El caso Vegas Pérez

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Inglaterra, julio de 1972

En los meses estivales, la temperatura promedio de Londres alcanza los 180 centígrados, agradable sin duda alguna. El niño Carlos Vicente Vegas Pérez aprovechaba el clima benigno para jugar, corretear y charlar con sus amigos londinenses. Se conocían muy bien porque habían estudiado juntos toda la escuela primaria.

Carlos Vicente haría el próximo año lectivo en Venezuela para luego regresar a Londres a proseguir la secundaria. Junto a él estaba su padre, el arquitecto Martín Vegas quien a su vez daba los toques finales a su tesis de post grado sobre purificación del medio ambiente.

Cuando llegó el día de regresar a Caracas, Carlos Vicente se despidió de sus amigos con la promesa de un cercano reencuentro. Mientras tanto procurarían mantener el contacto por correspondencia.

Maitana, viernes 23 de febrero de 1973 – 2:00 a.m.

Lucía Figuera, una de las 60 personas que habitaban el caserío de Maitana, despertó sobresaltada por el ruido de un carro; no era normal que a esa hora alguien transitara por allí. Al sentir que paraban frente a su rancho se levantó del catre y con los nervios de punta levantó la tranca para salir a ver que pasaba.

Pudo ver a la distancia un pequeño auto europeo que avanzaba lentamente por el camino pedregoso hasta situarse varios metros más abajo, justo al borde de un profundo barranco. Oyó voces y pasos que se perdían entre el follaje.

De pronto llegó el ruido de algo que caía, arrastrando consigo pequeños guijarros; al final un golpe seco. En ese momento se sintió un poco ridícula, parada como estaba en medio de la oscuridad y el frío aguijoneante.

– Lo que sea que esté pasando aquí afuera no es problema mío – se reprochó.

Al regresar al catre notó que el carro se alejaba y todo iba quedando en silencio.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 4:30 p.m.

Carlos Vicente, despierto joven de 13 años, tercer hijo del matrimonio Vegas-Pérez, destacado estudiante del colegio El Peñón de Baruta y amante de las actividades físicas decidió salir a comprar un par de historietas de las que era asiduo lector; su madre Trina, luego de entregarle algunas monedas lo despidió amorosa sin saber que era la última vez que veía a su pequeño con vida.

Caracas, viernes 2 de marzo de 1973 – La hora del LSD

En marzo de 1973 los acontecimientos mundiales llevaban un ritmo vertiginoso. En Chile, el presidente Salvador Allende enfrentaba a una feroz oposición que lo llevaría a la muerte unos meses después, los gobiernos europeos escandalizados por la decisión del presidente Nixon de abandonar el patrón oro exigían garantías sobre el dólar, en la ciudad de Jartum militantes palestinos daban muerte al embajador estadounidense, en Londres un auto bomba estallaba frente a la Corte Central Criminal y en la América melómana se lloraba la muerte del grande de la música afrolatina, Tito Rodríguez.

En Venezuela al mismo tiempo, el ambiente era un pastel psicodélico; el primer gobierno socialcristiano llegaba a su año postrero y el gobernador de Caracas, Guillermo Álvarez Bajares, se daba el lujo de prohibir la película El último tango en París del director Bernardo Bertolucci, ese mismo gobernante en un improvisado set de cartón piedra ceñía una corona de oropel en la frente de la joven Migdalia Mota, vecina del humilde barrio de Chapellín, para nombrarla Migdalia I Reina del Carnaval. La campaña electoral estaba en su apogeo, el bachiller Carlos Andrés Pérez prometía “democracia con energía” mientras que el candidato oficialista Lorenzo Fernández ofrecía seguir “con lo bueno de lo actual”. Las calles hervían de jóvenes melenudos que copiaban una moda ya extinguida en otras latitudes, el acido lisérgico corría como agua debajo del puente en discotecas y urbanizaciones. Los chicos de la clase media caraqueña descubrían los efectos de una droga que diez años atrás diera tanto de que hablar en los países nórdicos.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2019 ⏰

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4 Crímenes 4 Poderes -Fermín Mármol de LeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora