Adam y Amy

1.1K 55 19
                                    

Entraste a la oficina dando un portazo, pero no me importó. Tu temperamento era una de las tantas cosas que amaba de ti. Tus ojos desprendía una furia que a duras penas podías controlar lo que te hacia gesticular con cierto aire teatral. Verte tan enojada, tan chispeante me encendía. Me recline en el sillón, cruce los brazos sobre mi pecho y me relajé para disfrutar del pequeño numerito que estabas montando. Mi gesto debió de enfadarte aún más, porque tu voz comenzó a elevarse casi volviéndola un grito agudo. Te dejé que te expreses, que te enojes aún más por el simple hecho de que esta es la única conexión real que hemos tenido desde aquella noche. Nunca me dejaré de sorprender como puedes despertar tanto en mi sin siquiera mirarme. El simple hecho de que existas me hace sentir muchos más vivo de lo que me gustaría aceptar.

 Desde entonces nuestras miradas rara vez se encontraron, y cuando lo hicieron duraron menos de una fracción de segundo dejando el ambiente con tanta frialdad que el cuerpo se me paralizo.

Al verme con una sonrisa en la cara, la cual no podía ocultar, le diste la vuelta al escritorio y te acercaste a mí, estiraste un poco el cuello y continuaste discutiendo. Tu perfume, tu proximidad hizo imposible que te escuchara y lo notaste porque mientras que puntualizabas una idea, dios sabe de qué me estarías diciendo, me clavaste el dedo índice en el pecho. Una y otra vez, buscando mi reacción. Cuando creí que era suficiente me puse de pie para dar por terminada la discusión unilateral que estabas manteniendo pero tú no querías dejarlo, asique volviste a insistir con tu dedo en mi pecho. Lo capté al vuelo y en ese instante supe que habia cometido un error, porque al hacerlo nuestras miradas se encentraron. Los recuerdos, los olores y las sensaciones bailaron en mi mente despertándome. Tú me observaste, presa de quizás tus propios recuerdos, te quedaste callada para luego tragar con dificultad.

Saliste de tu ensoñación, retiraste el dedo que aún tenía entre mis manos, como si fuera un pequeño trofeo, pegaste media vuelta y te comenzaste a andar, anunciando que la discusión no había terminado.

Te vi alejarte pero ya sin el paso tan seguro como hace unos momentos atrás cuando irrumpiste  en mi oficina. Entonces, ahora me tomo la libertad y te recorro con la mirada y me aseguro que jamás me cansaré de mirarte. Y como una alarma que suena en mi cabeza la veo. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente y me encuentro siguiéndote para alcanzarte justo cuando tenías tu mano en el picaporte. Coloco una mano sobre el borde de la puerta para que no puedas abrirla.

Te giras lentamente, algo atónita por mi cambio de estrategia. Pegas tu espalda a la puerta con precaución. Ambos sabíamos que una mirada, un gesto, un sonido nos liberará de esta prisión en la que nos encontramos metidos. Frunces el entrecejo por unos segundos, tratando de comprender que es lo que de pronto me ha sucedido, tiro del borde de tu pollera, la misma sobre la que te confesé entre otras cosas, lo loco que me volvía y que prometiste jamás volver a usa.

 Tú dibujas una sonrisa y te muerdes el labio. Sabes que te he descubierto. Que he caído en la trampa que has puesto, la de tentarme tanto que ya no pueda resistirme a ti.  Me acerco a tu boca sin tocarla y te digo "Tu empezaste" .Le doy un nuevo tirón al diminuto trozo de tela que te cubre y comienzo a levantarla de a poco, y ante el suave roce de mi mano tu muslo se eriza y aquello no me deja otra opción que hacerte mía otra vez. 

Me vuelco a tu boca con ansias, con un deseo tan profundo que casi no me deja respirar. Y te encuentro tan necesitada como yo, dejas escapar un pequeño suspiro que me produce un escalofrió. Nuestros labios muerden, buscan, piden y dan. Enroscas tus manos en mi cuello y con un movimiento ágil me abrazas con tus piernas a la altura de mi cintura. Sin ser consciente de lo que estamos haciendo, de lo que estamos repitiendo, de lo que estamos poniendo en juego te llevo sin despegar mi boca de tus labios hasta el escritorio y depositarte allí. 

Las dudas, las culpas, los miedos se disipan para darle lugar a la magia que hay entre los dos. Te acaricio y me lleno de ti por todas aquellas horas, días y años de abstinencia. Porque si antes me sentía agonizar al verte y no poder tenerte ahora que sé cómo sabes, como se siente tu piel y la mía, ahora es morir cada momento sin ti. Tu boca se libera de mis labios para acercase a mi oído y pronunciar cada palabra que desee escuchar entonces me desarmo frente a ti, con el corazón desbocado, te giré la cara para mirarte a los ojos y decirte por fin todo lo que llevo dentro de mí, pero el teléfono suena.

 Sé que no dejará de sonar hasta que no lo atienda asique lo busco sin quitar mi mirada de ti, porque me has hechizado, y aprieto el botón. La voz de mi hermano suena del otro lado y siento como el corazón se desgarra dentro de mí. Tomo el tubo de mala gana y te lo entrego para que puedas hablar con tu marido. Lo agarras con fuerza, cierras los ojos por unos segundos, inspiras y cuando tu respiración se calma te lo acercas al oido. Levantas la vista, tu ojos cansados dejan escapar una lagrima escurridiza que atrapo antes de que caiga y me alejo de ti.   

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 17, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Tú empezasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora