Prólogo

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En la adolescencia nos aferramos a diversas cosas. Algunas personas, lo hacen a un tipo en concreto, otras a varios. 

Esto no está del todo explicado, evidentemente la biología se implica. En el ámbito hormonal, el cual altera los procesos sinápticos, por ejemplo.  Aún así, como en casi todo, la filosofía entra para dar explicación, ya que quizás sea algo más esencial que físico. 


La filosofía, apoyada en la psicología, dice que es una necesidad de desarrollo. En concreto desarrollo de la personalidad. 

Cuando llegamos a la adolescencia, el sistema nervioso está prácticamente completo, y empezamos a ser capaces de pensar con mayor abstracción, dimensión y capacidad.

Rápidamente nos damos cuenta de que nos encontramos en una posición inferior respecto a los demás en cuanto a valores, autenticidad (entendida como característica dada por formar una personalidad) y a un pensamiento elaborado tras el establecimiento de ética, una moral en concreto, etc.

Nos demos cuenta por conciencia o subconsciencia, actuamos, en menor o mayor medida.

Y es aquí dónde entran estos aferramientos. 

Un cuerpo parcialmente desértico busca llenar sus vacíos en su comportamiento intrapersonal, y esto juega con unas condiciones favorables. Estas son dadas por el hecho en sí de presentar esa necesidad.

Cuando buscamos algo, anteponiendo la búsqueda a muchas otras cosas, al encontrar algo que nos pueda nutrir, nos aferramos y lo aprovechamos al máximo. Por decirlo de alguna manera estamos únicamente predispuestos a captar todo tipo de conocimiento con tal de formarnos, con lo que, dado esto, es lo más común en la adolescencia.



Lo que yo he denominado como simbiosis, puede ser de muchas maneras, pero esta historia va a tratar de una asociación con un tipo de pensamiento, una filosofía, una visión de la realidad. 

SimbiosisWhere stories live. Discover now