Capitulo 34: Pasta a la marinera

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Algo no iba a cambiar nunca en la relación de Alex y mía, y es que ambos podemos interpretar muy bien las miradas y los gestos del otro, a tal punto que nos podíamos comunicar a través de ellos, pero algo me quedaba claro, no era algo sólo nuestro, sino también de ellos, de Alex y Sam.

Esa forma de entornar los ojos, de levantar la barbilla y después bajarla rápidamente, era un gesto que utilizábamos sobre todo de pequeños, era como decir "ya está hecho", "travesura realizada", "espejo roto", "las paredes que hemos pintado las he tapado" o algo semejante, o eso era lo que podía significar conmigo, pero con Sam quién sabe, algo me decía que sí, que era lo mismo, porque cuando Sam entró por la puerta , ambos actuaron de la misma forma, es decir, se comunicaban por gestos acompañados de miradas.

Seguía poniendo la mesa mientras que papá cocinaba, estaba haciendo pasta a la marinera, era el plato que los tres hermanos teníamos en común que nos gustara, más bien nos encantará, pero de eso habían pasado más años de los que habría deseado.

Lo recuerdo como el plato estrella de las reconciliaciones, lo llamaba así porque cuando los tres nos enfadábamos, papá se ponía a cocinar para no estar en medio de nosotros y darnos espacio para pensar en que habíamos hecho mal, utilizaba una psicología de porquería para esas situaciones, porque en realidad nos terminábamos peleando más, solo que sin que él lo viera.

Bueno, ahora que lo pienso detenidamente, pocas veces estaba yo enfadada con los dos a la vez, casi siempre se enfadaban solo los chicos y era por las cosas más tontas del mundo, yo intentaba ser la mediadora, pero alguno de los dos siempre terminaba golpeándome sin querer. Ah, ahora lo recuerdo, sí que me enfadaba con los dos, pero era después de recibir algún golpe sin querer.

Lo importante de todo esto, es la pasta a la marinera, porque hacía de mediadora entre los tres. Mi pregunta a la situación venía ahora, ¿qué razón había para cocinarla?

Ninguno de los tres estábamos enfadados, ¿no? Alexander y Sam eran cómplices de algo, hablaban y se reían en medio de la puerta de la cocina.

Alex parecía saber lo que estaba pensando porque me miró y estrechó los ojos mientras sonreía, sin interrumpir su conversación.

Estaba más que descartado un enfado entre nosotros, al menos después de nuestro pequeño encuentro en la cocina en la que papá casi nos pilla.

Sam giró un poco su cabeza y al mirarme entornó un poco los ojos, sus comisuras se elevaron un poco, en otras palabras, me dio una sonrisa pequeña, de esas incómodas.

Sí, las cosas estaban tensas, jamas volveríamos ser los niños que eramos, y estaba claro que para recuperar la relación de hermanos... faltaba mucho, él se había vuelto un hombre, el alfa de la manada, tenía grandes responsabilidades, era frío y lejano, y yo... hacía crecido intentando tenerle a mi lado la mayor parte de los años, mientras que el me evitaba, por lo que ahora solo verle me producía cierto cabreo.

Mi Axelie de 10 años habría estado más que contenta de tenerle de vuelta en casa, cenando pasta a la marinera, pero la de 10, porque la de 17 estaba muy extrañada de la situación que vivíamos.

Termine de colocar los cubiertos, me aleje para ver la mesa.

Platos hondos y planos, vasos, servilletas, cubiertos, el corcho para apoyar la olla, y un jarrón con flores en el medio.

Las flores sobraban, así que lo quite y lo coloque en la estantería de los libros.

-Aun no entiendo el porqué de esta cena. - dije entrando en la cocina.

Sam y Alex me habían escuchado pero siguieron hablando, no lo hacían ni muy alto ni muy bajo, era el típico volumen que te impedía poner antena, no es que lo hubiese intentado, ajam.

El Lobo Dentro De Mi-  Imprimación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora