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Bola de pelo andante


El pequeño gatito parecia hambriento, comia casi atragantado, con miedo y algo de pena el tazón con crema de leche tibia y un poco de pan mezclado en ella era una delicia para el felino.

-Vaya, Si que tienes hambre, pequeño~ -Era una mañana tranquila, bastante soleada, aunque habia algunas nubes por el cielo que dejaban un mal sabor de boca.-

Una vez que el pequeño terminó de comer este con una sonrisa ladeada lo tomó en brazos cuidadosamente

-Que pequeña ternura -Murmuró el solitario hombre en aquél departamento tan vacío-

El minino lamia los restos de crema que tenia por los bigotes, ya estando más tranquilo, miró el lugar en donde se encontraba.
Curioso intentó bajar de los brazos que lo tenían atrapado.

El hombre de cabellos oscuros lo bajó hasta el suelo para que el pequeño gatito vaya a explorar, y así lo hizo.

Un felino no más de 3 meses, con pelaje plateado y ojos verdes cuál vida, recorría un departamento mediano a salto de 3 patas, con continuos maullidos en busca de su madre.

Inquieto y curioso por saber donde estaba y hasta donde podia llegar, recorrió todo el lugar hasta caer exhausto nuevamente en brazos de aquel hombre.

Este último se habia alistado para llevar al gatuno a un veterinario.

[...]

Puertas de Sauco, paredes con colores cálidos y un suelo blanco llena de patitas de decoración.
Un aroma a perfume para ambiente se sentía en todo el sitio, agradable, pero le amargó el día ver la cola de espera para aquella veterinaria.

¿Acaso no hay otras veterinarias en la ciudad?

Pensó el hombre que llevaba a un felino en una caja de cartón.

-15! -Chilló una voz aguda de mujer la cual salia de una de las puertas, una anciana pasó junto a un perro poodle el cuál parecia salido de una pelicula de princesas-

Miró su número el cuál era 54, le dió a entender que era para sentarse a esperar, pero ni asientos habia ya.
Tenia la opción de salir eh irse a otra veterinaria, pero quedaban demasiado lejos de su casa, y con la suerte que tenia dudaba que entrara y saliera en un abrir y cerrar de ojos.

Por si fuera poco, comenzaba a llover a cántaros, esas nubes pocas nubes eran engañosas, los perros que habia en aquella veterinaria comenzaron a ladrar y aullar unos seguido del otro, por más que sus dueños intentaban callarlos, el dolor de cabeza no paró.

---Corazón de oro---

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