Capitulo 1

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Se despertó sudando. Solo eran las dos y media de la madrugada cuando aquella insufrible voz volvía a sonar en su cabeza, despertándolo, como hacía cada vez que había luna, durante veinte cinco años, el sudor había empapado la almohada, y la sangre brotaba de su nariz. Se levantó, se puso las zapatillas, e intento llegar al baño a la par que pretendía dejar a un lado aquella voz que lo atormentaba y seguía por los pasillos. Al pasar por delante de la puerta de la habitación en la que su padre dormía ruidosamente, se pregunto si el, alguna vez había sentido de verdad la muerte de su madre.
Entró en el baño, se agacho sobre el bidé, y se observo en el espejo, un hombre de ojos azules, pelo negro, fisonomía demacrada, la cual demostraba síntomas de insomnio y mal estar, le devolvía la mirada, se seco la sangre, y volvió a la cama. Al día siguiente empezaría su nuevo trabajo y no podía estar dormido.
Se levanto, se vistió, y a las ocho en punto de la mañana fue hacia la cocina, su padre, le esperaba con el café con leche humeante encima de la mesa, y un periódico en el que enfrascaba su mente, como todos los días, salió de casa y encendió el motor de su flamante Lamborghini, lo tenía todo, como hace tiempo su madre, pero no era feliz, su padre se encargaba de que aun dándole todo lo que él podía desear no sintiera cariño.
Hoy empezaba su día como repartidor de pizza, solo dios sabía cómo acabaría. Alrededor de las 3 y media de la tarde, llego un encargo especial, era para la policía de la ciudad, así que se sin demora llevo aquel gran pedido a su destino. Al entrar en aquella comisaria le dio la impresión de que era inútil tener policías, además de no hacer bien su trabajo, no conseguían prestar el mínimo de atención a las pantallas y cámaras, o a los archivos. Los odiaba. No consiguieron averiguar quién la mato, lo único que se encontró en su lecho de muerte fueron restos de ceniza de un puro abano muy fuerte nada más. El caso quedo archivado y con el todo cuanto se llevo consigo, todavía recordaba aquella conversación, aquel tu lo hiciste, lo tenía atemorizado, que había sido su madre.
Era momento de buscarle una explicación a todo aquello, no podía vivir así, era imposible, comenzó por hablar con su padre, no sería tarea fácil pues este no se mostraba abierto a entablar conversaciones afables y abiertas sobre la muerte de su madre aun que así, lo intento.
-Papa, ¿podemos hablar sobre una cosa?- sabía cuál sería la respuesta, el gruñido fue indescifrable pero venia a querer decirle: si no hay más remedio... así que comenzó.
- papa no puedo dormir bien, esa voz me aterra cada noche necesito saber más sobre lo que le sucedió a mama-
Este respondió.
Hijo te lo he dicho cientos de veces- su voz sonaba irritada, y levantaba el tono de voz poco a poco - deja de preguntarme sobra la trágica muerte de tu madre deja a los muertos en paz- y allí se quedo la conversación.
Estaba claro que su padre no lo ayudaría, iría el mismo, cogió el coche y a pesar de ser una noche fría, y de ser muy tarde fue hasta la casa a ala que desde entonces nunca había plantado cara.
Le sorprendió ver que la puerta estaba abierta, las luces estaban apagadas y al igual que aquel día tampoco se podían encender, era todo muy extraño. Pero él no estaba solo, llevaba consigo aquella Indian Call. Aquella arma española sería su amiga, por si las cosas se tuercen.
El suelo se estremecía con cada paso que daba, las paredes se tornaban con sombras aterradoras; los muebles, tapados por sabanas, no presagiaban nada bueno. Se paro. Un ruido en aquella oscuridad, le helo la sangre, la respiración, se le quebró y empezó a escuchar, en la habitación contigua había una sombra que se movía. Hacia ruidos, no sabía que era, pero tampoco quería averiguarlo.
Dio un paso en dirección a la puerta. Esta, estaba entornada, así que asomo un ojo por la rendija, la opaca habitación no vaticinaba buenas vibraciones, cristales chirriaban en el suelo al caerse, en aquella habitación había algo o alguien rompiendo las ventanas, poco a poco fue abriendo la puerta, allí en ese punto el aire se viciaba y las manos, temblorosas y sudadas sostenían una pistola que no sería capaz de accionar. Abrió la puerta del todo, y un chillido espeluznante salió de la oscuridad, aquel pájaro hecho a volar y salió por la ventana por la que había entrado. De su pico salía sangre, y lo peor de todo es que no era un pájaro cualquiera, aquello era un buitre.
Las pulsaciones le subían temerosamente, un olor a podredumbre se filtraba por su nariz, algo no le gustaba, del armario del fondo, salía un olor purgante, nada que ver con el resto de la casa hay había algo en proceso de descomposición. Se acerco temerosamente, abrió la puerta lentamente y...
El cuerpo en descomposición cayó encima de él, este, semiapollado en la puerta se precipito al suelo al abrir las misma, los gusanos cayeron por su garganta y Raúl empezó a correr hacia la puerta, cuando el sobresalto le paso, se acerco, y observo que el difunto llevaba una seña de asesinato en la frente, con una estaca, clavado en su frente, se leía un papel que ponía:
- Tú la haces, tú la pagas.-
Aquella voz le perseguía, y parece ser que su dueño había vuelto a manifestarse, ¿tendrían alguna relación la muerte de su madre con la de aquella persona?, ¿Qué hacia esta persona en la morada de su difunta progenitora?, ¿seguiría aquí el asesino?
Los peores temblores y temores se apoderaron de su mente, agachado, salió de la estancia, pero el espejo del lado derecho de la puerta le revelo una mancha negra que se le acercaba por detrás, se dio la vuelta pero la espesa oscuridad no le dejo ver que le acechaba, miro al espejo, se volvió, y pistola en mano un hombre de cuyo rostro no podía observar por la oscuridad, le apuntaba a la frente, nada podía hacer, no tenía tiempo para sacar su pistola, para entonces sus vísceras podían estar por el suelo, apretaría el gatillo y todo se acabaría, el hombre solo artículo, una frase:
- no eras gran peligro, ahora, sí-
Tenso el dedo, preparado para matar, apretó el gatillo, y...
¿Suerte?, ¿un simple temblor? El caso es que la bala salió desviada hacia el cristal, que hecho añicos se esparcía por la habitación, al asesino no le quedaban balas, las otras 17 descansaban dentro del cuerpo de aquella pobre persona.
Raúl saco su pistola, pero el fratricida, había saltado por la ventana y se había escabullido entre las sombras, espero a que las pulsaciones recobraran la normalidad para emprender el viaje de regreso a casa, ya no estaba seguro, intentaría encontrarlo y matarlo, era el hijo de una víctima, y había visto a otra, no podía seguir con vida.
Se dispuso a salir de la habitación pero, encima de una mesilla al lado de la entrada, encontró una foto, una foto en la que había cinco personas, se reconoció a él, a su padre, y a su venerada madre, a las otras dos, no las conocía, pero aquellas caras y la de su madre, estaban rodeadas en rojo. Increíblemente una de las caras se le antojo muy familiar repentinamente, volvió sobre sus pasos, ahuyentó al buitre que había vuelto a su lugar de alimentación, y levanto la cabeza del difunto, ahora si conocía aquella persona, era, la de la foto.

Historia de un adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora