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Kagome se encontraba frente a la puerta de su vecino, quien le había puesto un WhatsApp para ver si podía pasarse por su apartamento un momento. Ella no tenía ningún problema en hacerlo, así que se había vestido con ropa cómoda y ahí estaba, a punto de tocar el timbre. La verdad es que le picaba demasiado la curiosidad por saber cuál era la razón por la que la llamaba, no tenía ni siquiera una pista. Observó la puerta de madera igual que la suya, con el número del piso, una mirilla y una placa en la que se decía que ese era el apartamento del abogado.

Durante el poco tiempo que llevaba allí, si se había dado cuenta del tranquilo y constante vaivén de gente por las escaleras que luego tocaban el timbre de su vecino. Menos uno, que tocó el suyo por equivocación y tuvo que salir para explicarle que el abogado estaba en la otra puerta. Sonrió por la anécdota antes de tocar el timbre.

Inuyasha se encontraba en la casa de su amigo. Este le había llamado porque sí invitándole a unas cervezas, cosa a la que no se iba a negar. Ambos se encontraban de nuevo en el salón viendo la tele, esta vez ambos sentados en el sofá y acompañando las bebidas con algunos frutos secos.

- ¿Entonces la conoces? – preguntó el anfitrión a su amigo.

Este dio un sorbo a su cerveza antes de responder.

- Se llama Kagome Higurashi y tiene la misma edad que nosotros. Estudió conmigo en la uni, pero creo que luego estudió otra carrera. – contestó. - Era la típica empollona de la clase, creo que se pensaba que estaba saliendo con un tío que parecía un delincuente que luego acabó siendo su hermano pequeño. Era bastante bajita y usaba ropa muy holgada, no llamaba para nada la atención.

- Pues para no llamar nada la atención bien que te acuerdas de ella.

Miroku bebió de su lata para evitar la posible recriminación de su amigo.

- Fue con la única tía que no me acosté.- confesó- No la veía en las fiestas y no me dirigía la palabra en clase, aunque eso era muy comprensible.

- Así que no te acostaste con ella...

- No hubo oportunidad y ella parecía odiarme. – contestó encogiéndose de hombros.

Fue entonces cuando el timbre sonó e Inuyasha miró confuso a su amigo.

- ¿Has llamado a Koga o algo?

- Pues no. Tampoco creo que quiera verte después de que su chica le pusiese los cuernos contigo.

El hombre de ojos ámbar empezó a hablar por lo bajo, pero el ojizarco no le hizo demasiado caso y se dirigió a la puerta. Esta vez, ni siquiera miró por la mirilla.

- Hola, Kagome. Gracias por venir.

- No ha sido nada, ¿me necesitabas para algo?

- Pasa, por favor – dijo mientras se hacía a un lado. Cuando cerró la puerta continúo – Me habías comentado que eras psicóloga, ¿cierto?

- Sí, estoy trabajando con un equipo en una clínica.

El joven sonrió.

- Perfecto.- susurró- La verdad es que quería pedirte un favor personal.

- ¿Necesitas ayuda, Miroku? – preguntó escudriñándolo con la mirada mientras agarraba su brazo y lo apretaba como señal de apoyo.

- Oh no, por ahora no, estoy muy bien, gracias. – contestó con una sonrisa- Lo decía por un amigo. Ha ido varias veces a terapia y ninguna ha surtido efecto.

Kagome se dejó guiar por el pasillo del piso mientras Miroku le contaba la dolencia de su amigo y su mala fortuna a la hora de conseguir psicólogo. Escuchó con atención toda la información que su vecino le prestaba, aunque por su forma de actuar, ligeramente más amable y atento de lo normal, supuso que no todo era tan corriente como él lo estaba narrando. Cuando la azabache apareció por la puerta y vio tumbado en el sofá a Taisho no pudo evitar arrugar la nariz y decir:

Terapia de Choque [inukag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora