidos en el mundo de las drogas, la mayoría de veces lo hacían para escapar de su horrible realidad. No podían estudiar, tenían que trabajar en lo que fuera para llevar recursos económicos a su hogar. Sus padres alcohólicos no les brindaban ayuda económica. Esta adicción se adquiere en su época escolar, ya sea con sus compañeros o con sus amigos de barrio.

La persona que los induce a esta adicción, es el típico hijo de puta que les lava su débil cerebro de joven. Este tipo suele ser una persona cercana, alguien que ellos consideran amigo. Les dice siempre el típico discurso:

«Tengo algo que lo hará olvidarse de todos sus problemas, con esta droga se adentrara en un estado de relajación en el que los problemas no existen»

El joven cae llevado por el estrés, causado por los problemas en su casa, sus padres borrachos que se pierden por varios días. Los medios de comunicación impulsan el consumo de drogas con películas, música y series de televisión. Todo el tiempo nos están metiendo las drogas por los ojos. En este país el narcotráfico alimenta todos los políticos de derecha, es la razón por la cual no se legaliza el consumo de drogas. En este negocio hay una mano negra muy poderosa que tiene tentáculos en la política colombiana.

Amigo lector, si usted vive en Colombia, de seguro se ha preguntado:

¿Quiénes son los culpables de la drogadicción?

Yo me lo he preguntado desde que tenía 6 años de edad y vi un joven habitante calle, hasta el día de hoy lo recuerdo con mucha claridad. Un joven alto, delgado, cabello desgastado, piel morena, cabello largo, despeinado, rostro de calavera, ropa maltratada, llena de agujeros, zapatos rotos y mirada perdida. A pesar de su estado, el joven gritaba con mucha felicidad:

La vieja de en seguidaWhere stories live. Discover now