Jack y Sophi

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Tenías que mantener la mirada, ¿verdad? Iba a dejarlo pasar como siempre, pero esta vez tenías que mantenerla. ¡Sí! Me refiero a ese microsegundo adicional en el que entiendes que no se trata simplemente de "descubrirte mirándome", sino de que deseas que yo lo sepa. Entonces dibujas una sonrisa, discreta, de esas que casi pasan desapercibidas para los demás, pero no para mí. Es una sonrisa de satisfacción porque sabes que he comprendido lo que intentabas hacer. Así que, a diferencia de las otras veces (ya ni recuerdo cuántas han sido), me acerco a ti y te beso. Al principio es casi un golpe que te hace perder un poco el equilibrio, y esa era mi intención, porque quería que por un momento sintieras lo desconcertado y fuera de lugar que tu mirada me hace sentir. Luego paso la mano por tu nuca y te sostengo. Ahora soy yo quien sonríe, porque por unos instantes serás mía. Después vendrán los reproches, sé que te alejarás y asumirás ese papel en el que eres tan hábil, donde ignoras todo lo que te digo y me dices que malinterpreté tus señales. Que somos amigos y que JAMÁS... Sí, en mayúsculas, porque pronuncias cada letra de "jamás" con detenimiento, para hacerme entender que lo dices en serio y de manera contundente. Pero eso será más tarde, unos segundos más tarde. Ahora tus labios pegados a los míos finalmente se dejan llevar. Los recorro con soberbia porque te pertenecen a mí. Notó cómo ahogas un suspiro mientras respondes al juego que mi lengua propone. Te atraigo aún más hacia mí y sé que es uno de mis tantos actos reflejos territoriales que generas en mí y que no puedo evitar.

Espero el impacto, espero que tus manos me aparten de ti, espero con los ojos cerrados para que no te resulte más fácil. Pero ese momento no llega y, en cambio, esta vez siento cómo tus manos se deslizan por mi espalda, giras un poco más la cabeza y ahora eres tú quien se apodera de mí. Puedo percibir tu agitación y cómo respiras por los dos, porque yo no puedo hacerlo. Respiro con dificultad, de alguna manera me siento vacío, no queda nada más en mí, te he dado todo. Tomo un poco de coraje, me alejo unos centímetros y, frente a tu mirada inquisidora, te digo: "Tú empezaste". Tus labios dibujan una sonrisa y vuelves a besarme.

Tú empezasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora