Era de noche, los grillos y cigarras cantaban al son de la oscuridad. La luna iluminaba las calles de la ciudad. Toda la gente dormía tranquilamente, excepto en una casa, en la cual un hombre miraba hacia el cielo por la ventana mientras recargaba sus manos en el lavabo. Sus pupilas se contraían debido a la luz que llegaba de fuera, su corazón latía fuerte y sentía un calor significativo, a pesar de que no era época de calor. Sentía una presencia a sus espaldas, pero no podía descifrar de quien se trataba realmente.
En un momento, el hombre salió de su trance y parpadeó rápidamente, su respiración se calmó, y el sudor frío empezó a recorrer su espina dorsal. Volteó a ver sus manos y se dio cuenta de que estaban manchadas, parecía pintura. Volteó a su derecha y encontró varios cuchillos regados en la barra de la cocina. Miró sus zapatos y también estaban manchados. El hombre se extrañó al ver que la sustancia cubría su camisa y su pantalón. Intentó recordar que había hecho, pero no pudo. Se lavó las manos en medio de la oscuridad de su cocina.
Sentía que le faltaba algo, un espacio en su mente que no había podido recuperar. Trataba de descifrar el enigma de esa noche. Se sentó en una silla de la cocina y comenzó a meditar.
Ese día se había levantado normalmente, saludó a su esposa y desayunaron juntos para después irse a trabajar. No hizo nada significativo en su trabajo, solo lo de siempre, aunque recordó que uno de sus jefes le había gritado y amenazado debido a un error que había cometido, pero nada grave pasó después. A la hora de la comida, decidió irse a un restaurante, comió deliciosamente, solo que uno de los meseros le tiró el agua en la ropa, por lo que salió enfurecido del lugar. Al volver al trabajo, se dio cuenta de que varios de sus compañeros murmuraban y se reían en silencio de la gran mancha que cubría su ropa, lo cual alimentó su furia, pero decidió calmarse. Al terminar su jornada de trabajo, tomó el camino de siempre, esta vez había mucho tráfico, lo cual lo llenó de estrés, pero siempre le pasaba, así que sabía manejar su paciencia. Llegó a casa muy estresado y solo recordaba haber saludado a su esposa y cenar, pero después ya no recordaba porqué se encontraba en la cocina tan tarde.
El hombre incapaz de descifrar el último fragmento de su día, se dio por vencido y se dirigió al refrigerador para tomar algo que saciara su hambre. Para su suerte, no encontró nada, así que lo cerró, pero algo llamó su atención cerca del otro extremo de la mesa. Un líquido corría hacía la puerta, y parecía provenir de alguna parte. El hombre se quedó asombrado, así que decidió acercarse. Lo único que vio era un bulto, así que decidió prender la luz.
Quedó cegado un momento, y cuando pudo ver, era una bolsa negra muy grande, tal vez era basura, pero el líquido que corría era rojo, y era el mismo que estaba en su camisa y pantalón. El hombre comenzó a temblar de miedo. Al mismo tiempo recordó que su esposa lo había criticado de mala manera debido a su actitud con sus hijos y su trabajo. Decidió acercase a la bolsa, y la tomó para abrirla. Cada vez iba recordando más y para cuando abrió la bolsa, se dio cuenta de todo.
Había matado a su esposa. En un arranque de ira, se bloqueó e hizo lo que su instinto animal le dijo. Tomó un cuchillo desesperadamente y apuñaló a su esposa mientras salía de la cocina. Toda la ira de ese día había sido descargada en ella.Después de matarla, tomó una bolsa negra de basura y la metió ahí en pedazos. El hombre no podía creer lo que veían sus ojos, su ira lo había controlado y el daño que había hecho era irreparable. Aquel crimen solo podía ser cometido por una mente retorcida y malévola sin conciencia ni alma, pero reflexionando, se dio cuenta de que cualquier humano es capaz de actos atroces, y que solo falta una sola cosa para hacerlo explotar. El hombre no tuvo más remedio que esconder la bolsa en alguna parte y limpiar la escena del crimen.
Días después, llegaron dos oficiales a interrogarlo; por supuesto les mintió y dijo que su esposa se había marchado ese día. Pero sus mentiras no lo salvarían, sus propias memorias y remordimiento lo llevarían a la ruina, tarde o temprano, en la tierra, o en el mismísimo infierno.
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Memorias de una mente solitaria
Short Story¿Hasta que punto la mente puede controlar al instinto? Un día, unas horas, son suficientes para sacar lo más escondido de cualquier ser humano.