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SETH

Estoy muy nervioso. Me repito una y otra vez que no debería estarlo, que en verdad no es para tanto, pero no puedo. Oliver parece tranquilo, incluso aliviado, y eso hace que me sienta más estupido aún. Es una maldita mierda tener que hacer esto, pero no tengo elección.

Será la primera vez que boxeo en un cuadrilátero, frente a tantas personas, apostando a favor o en mi contra. He practicado muchísimo, y creo que soy bueno, pero no el mejor. Probablemente hoy sea una mierda, pero al menos me darán dinero.

Últimamente nos ha estado yendo bien: administramos peleas, entrenamos con Joe, y hoy conoceremos a un par de boxeadores que están hace más tiempo que nosotros.

— ¿Vienes?— pregunta Oliver apuntando su cabeza hacia una puerta detrás de las escaleras.

He ido a la oficina de Joe cientos de veces, pero esta vez me siento incapaz. No sé di es porque he dejado de ser un novato, o porque temo que me miren como lo que soy: un niño asustado.

— Esto... tengo que ir al baño.— miento nervioso.

Oliver asiente:— Claro, te veo dentro.

Asiento y él me deja sólo, en medio del gentío. Todavía estamos lejos de la hora de la pelea, por lo que hay pocas personas. Sin embargo, no usaré el baño público. Cientos de personas, que vomitan y se descomponen, van allí. Es un desastre.

Decido que es mejor ir al baño privado que hay arriba. Subo las escaleras a paso precipitado, y escucho unos gritos. Me detengo en seco frente a un camerino, lleva el nombre "Frank".

— ¡Déjame en paz! ¡No eres mi madre!— grita una voz masculina y luego la puerta se abre.

El chico que tengo frente a mi me espanta. Es moreno, casi tan alto como yo, y esta cubierto de tatuajes. Me mira con el ceño fruncido.

— ¿Y tu que puta mierda haces aquí? Está prohibido que las perdonas suban.— suelta enfadado.

— Soy... boxeador.— digo intentando que no se note mi temor.— Soy Seth, soy nuevo, yo...

— ¿Sabes? No me importa.— me interrumpe y pasa junto a mí, caminando hacia las escaleras.

Me quedo ahí algo confundido, y entonces la puerta vuelve a abrirse. Una chica sale de ahí, y cierra rápidamente.

Es un flechazo instantáneo.

Sus ojos marrones me observaban inquisitivos, y me pierdo en ellos. Es la chica más hermosa que he visto. Su rostro es perfecto, su piel almendrada... Ni siquiera puedo decir algo. Olvido dónde estoy, como me llamo, todo.

— Lo siento, él... está estresado.— se disculpa, y hasta su voz es dulce y bonita.

Es bellísima. Parezco un idiota, pero no puedo dejar de mirarla.

— No hay cuidado.— digo nervioso.— Yo también a veces voy de malas, ya sabes... el estrés de estar aquí.

Sonríe y siento que me muero.

Dime Que Me Extrañas (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora