DE AZAHARES Y DE AZAR

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Decidieron el viaje esa misma tarde, lo tenían previsto para otra fecha y por diligencias pendientes en la capital, pero no tenían la relevancia ni inmediatez como lo presente.

Salieron de madrugada procurando hacer rendir el tiempo, había tanta cosa que hacer y conseguir que de no ser así; tendrían que quedarse más días de lo previsto y la madre no era muy dada a llegar de visita donde nadie,;ella siempre fue muy de su casa, del pueblo salía escasamente y por un acontecimiento extraordinario como ese. Por delicadeza se resistía a molestar en casa ajena aunque fuera donde su única amiga y comadre, el carácter parco y las maneras educadas de la mujer la precedían; temiendo ser inoportunas o incomodar. Hubiera preferido hospedarse en un hotel, pero se vio comprometida y a regañadientes aceptó; a decir verdad, lo hizo dado el cariño que la anfitriona profesaba por su ahijada. El escaso dinero que llevaba y el compromiso inminente de la muchacha con el novio, tan sorpresivo, de hecho, prematuro e inoportuno para su situación económica; ademas sin mucho tiempo para los preparativos de la boda; la obligaron a convenir, con agradecimiento y puntuales reticencias.

En el fondo le hacía mucha ilusión pero no lo mostraba, con sus emociones prefería ser discreta y en la soledad de su cuarto, alucinar imaginando la entrada de su niña a la iglesia, la solemne ceremonia, la fiesta sin precedentes, los elegantes invitados que llegarian desde otras latitudes a acompañar el festejo, los floreros de la iglesia y el salón a reventar de lirios blancos, cartuchos, tulipanes y azucenas, el fabuloso banquete que planeaba dar, el suntuoso vestido de su hija que esperaba no se volviera a ver en otro casamiento del pueblo, pero y sobre todo; la reivindicación social y moral que la vida le tenía ad portas dada su dedicación, el inconmensurable esfuerzo, el aciago destino superado que fue su génesis y sobre todo el sufrimiento compensado con abnegada devoción por años para sacar los hijos adelante; al fin tenía su recompensa.

Este compromiso, aunque prematuro y apremiante por sus connotaciones económicas e inmediates, llegaba del cielo en un momento coyuntural para llenar su espíritu de regocijo y con el alma pletórica de dichas, agradecía a Dios por tan oportuna bendición, apretaba ambas manos contra el pecho como queriendo aferrarse a lo que apenas mostraba sus aristas. Asumiría el reto de entregar a su hija mayor con la misma entereza con que la crio y sin escatimar gasto o esfuerzo; partiendo de la premisa que no contaba con un solo centavo, pero lo conseguiría a cualquier precio... Ver a su primogénita casada con un buen muchacho; cuyos sentimientos hacia ella eran indudables y que, en su muchacha, se cumpliera los sueños frustrados para sí; valió el precio.

Esto la hacía llenar de optimismo y renovadas ansias de vivir; ya que en la soledad de su infortunio creyó estar muerta en vida. Las huellas del doloroso pasado quedaron reflejadas en el gesto acerado de su mirada; endureciendo el aun bello rostro, la viudez prematura y el desarraigo plasmaron indelebles marcas repartidas en el carácter y el alma. El epitome de su trágico destino tocaría fondo cuando mataron a su marido, esto aunado a la pobreza que parecía aposentarse y no soltarla, el trabajo incansable a que se vio sometida para pagar las deudas que dejó el difunto como único patrimonio y que debió asumir, por eso de la dignidad. Esa que no permitiría que fuera enlodada, ni la honradez fuera puesta en entredicho como principio y legado a sus hijos.

Ahora el destino le daba un respiro, volveria a probar las mieles de la estabilidad y la fortuna, la veía asomándose tímida pero tangible, las mismas mieles cuyo paladar parecía haber olvidado degustar, entre las amarguras de su turbulenta y tortuosa existencia.

Se reconocía como una mujer creyente y piadosa, prendida de Dios sin ser rezandera. Por respeto a sí misma, a sus hijos y al hombre que amó y perdió, eligió quedarse sola, propuestas no faltaron de hombres que en nada desmerecen y que eventualmente le hubieran podido redimir; aliviando el rigor de los años postreros, la austeridad y el vacío, las cuales de plano rechazó, su duelo sería perpetuo.

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