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¿Proyectos dije? Apenas tenía dos artículos que procesar antes de una publicación, pero mis nervios estaban vueltos locos. ¡¿Cómo rayos se me ocurría aceptar eso?! Me había imaginado que si fuera un teatro o un ballet, se conformara con la música o los diálogos. Tal vez me preguntara alguna cosa específica, pero nada muy rebuscado. ¡Pero no es lo mismo un cine!

Mi mente fue una locura en todo el camino a mi hogar. Más de una vez dije en voz alta las frases que pasaban por mi mente y solo me percataba cuando la gente me miraba fijamente y ponían una expresión de que miraban a una desequilibrada mental. Así me ponía Not, no lo negaba.

Llegué a casa y dejé mis cosas tiradas por doquier. Tomé una ducha fría y rápida para tratar de sacar esos pensamientos de mi mente y concentrarme en mi trabajo. Me vestí cómodamente, con un short y una blusa holgada a la cual le hice un nudo a un costado. Fui directo al estudio y encendí la PC.

¡A trabajar! O eso era lo que pretendía, pero no llegué al segundo párrafo. Solo lo tenía a él en la mente, y esa sonrisa que me dedicó antes de irme del salón. ¡Diablos! ¿Por qué tenía que ser tan molesto y a la vez tan guapo? Y lo peor, ¿por qué no me dejaba ni concentrarme en mi trabajo? ¿Qué era? ¿Una maldita lapa neuronal?

No, había que distraerse. Como fuera. Tomé el auricular del teléfono, justo sobre el escritorio donde está la PC. Marqué un número que para mis contactos no tiene otro nombre que no sea "Emergencias". Tras dos tonos, una voz que siempre me salva de los aprietos se escuchó.

-¿Y ahora qué te duele, locura andante?- esa forma de saludarme se había convertido en costumbre entre nosotras.

-¡Martha, necesito tu ayuda!- dije con una expresión de angustia.

-¿Cuándo no, mujer? Por cierto, estoy bien.

-Ay, sí... perdón... jejeje...- sonreí apenada mientras me levantaba de la silla y caminaba por toda la pieza con el teléfono en la oreja.

-Como siempre. A ver, dime, ¿qué fue esta vez?- preguntó ella con una risita, ya me conocía demasiado como para no saber lo despistada que era cuando tenía la mente llena con algo.

-Las entradas que me diste, ¿recuerdas?

-Ah, sí. Espero que me perdonaras por eso. No me pude quedar.

-No, no, está bien. Te lo agradezco... pero creo que me he metido en un buen lío por ellas.

-¿Qué hiciste?- su tono calmada me alegraba, porque la respuesta que venía a esa pregunta sabía que la impactaría.

-Invité a mi profesor de tango para que fuera conmigo.- dije con sutileza.

-¿Eh? Vaya, qué bien. Por fin te decides a aceptar la compañía de un hombre que no sea mi pareja, jajajajaja...-Martha como siempre, tan positiva.- Y, ¿es guapo? ¿Le gustas?

-Martha, no te montes la novelita rosa que tienes en la mente. Que lo que te debo decir es fuerte.

-A ver, locura, dispara esa bala, que estoy segura de que la esquivo.- me aseguró.

-Mi profesor de tango... es ciego...- escuché un sonido de varios golpes y un gritito de ella.- ¿Martha? ¡¿Martha?!

-Ay, perdona... se me resbaló el móvil de las manos...- esta vez sí que la notaba extraña.- Ahora entiendo, sí que estás en un buen lío. Y, como te conozco, estoy segura de que lo invitaste sin haber visto que eran entradas para el cine.

-Martha... ayuda...- dije en tono suplicante, haciéndole ver que estaba en toda razón.

-Pero, locura, ¿cuál es el problema? Compra unas palomitas y siéntalo en la butaca de al lado.

-Martha, ¿no se te haría extraño ver a un ciego en un cine? Es decir, ¿qué pinta ahí? Es un lugar para ver cosas en una pantalla.

-¿Acaso importa si un sordo va a una discoteca? ¿O me vas a decir ahora que tú eres muda y no le puedes decir lo que pasa en la pantalla?

-¡¿Y-yo?!- exclamé completamente paralizada, tanto, que hasta mis pasos dejaron de avanzar.

-No, hija, mi abuela en tanga. Claro que tú, boba. ¿Qué te cuesta?

-¡Que yo nunca he hecho eso! ¡La cago de seguro nomás comiencen a salir los estudios de filmación!

-Mira que eres dramática.- escuché que suspiró.- Solo ve con él y sé tú misma. Él se divertirá más contigo que con la peli.

-Pero si no lo conoces...

-Es cierto, pero te conozco a ti, y sé que lo pasarán bien ambos.

-Martha... solo acepté porque ya lo había invitado... No sé si deba seguir con esto...

-¡Oye, locura!- tuve que alejar un poco el teléfono de mi oído o lo perdería por su grito.- De negatividad, nada. ¿Me oyes? Es la primera cita de tu asquerosa vida, y me importa poco si es ciego, tuerto, manco o baila la caringa. ¡Vas y lo disfrutas!

-¡Sí, señora!- dije y hasta me puse en pose militar.

-Así me gusta más... Además, piénsalo. Es una imagen muy bonita. Ustedes dos juntos, sentados uno al lado del otro. Hablando de la peli en susurro mientras comen palomitas... es tan romántico y maravilloso. La escena perfecta.

-Martha...

-¿Sí?

-¿Puede ser una escena perfecta, pero para mí?

-¿Eh? ¿A qué te refieres?- me preguntó confundida.

-¿Puedo cambiar las palomitas por helado de chocolate?- reí al decir eso y escuché tronar su carcajada desde el otro lado.

-Mujer, no vas a cambiar. Quiero saber dónde rayos metes tanto helado de chocolate si nunca te he visto engordar.

-Pues mira, según mi profesor de tango, estoy gorda. Tengo que correr y hacer dieta. Ya llevo un tiempo así.

-Ujuju... ¿Y cómo supo él que estás o no gorda si no ve?

-¡Aaaaaahhhh! ¡Maldita! ¡No pienso contarte nada de eso!- ella volvió a reír.

-No te preocupes, tampoco estoy muy libre ahora para escucharlo. Debo colgar, estoy ocupada con el trabajo.

-Ay, lo siento, ni en la hora me fijé...

-Tranquila, siempre voy a tener tiempo para mi locura andante.

-Te quiero, Martha... gracias...- dije en tono casi lloroso.

-También te quiero, tonta. Luego me cuentas cómo te fue en el cine con el ciego. Bye~...

Cuando colgamos, sus palabras se quedaron en mi mente siendo repetidas una y otra vez. "En el cine con el ciego". Dios, qué proeza. Por no quedar mal había caído hasta el fondo. Solo esperaba que él se sintiera satisfecho por la poca cosa que yo era.

Creo que si hubiera dicho eso frente a Martha, me habría ganado un golpe en la cabeza de su parte. Suspiré, y me volví al estudio. ¿Cuándo fue que llegué a la sala? Si es que soy un manojo de nervios hablando por teléfono. Bueno, que sea lo que Dios quiera, ¿no es como dice la frase? Que sea lo que mi suerte quiera que pase, tan buena que es ella conmigo, nótese el sarcasmo.

Me puse a escribir nuevamente, pero una última idea me vino a la mente antes de volver a colapsar en dudas.

¿No se supone que en las citas la chica se pregunte qué se pondrá?

¡¿Y ahora qué me hago si voy a salir con un ciego?!

¡Ayuda!

Déjate llevar en este tangoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora