[Madeleine]
Bajo del coche con el móvil en mano en dirección a lo que creo que es una estación de autobuses. Nunca antes había estado aquí. La verdad, me da igual, como si es un prostíbulo; sólo me interesa el cartel que indica wifi gratis. Mis padres me han dejado sola en el coche como si fuese una mascota mientras buscan el hotel en el que nos alojaremos. No sé cuánto tiempo van a tardar, así que tengo que darme prisa en revisar mis redes sociales. No es porque se vayan a preocupar, tan sólo no les gusta que los desobedezca.
Como sea, ahora me dirijo a la puerta de esta estación en la que sólo hay un autobús. Tiene una pinta algo tétrica. Llego a la puerta y, sin prestar atención al cartel que me indica push, trato de abrirla tirando de ella. Mi nariz duele cuando choca contra el cristal. Me sonrojo y rezo mentalmente porque sea tan deprimente que no haya nadie dentro. Espero que no me hayan visto estrellarme de cara contra la puerta.
Hago otro intento, esta vez en la dirección correcta, y la puerta se abre. Pero no, todavía no puedo entrar. Un hombre, qué digo, no debe tener más de veinte años, aparece ante mí. Me siento una enana con mis diecisiete años y mi metro sesenta y dos.
— ¿Te apartas o tengo que hacerlo yo? — Hago lo que me pide cuando me doy cuenta de que me he quedado paralizada. Se va y cierra la puerta detrás de sí.
— Ahhh — Suspiro frustrada. Vuelvo a abrir la puerta y esta vez sí que logro entrar. El lugar está vacío, como suponía, mejor para mí, a excepción de unos chicos muy extraños en unas mesas de la cafetería al fondo. Una chica con la piel oscura, el pelo recogido en un moño y un top a juego con unos pantalones de deporte camina en mi dirección. Supongo que quiere salir así que le sujeto la puerta mientras me hago a un lado con la cabeza gacha.
— Hey, idiota. — Elevo mi rostro confundida. ¿Me habla a mí, en serio?
Mis ojos siguen la dirección de los suyos y no, no me habla a mí, sino al chico con el que me acabo de tropezar, que se ha quedado en la puerta fumando un cigarrillo.
— No me jodas, Aisha — bufa molesto y se voltea hacia mí. Siento que esto no va conmigo así que suelto la puerta para seguir con mi camino. La chica que creo que se llama Aisha me sujeta del brazo fuertemente.
— Tú no te vas — me ordena. Es increíble lo imponente que suena, aún siendo más baja que yo, siento que estoy siendo el centro equivocado de una pelea de pareja — . Ya sabes, Adai. Adelante. — El chico sonríe, pero no parece ni arrepentido, tierno o dulce, más bien parece malévolo.
— Como quieras. — Vuelve a posar sus ojos sobre mí —. Discúlpame. No era mi intención ofenderte. — Y ahora sí que se aleja dejándome boquiabierta.
— Emm, gracias — hablo al fin —, pero no tenías por qué hacerlo, en fin, no es para tanto, no me importa.
— Oh, claro que sí — el agarre de su mano se hace más suave y ahora entrelaza su brazo con el mío, provocando que la puerta se cierre de un fuerte portazo —. ¿Te han dicho que tienes una voz muy dulce? —Me quedo algo sorprendida e incapaz de hablar. Nunca nadie se había acercado a mí y menos había tenido contacto físico conmigo así de repente. Cuando digo nunca, es nunca —. Adai no es malo, sólo un poco grosero a veces. No siempre fue así, ¿sabes? Es mi mejor amigo, creo que desde que tengo memoria, que no es muy buena. —Suelta una risa por lo bajo. Sonrío algo forzada para no parecer borde. Sigo muy sorprendida por la situación de que una chica, bueno, como ella, me esté hablando a mí—. Lo siento, he hablado todo el tiempo. —Me regala una sonrisa hermosa —. Suelo hacerlo cuando nadie me para los pies, mis amigos me llaman disco rayado porque nunca dejo de hablar. No me has dicho tu nombre.
— Mad — carraspeo y vuelvo a pronunciarlo con más seguridad—. Madeleine, aunque suelen llamarme Mad.
— Encantada de conocerte y estos de aquí —abre sus brazos ampliamente y sonríe orgullosa. Ahora es cuando me doy cuenta de que durante este breve tiempo me ha estado guiando hasta la única mesa ocupada por tres chicos—, son mis amigos. —Seis ojos me observan fijamente —. Hablad, idiotas. —Le pega una colleja al chico rubio de su derecha.
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ADOPTADA POR MI MEJOR AMIGA
Teen FictionDesde que tengo memoria, Londres ha sido mi mundo. El bullicio de la ciudad, la elegancia de sus parques, el aroma de la lluvia que parece impregnar cada rincón... Londres es mi hogar, mi refugio, mi zona de confort. Pero a veces, incluso el lugar m...