Capítulo final.

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—Hola, Sashá — saludó Tom de manera alegre mientras sonreía al ver el salto que había pegado la pelirroja, lejos de ellos.

—Q-que... ¿Cómo saben mi nombre? — tartamudeó, parpadeando rápidamente, y luego volvió su afilado rostro hacia una petrificada Aziza — ¿Así que eran ellos dos? Pequeña zorra... veremos que dicen en el colegio cuando se enteren, y ¿que dirán tus queridos padres?— amenazó con una sonrisita burlona y después se volvió hacia los gemelos, sonriendo con coquetería y poniendo una mano sobre su cadera.

Aziza quería gritar, quería advertirle y llevarse de ahí a Sashá aunque fuese arrastrándola de los cabellos, pero había perdido la voz...

— ¿Se divierten? — inquirió Bill, esbozando una maligna sonrisa.

—Es amiga mía...— logró decir Aziza— de casa...

—Qué bonito...— escupió Tom. El vampiro tenía la espalda muy recta y sus ojos ardían con un gélido fuego plateado.

La chica pelirroja no la desmintió, pero le dio la espalda. Sus ojos se habían quedado enganchados a las plateadas pupilas de los gemelos y sonreía bobamente.

—Qué bueno que Aziza trajo a una de sus amigas— dijo Bill con una vocecita inocentona— eso significa que podemos divertirnos por partida doble...

La mirada de Sashá vaciló y recorrió entonces los rostros que tenía enfrente con detenimiento. Los ojos de Bill estaban hambrientos y medio absortos en la nada, y los de Tom, que seguían escupiendo su fuego de plata.

— ¿Aziza? ¿Qué está pasando? — la chica de cabellos borgoña se sintió temerosa e insegura de repente. Intentó arrastrarse y volver con Aziza pero Tom deslizó un dedo bajo el collar de perlas que colgaba del cuello de Sashá y tiró con fuerza, obligándola a retroceder lejos de Aziza y Sashá emitió un sonido ahogado cuando el collar se tensó alrededor de su cuello; después la delgada cadena se rompió y hubo perlas casi doradas saltando por todos lados. Bill se lanzó por ellas con tanta avidez como si fuesen caramelos y se metió varias en la boca.

Y un instante después, Tom y Bill estaban a cada lado de ella, flanqueándole, empujándole hacia abajo como si quisieran hundir su cuerpo debajo de la hierba.

Los ojos aterrorizados de Sashá se encontraron con los de Aziza.

—Haz que paren— suplicó— no dejes que me hagan daño.

Bill sujetó los pies de Sashá deteniendo sus frenéticos pataleos, y los hizo parar con una sola mano.

La chica empezó a debatirse sobre la hierba. Sus ojos no se habían apartado ni un momento de los de Aziza, pero ahora le estaban contemplando con una expresión acusadora, y Aziza sintió una débil punzada de ira. <No te pedí que me siguieras> -pensó- <No les he dicho que te hagan daño> y en realidad no creía que fueran a hacerle daño. Pero ¿Por qué un vampiro tenía esa expresión tan expectante y al mismo tiempo tan despectiva? ¿Y porque había saliva goteando de las comisuras de los labios del otro vampiro?

—Parece muy dulce— dijo Bill.

—Déjenla— la voz de Aziza fue baja pero a la vez muy decidida—... es una chica legal...— dijo sin mucha convicción, y se arrepintió de haber hablado.

Tom sujetó a la pelirroja sentándose sobre ella e inmovilizándola con sus potentes brazos sin el más mínimo esfuerzo, y Bill se materializó de la nada a un lado de Aziza y ahogó el grito en una de sus manos mientras la inmovilizaba contra el tronco con la otra, mientras el roble rugía, impotente, adolorido. Bill acarició los labios de Aziza, esos hermosos labios tan pálidos y tan delicadamente trazados en cuyas comisuras se agazapaban el miedo y la preocupación y sintió como los labios de Aziza se tensaban bajo su dedo al comprenderlo al fin. Los gemelos eran terriblemente peligrosos, y estaban además terriblemente hambrientos.

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