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»Desde que era niña, mi padre me llevaba al teatro a ver a mi madre bailar. Para mí, ella era la mejor bailarina que existe. Me hizo decidirme por mi sueño. Quería ser como ella, pero los acontecimientos me lo impidieron.

Un accidente de auto causó que mis padres me dejaran sola a los diez años. Durante este tiempo he estado viviendo con una familia de acogida, aunque es solo con la madre de la casa, pues su hijo está trabajando fuera. Nana me ha dado todo lo que he necesitado. En estos años me enseñó mucho de la vida, pero sin querer me alejé de mi sueño de bailar.

Hoy, ocho años después de la muerte de mis padres, estoy frente a la escuela de danza de mi ciudad. Es de bajo costo, pero solo quiero usar el salón y sus espejos.«

-Muy bien, señorita Crash, se le da acceso entonces a nuestro curso.

La secretaria le extendió una hoja de firma a Nicole, quien estaba en extremo ansiosa de poder dar clases de tango y seguir los pasos de su madre. La joven firmó con velocidad y la secretaria le dio una tarjeta con un nombre y una dirección.

-El profesor se encontrará co usted en el salón. En lo que llega, lo llamaré.-le dijo la regordeta y cuarentona mujer.

-Muchas gracias, tenga un buen día.-Nicole salió disparada al obtener la dirección.

Tomó el bus queriendo que no hiciera este más paradas que la suya. Su pierna derecha tenía ese temblor constante debido a la ansiedad que tanto la caracterizaba. Al bajarse del bus y caminar varias cuadras llegó al salón con esperanza de encontrarlo repleto de personas bailando. Se detuvo justo frente a la puerta, pero no oyó música o tablonazos. No aguantó más las ganas y abrió la puerta de un empujón.

Descubrió un lugar vacío, sin gente, ni música, ni tablonazos. Apenas un salón amplio y solo. Dejó su bolso en el suelo de la entrada y recorrió un rato el lugar. Dando pasos lentos quitaba ligeras motas de polvo de los pasamanos mientras arreglaba su postura mirando los espejos.
Un estruendo la sacó de su danzarina concentración, pues un muchacho había chocado con su bolso en el suelo.

-Pero esto, ¿qué es?-exclamó él.

-¡Uy! Perdón, es mío.-ella se acercó a socorrerlo.-¿Estás bien?

-Si, y espero que tu mochila también.

-Oye, si estás buscando la tienda de perros lazarillos, es a dos cuadras más adelante.-le dijo ella al reconocer la ceguera de él.

-Tú debes ser Nicole.

-¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

-Mi nombre es Notkero, Notkero Storm, y seré tu profesor de baile.

-¡Ay! Cuanto lo siento, no quise ofenderlo.

-No importa. Empecemos.

-Pero... Espera, ¿en serio?

-¿Qué pasa?-preguntó Notkero buscando con su bastón su casillero.

-Eres tú el profesor.-el énfasis en el "tú" fue un poco peyorativo.

-¿Hay algún problema con eso? -guardó su mochila y su bastón anteriormente doblado.

-Perdona si te ofende esto, pero... Si tú no ves... ¿Cómo...?

-Si vienes aquí es porque quieres aprender a bailar tango. Si digo que te puedo enseñar, lo haré. La vista es lo de menos.

-¡Ey! ¡Espera! No voy a dejarme toquetear por ti.

-Velo por ti misma.-antes de cerrar el casillero, sacó un disco de caja negra y se lo dio.-El tango es un baile de pasión y entrega del uno al otro. Y el contacto es una de las cosas más importantes y especiales que tiene.

-Mi madre siempre me dijo que mi pareja de baile me debía respetar y que no debía dejarme llevar por encantos bailables. No voy a ceder ante ti solo porque eres el profesor o por lo que sea el baile. No lo acepto, renuncio.

Nicole recogió sus pertenencias y se dirigió a la puerta. Allí, por más que se aguantó, no resistió el mirar atrás, solo para ver que él aun le estaba ofreciendo el disco en el aire. Rezongó y se lo arrebató de las manos.

-La clase comienza mañana a las 8. Trae ropa apropiada, agua y una toalla.

-No creas que regresaré, pervertido.

Con mucha furia, Nicole tomó un taxi hasta su casa. Cuando entró, soltó el bolso y se fue desvistiendo de camino al baño. Se dio una larga ducha de agua bien caliente y se lavó el cabello. Al salir, mientras se secaba, miró el empañado espejo sobre el lavabo. La dificultad de distinguirse en él, le recordó a su profesor. De la molestia que sentía, limpió con desdén el espejo. Se preparó una cena rápida y se puso a revisar qué película vería hoy. Su mirada se cruzó con la caja negra dentro de su bolso medio abierto. Su curiosidad le ganó y puso el disco en su DVD.

Al reproducirlo, surgió la música y con ella una pareja muy joven que bailaba con una elegancia y armonía envidiables. Cada movimiento la tentó a repetirlo, cada compás la perdía más en esa aura danzarina. Se puso de pie y comenzó a imitar a la pareja con los ojos cerrados. La música fluía por ella y cada vez más se sentía en medio del escenario regalando su historia con sus movimientos.

Uno de sus brazos chocó con un búcaro de una mesita cercana, y no se cayó gracias a su rápida reacción. Pocos segundos después concluyó el vídeo. Nicole tocó su pecho notándolo agitado y feliz. No quería aceptar lo bien que se sentía al bailar. Y menos quería dar su brazo a torcer con respecto a Notkero.
Guardó de nuevo el disco en su caja y se preparó para dormir.

A la mañana siguiente, sus pies ansiosos la condujeron de regreso al salón de baile. Estuvo parada un rato fuera, leyendo el cartel de "Dancing Flower", hasta que se decidió a entrar. Adentro vio a su profesor haciendo estiramientos con una música de meditación. Sus movimientos eran tan fluidos y seguros que nadie sospecharía que se trata de un invidente. Ella dejó caer su bolso en la entrada lo que perturbó la concentración de su profesor.

-Si, dígame, ¿desea algo?-dijo él apagando la música.

-Bu... Buenos días, profesor.

-¿Nicole?

-Yo... Siento mucho lo de ayer. Aunque quiero bailar, aun sé muy poco de este mundo y cuando vi el vídeo me di cuenta de que esto es lo que quiero bailar. Espero que su oferta siga en pie.

-La verdad, creí que no regresarías. Eres mi única alumna.

-Entonces...

-Ve calentando.

Nicole se posicionó frente a uno de los espejos y comenzó sus ejercicios mientras Notkero se dirigía a cerrar las puertas del local para mayor privacidad. Otro estruendo como el día anterior se oyó.

-¿Pero qué...?-dijo él mosqueado.

-Ups, lo siento otra vez. Es una mala costumbre.

-Pues aquí te la quitarás. Los casilleros están para algo. -ella estaba algo apenada, pero verlo con el ceño fruncido le pareció lindo por un momento.

Notkero cerró las puertas y puso en un casillero la bolsa de Nicole. Caminando por el salón, él también terminaba su calentamiento.

-Profesor Storm...

-Solo dime Not.

-Not, ¿quiénes eran los chicos del vídeo? Eran muy jóvenes...-él mostró un semblante serio, quizás hasta enojado.

Déjate llevar en este tangoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora