Otra pérdida

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Se adora ciego a un todo poderoso que dicta furioso que el cielo se caiga a pedazos, así se nos ha propuesto a este misterioso ser superior. Pecador llaman a aquel que curioso come la fruta del edén y pide clemencia la mujer que con gracia majestuosa y sonrisa temporal da la vida, escondiendo sus dones como si fuesen algo prohibido, algo que debe ser borrado, exterminado.

Dios piadoso, que golpeas amoroso con rayos de luz impura el frágil espíritu de aquellos que frente a tu indulgencia se han proclamado hijos tuyos, iluminados por tu paternal y ausente figura. Dios bondadoso, que callas cariñoso con acusaciones y promesas falsas a aquellos dulces pecadores que dudan timoratos de tu desfigurada palabra, perdidos en el humo bendito y letras brillantes, personas insignificantes y vacías, sin perdón o futuro ante tu imponente figura. Dios redentor, perdona los actos impuros de esos tus trastornados hijos, actos que justifican en nombre del amor que impiadoso reclamas por tuyo. Como si por derecho irrefutable te perteneciera, aún antes de que la criatura misma tuviese conciencia. Dios próspero, pide que sacrifiquen a los hijos de tus hijos una vez más para que se ahoguen en tu luz y se bañen en tu sangre, para que coman tu carne y beban tu ponzoñoso vino.

Mientras el niño se pregunta, entre míseros sollozos "¿Dónde comienza el dolor?" y yace su madre en el suelo, agonizando, presa de la ira del monstruo que ese todo poderoso le ha dado por padre. Marcada una y otra vez por el amargo dolor que adorna dulcemente sus lágrimas perdidas, llenas de una desesperación ausente, carente de gracia, poluta, indecorosa, indignante y repulsiva.

¡Oh señor! Que las plegarías de esa criatura lleguen como gritos a tus sordos oídos, deja que pierda la fe en esas tus casas, bastas, repartidas sobre la tierra. Que sus lágrimas manchen impetuosas las páginas del libro donde yace tu macabra historia. Permite señor que esa criatura muera lenta y pobre, carente de la bendición dichosa de esa tu mano milagrosa, ahoga sus plegarias como ahogas a esos tus hijos en banales y efímeras mentiras.

¡Mátalo señor! pero que muera creyendo que el pecador ha sido él y quémalo entre llamas de tu ángel caído, porque a pesar de todo no ha logrado ser lo suficientemente bueno. Dime señor ¿alguien podrá serlo? Redime por favor mis pecados, actos de los que no tengo recuerdo alguno, manchas en mi ausente conciencia que nublan mi voz de la razón. Espera a que vuelva a tus brazos llorando y suplicando por un nuevo corazón, dame uno más grande para poder así llegarte a amar como tanto lo exiges.

Bendito entre los hombres envía, de nuevo a tu hijo para que redima con sus actos a estos los desterrados hijos de Eva, descendientes de Adán, pecadores como Caín, crédulos e inocentes como Abel. Despoja de dignidad a la mujer divina, perfecta en sus armoniosas proporciones, milagrosa y repudiada creación tuya ¡Desmiéntelos! que Magdalena no pecó, que fue amor lo que entregó.

¿Comerán tu dulce y tentador fruto de nuevo? ¿Los perdonarás de así serlo? ¿Dejarás que pisen la tierra prometida? Dime si aún queda algo por lo que valga la pena seguirte ¿o es acaso pecado mortal cuestionar tu autoridad? Ciega mis ojos con lágrimas de arrepentimiento, ensordece mis oídos con tus dulces caprichos, quítame el tacto para que no vuelva a sentir el dolor que tanto placer te produce ver, calla mis cantos con alaridos de súplica, por gracia, por perdón, por ese nuevo corazón.

Llévame señor, ábreme las puertas del cielo para arrojarme después a las brasas de tu ardiente infierno, haz de mi estancia en este mundo algo irrelevante y sin sentido, deja que me hunda en ese mundo tuyo, tan lleno de dolor, tan lleno de tragedias, tan lleno de ese tu peculiar amor. Pinta con sangre inocente mi pulcra y blanca toga ¿No lo has hecho ya? Dime si todas esas personas merecían morir, tú que todo sabes y nada temes, que futro atroz les deparas, ¿cuál es el motivo de su dolorosa ausencia? Por qué te llevas a aquellos tan jóvenes, sin que vean aún tu obra completa, tu mundo maravilloso.

Antología de un mundo caóticoWhere stories live. Discover now