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Como estaba pensando en Notkero cada dos por tres, decidí que iba a hacer una rutina de estiramientos cada vez que lo hiciera y así aprovecharía el tiempo. No pensé que repitiera esa rutina tantas veces, la verdad. Sin embargo, cada vez que estaba en medio de los ejercicios, recordaba aquella voz femenina que me había contestado al teléfono. Quizás había sido su hermana o incluso su madre, no necesariamente debía ser su pareja...

Tortuosa semana, que cada vez que terminaba de ejercitarme me duchaba con ese pensamiento y al terminar, limpiaba el empañado espejo pensando que me ilusionaba demasiado, él era demasiado guapo como para no tener pareja. Y esa voz era hermosa, de seguro ella también lo era. Y yo, como fleco malpuesto en la tierra que soy, qué voy a pedirle a un hombre. Si casi me alegraba de que fuera ciego, o de seguro se reía de mí cada vez que intentara parecer elegante al bailar. En fin, que el autoestima no me puede bajar tanto, además, ¿qué esperaba? Solo era mi profesor de baile, nos habíamos visto apenas dos veces, entonces... ¿por qué rayos no me lo podía sacar de la cabeza?

Y ahí estaba yo, otra vez frente al salón, mirando el cartel y suspirando antes de entrar. Tanto me había propuesto para este día... Hablarle considerando su ceguera, no pensar en él más que como un profesor y, sobre todo, darle un buen zopapo por haberme hecho pasar una semana entera de dolor muscular y hambre.

Entré y lo vi, estaba frente al casillero, pero quieto, parecía pensativo y no creo que hubiese sentido mi presencia. Quería acercarme a saludar, pero me asustó una reacción que tuvo. Dio un fuerte golpe en la puerta del casillero y gruñó con pesar. No sabía qué le ocurría, pero lo que fuera, le dolía mucho. Para no hacerlo sentir incómodo con eso, regresé sobre mis pasos en silencio y abrí y cerré la puerta provocando un ruido que lo hizo voltear hacia mí, quería que pensara que recién llegaba y no había visto nada.

-¿Nicole?- su ceño fruncido me sorprendió, ¿tantas ganas tenía de saber si era yo?

-Hola, Not.- su rostro se iluminó de una manera que parecía que lo anterior nunca había ocurrido.

-¿Acabas de llegar?- me dijo acercándose a mí.

-Sí, recién entré.- mentí y sentí un puñal clavarse en mi pecho al hacerlo, ¿en qué pensaba al engañar a un ciego de esa forma?

-¿Qué tal tu semana?- recordé lo que le debía.

-Con permiso, si me permites tu cabeza.- le di un leve golpe en la coronilla.- Eso es para compensar el dolor muscular y el hambre que he pasado todos estos días.- dije sonriendo.

-¿Qué?- él estaba confundido, pero luego soltó una carcajada maravillosa.- Te recuerdo que la que quiere aprender a bailar eres tú, pedazo de estaca.

Ambos reímos como un par de tontos, pero me alegraba verlo y hacerlo reír así. Aunque no supiera la situación por la que pasaba, que se sintiera bien al menos conmigo ya era algo.

-¿Qué tan bien se te dio lo de estirarte?- me preguntó limpiando una lágrima de la risa de su cara.

-Fatal, no llego ni de cerca a hacer un split, y ni hablar de tocar el piso con las manos. Estoy oxidada, recuerdo que lo lograba hacer en la primaria.

-Uf, fue hace demasiado...-dijo en tono de burla.

-No exageres, Not, no fue hace tanto.- volví a reír.

-Bien, probemos con los movimientos... ven aquí.

Él se encaminó al centro del salón, yo me apresuré a dejar mis cosas en el casillero y seguirlo. Cuando estuve frente a él, le vi poner una media sonrisa... ¿con descaro?

-Sabes lo que va a pasar ahora, ¿verdad?- esa expresión me erizó.

-Me vas a toquetear toda y yo no me podré negar porque eres mi profesor de baile y te lo tengo que permitir... ¿algo así?

Déjate llevar en este tangoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora